Cómo integrar a una nueva pareja después del divorcio o viudez
La experiencia de encontrarse ante la situación de perder una pareja y encontrar una nueva, implica el enorme reto de integrarla, especialmente cuando hay hijos.
Danitza Covarrubias
Cuando nos casamos pensamos en que sea para siempre. Sin embargo, a veces la vida sucede diferente a cómo la planeamos. Es importante sanar la historia de eso que pone fin a una relación de pareja. Ya sea un divorcio, o por fallecimiento, ambos casos implican un fuerte proceso de duelo.
Las personas tienen la experiencia de encontrarse ante la situación de perder a su pareja, y encontrar una nueva. Esto implica el enorme reto de integrarla, especialmente cuando hay hijos. Te comparto algunos puntos esenciales para lograrlo.
Diferenciar entre familia nuclear y familia reconstruida
Una de las mayores dificultades ante este tipo de situaciones es poder aceptar que están ante una familia no tradicional. La idea que tenemos de familia es la que comúnmente sale en las revistas y las imágenes televisivas. Una pareja con unos cuantos hijos. La familia nuclear que originalmente se intenta formar.
Tras un divorcio, o el fallecimiento de una pareja previa, ya no puede formarse esa familia nuclear tradicional. La expectativa de ese formato suele ser un duro golpe con las necesidades y la realidad de otro tipo de familia. Esta expectativa suele ser un serio obstáculo para poder atender la nueva familia con todas sus diferencias. Se requieren acciones diferentes, formas diferentes para un tipo de familia diferente. Ninguna es mejor que la otra, solo son diferentes, y como tal, son necesarias acciones distintas.
Dar lugar a lo anterior
Suele suceder que, en este maravilloso encuentro de una nueva persona, y el enamoramiento, se pierda de vista lo que hubo antes. Y no porque sea necesario arrastrar el pasado consigo por siempre, de ninguna manera. Simplemente es fundamental poder dar un lugar a eso que hubo antes. ¿Qué significa dar un lugar? Reconocerlo, y sentir agradecimiento. Es decir, si hay una expareja, no sentir rabia, o revuelto el estómago por esta persona. Ni la expareja, ni la nueva. De lo contrario, esto tendrá un efecto nada favorecedor.
Esta expareja te hizo un gran favor: hacer espacio para esta nueva pareja, para esta nueva vida.
No quieras reemplazar a nadie. Cada persona tiene un lugar único en la historia, y tú tienes otro. Respeta cada espacio, reconócelo, y respétalo, incluido el tuyo propio.
Los hijos tienen prioridad
Los hijos de una pareja anterior, en la grandeza de la fuerza de un enamoramiento, a veces suelen quedar un poco en el olvido. Los hijos entonces comienzan a generar resentimiento hacia la nueva pareja, puesto que sienten que pierden atención de su progenitor.
A veces las parejas salen siempre con los hijos del matrimonio previo, y es importante integrarse, sí. Y también es importante dar espacio a lo que era antes. A la intimidad única entre hijos y padre o madre. La nueva pareja puede sentir celos, o que no la incluyen, especialmente si no tiene hijos. Es importante comprender que esto existió antes y sigue existiendo. Que los hijos llegaron antes, y que tienen prioridad.
Sucede también, por el contrario, que los hijos suelen quedar atrapados en el mismo enamoramiento. Al ser así, suelen las nuevas parejas querer ser ese papá o mamá ideal que la pareja anterior, según su juicio, no es. Ya sea porque no está presente, o porque no aporta económicamente, o porque no es “cómo debería”. Sin embargo, el querer ocupar el lugar de ese progenitor dará por resultado el efecto contrario. Es decir, provocará un rechazo, consciente o inconsciente, al querer ocupar el lugar de alguien que sí existe.
Respetar el lugar de cada quien, con respeto, es fundamental para que haya armonía y una mayor fluidez en este tipo de situaciones.
Renunciar a la expectativa
Reconstruir una familia suele estar llena de expectativas. De la relación de pareja, y también de la relación entre los hijos de la pareja anterior y la nueva pareja. Incluso, si hay hijos de ambos, que tengan una buena relación.
La expectativa incluso aumenta si hay un nuevo hijo de la nueva pareja, pues se espera que este hijo sea aceptado por los hijos anteriores.
Toda esta expectativa impide que surja y se procese la realidad, puesto que pareciera no existe el permiso de sentir otra cosa que no sea la que se espera: alegría y aceptación.
Poder mirar la realidad, y acompañar en las emociones que hay, permitirá una mejor adaptación y después una mejor integración de todos los miembros de la familia.
Construir lo que puede ser
Es a partir de reconocer lo que le pasa a todos con los sucesos que se van presentando permitir trabajar para mejorar las relaciones entre los miembros. ¿Qué siente cada uno? ¿Qué necesidad hay en el sentimiento de cada uno? ¿cómo atender esas necesidades?
Construir dinámicas a partir de estas realidades, y no de las expectativas, permitirá a todos poder integrar la nueva realidad en la que viven.
De manera contraria, genera más resistencia. Obligar a un hijo a que ame a la nueva pareja, puede provocar más odio y enojo en contra de ésta. Tener el permiso del padre o madre de no estar cómodo, respetar su ritmo y sus tiempos, da espacio a construir algo poco a poco.
Abrazar la realidad
La fantasía con la que construimos una nueva familia puede ser una meta por lograr. Pero aferrarnos a esa meta puede ser un obstáculo si no damos lugar a la fantasía de todos, a las emociones, necesidades, de todos los integrantes.
Cuando nombramos lo que fue y de damos lugar. Cuando miramos lo que es, y nos movemos desde ahí. Es entonces cuando podemos descubrir con qué recursos nos encontramos para poder crear lo que imaginamos.