Consejos de “organización familiar” de una mamá de siete
Queremos hacerlo todo, y nos frustramos al no conseguirlo. ¿Existen técnicas mágicas que nos saquen de este apuro? ¿es posible abarcarlo todo?
Marilú Ochoa Méndez
El caos ha sido mi compañero desde que me convertí en madre. Recuerdo vívidamente que, con apenas un bebé, me era complicadísimo encontrar el tiempo para lo básico. Ir al baño o desmaquillarme, eran grandes retos.
En una ocasión, mi bebito lindo llevaba llorando más de media hora, hasta que me di por vencida y le llamé al pediatra. El pobre y bien dispuesto médico, recorrió conmigo por teléfono todas las posibilidades, hasta que concluímos (con un montón de vergüenza mía) que el llanto incontrolable era, ¡porque tenía hambre!, ¿puedes creerlo?
Mis inicios como mamá fueron caóticos, dolorosos e inquietantes. Lo que más me frustraba era que me dedicaba a compararme con otras madres, o con el tipo de madre que mi cabeza me decía que debía ser.
De esta manera, me perdí de muchas riquezas y experiencias, pues estaba profundamente atorada en el “debe ser”.
Tal vez tú te encuentres hoy en ese mismo punto. Tal vez estés harta del caos. Tal vez te sientas incapaz e impotente. Seguramente esperas obtener de estas líneas una guía, un camino concreto para salir de ahí. Te pido perdón. Ese no es el objetivo de mis palabras. ¡Pero no dejes de leerme! Creo que sí tengo algo qué aportarte.
Disculpa, no cumpliré tus expectativas
No te decepciones, el título no pretende ser un engaño, es solo que no quiero que caigas en la trampa en la que yo caí, buscando afuera lo que tienes dentro.
Lo que deseo de todo corazón es darte un consejo: avanza en la asimilación de esta verdad que tanto me ha situado en mi labor: ¡tú eres suficiente! Te cuento más, con una historia.
¿Hay mujeres de “otra” pasta?
Cuando le digo a un desconocido que tengo siete hijos, me sucede siempre lo mismo.
Inmediatamente, llega la pregunta, rodeada por expresiones de asombro, sobresalto y a veces de compasión: “¿Y cómo le haces?“. Mi respuesta es simple (muchos me miran con inquietud, buscándome antenas de marciano), pero no, no tengo secretos. Le hago justo como las mamás que tienen uno, dos o tres hijos: me hago bolas, me equivoco, aprendo y vuelvo a empezar.
Al inicio, ¡no sabía qué hacer!
Con mi primer hijo, salir de la casa se convirtió en una odisea tremenda: cuando al fin estábamos listos, mi bebé ensuciaba el pañal y también el mameluco, y teníamos que volver a empezar. Salía siempre horas después de lo agendado porque tenía hambre, sueño o yo estaba agotada.
Mi siguiente reto, fue lograr arreglarlos guapos y atenderme a mí también. Poco a poco, aprendí las maneras para organizarme, pero lo hice entre muchas frustraciones.
Quise ser como mi hermana, luego como la vecina. Luego, como creía que debía ser. Me recriminaba no “llenar el molde”, y me sumía en una gran tristeza.
Pero aprendí una gran lección
Estaba buscando afuera una guía, cuando la tenía enfrente: en el rostro y necesidades de cada miembro de mi familia, pero me costó trabajo notarlo.
Hoy, con siete, gracias al apoyo de mi esposo, hemos generado una dinámica bastante funcional que naturalmente, no ha sido obra de magia, sino de nuestro crecimiento y maduración como familia. ¡Y justamente aquí está el punto que quiero compartirte!
Ver dónde estoy, y proyectar
El presente se nos escapa como agua entre las manos. Dicen que la vida es aquello que se nos escapa mientras hacemos otros planes. ¡Qué triste!.
Antes de planear organizarte, te sugiero mirar tus posibilidades. ¿Qué necesitan los tuyos?, ¿qué prioridades te marca tu vida de madre?, ¿tus objetivos o prioridades son tuyos en verdad?. Te sugiero darte el tiempo para reflexionar sobre ti, tus deseos, tu realidad y tus límites.
A partir de ahí, con la confianza de que tú -como madre de tus hijos- eres mas que suficiente para atenderlos (pues tú los conoces y amas mas que nadie), podrás determinar qué deseas. Habiendo establecido ya el rumbo, podrás iniciar el movimiento hacia tus objetivos.
Ahora, iniciar de a poco
Te comparto algunas sugerencias que espero te ayuden a lograr balance y armonía:
Que tus prioridades sean inamovibles
Si ya sabes qué deseas para tu familia (que exista en ella amor y respeto, que conozcan y amen a Dios, que haya armonía, entre otros objetivos), deja que TODO lo demás gire alrededor de estos objetivos. Trata de que lo que intentas, aporte al desarrollo de los mismos. De esta manera, quitarás la “paja” de los miles de “urgentes” que nos marean y hacen perder el piso.
Haz lo posible
Te gustaría hacer hot cakes dulces en forma de estrella, pero a pesar de que tienes todos los aditamentos, apenas alcanzas a hacer un desayuno ligeramente comible, antes de correr a otras actividades. ¡Está perfecto! Respira, y recuerda que lo importante es alimentar a tu familia, no servir comida de restaurante. Y este punto va estrechamente unido con el siguiente:
Demuestras lo que vives
Tú amas profundamente a tu hijo, pero lo regañas todo el día. Sabe sacarte de quicio casi con cada interacción. Cuando está dormido, miras su carita y te enterneces. Sin embargo, ese profundo amor no es suficiente. Debe mostrarse cada día, en los momentos duros, cuando te frustras especialmente. Lucha siempre por mostrar amor especialmente en tus peores momentos.
Todo es útil
El berrinche, el corazón roto, el raspón al tropezarse, todo es útil para tu tarea. Son oportunidades para mostrarle a tus hijos lo especiales que son, lo únicos que son para ti, y cuánto los amas. Son oportunidades para que aprendan a ser valientes, a soportar el dolor, a conocer la vida.
El orden es deseable y bueno
Procura el orden. Te sugiero dividir el día en momentos y establecer lo que deseas realizar sola o con tu familia en cada periodo. Coloca en cada lapso las actividades necesarias para tener paz mental, y evita atormentarte por temas que en ese momento no puedes atender. Así, por la mañana, si has planeado que sea tu momento, olvida preocuparte por el problema emocional de tu hijo, disfruta tú esa hora, y a las cuatro, cuando lo hayas establecido, investiga sobre el tema que dejaste pendiente.
Deseo de corazón que mis palabras te sean útiles. ¿Qué otro consejo agregarías tú?