¿Coqueteando con la infidelidad? Primero lee esto
¿Te has preguntado qué es lo que nos hace cometer una infidelidad? Entenderlo te puede ayudar a evitar mucho dolor.
Rafael Vázquez
Cuando comencé a investigar este tema, creía que los varones cometían más infidelidades que las mujeres, y me dediqué a elucidar por qué los hombres tendemos a ser infieles. Pero conforme mis notas fueron creciendo, me di cuenta no sólo de que las mujeres son estadísticamente igualmente infieles a los varones, sino que las motivaciones también se parecen mucho. La diferencia: los hombres somos más proclives a alardear de ese tipo de conquistas y las mujeres viven sus aventuras con silenciador. Fuera de eso, todo es igual en el fondo.
La razón aparente
Si mujeres y hombres son infieles por igual, ¿qué los motiva? Cuando una infidelidad ha quedado evidenciada y la pareja se confronta (sea en privado o en una sesión de terapia), por lo general los hombres alegan que la mujer se muestra cada vez más indiferente o descortés en su intimidad o descuida su apariencia. Cuando otras personas les endulzan el oído, ellos ceden como el niño que encuentra una cara amable que les reconoce sus logros y su lugar en el mundo.
Las mujeres exponen razones muy semejantes: se sienten poco valoradas, tratadas con indiferencia; pero a veces lo hacen como venganza por una infidelidad previa de su pareja, de modo que cuando encuentran a alguien que les da un trato más cordial, también ceden. Sin embargo, con todo y que estas razones son las predilectas para explicar una infidelidad, mi experiencia no profesional (confesiones de amigos, etcétera) demuestra que estas razones son de orden secundario, justificaciones estereotípicas para lidiar con las culpas.
La verdadera razón
Por muy extraño que suene todas las razones expuestas derivan de una causa más importante: nuestra tabla cultural y personal de valores morales, que en la actualidad están muy concentrados en la autosatisfacción a costa de todo, incluso del bienestar de nuestras relaciones más importantes, como las familiares y de pareja. Además, algunos valores de nuestra cultura son muy difíciles de erradicar. Por ejemplo: la idea de que las mujeres sirven primordialmente como objetos, asumida tanto por varones como por ellas, genera una permisividad total, en aras de la satisfacción inmediata de impulsos y placeres, lo que alimenta el egoísmo generalizado.
Mi tesis sobre el verdadero germen de la infidelidad es ésta:
Del mismo modo como alguien que roba cree que puede hacerlo y a veces se convence a sí mismo de que está haciendo algo que puede justificar o le está permitido por el solo hecho de que tiene la capacidad, de igual modo -al menos el varón– es infiel porque siente que tiene la capacidad y el poder de hacerlo y que nada le pasará. O se convence a sí mismo de que ser capaz de hacerlo le confiere el derecho de hacerlo (ya sea mediante un razonamiento instigado por el sentimiento de abandono, traición, venganza o simple fastidio). Todos sabemos que las consecuencias llegan, pero cuando el que ha sido infiel paga precios altos como perder cosas importantes en su vida por ello -matrimonio, hijos, dinero-, implícitamente confirma su sospecha de que nada le pasa: la mayoría de las veces el divorcio –o cualquier tipo de separación– parece un evento conclusivo que termina siendo un premio de libertad costoso, pero libertad al fin, y así se afirma el egoísmo como valor moral práctico.
Antes de cometer una infidelidad, considera esto
Una de las preocupaciones fundamentales de toda la filosofía a lo largo de la historia de la humanidad es entender cuáles son nuestras posibilidades de autonomía, cuáles son los límites de nuestro actuar. La libertad es un concepto que solemos oponer al destino a conveniencia, y ese es uno de los peores errores que podemos cometer. Cierto: como seres humanos nuestra voluntad puede estar acotada por muchos elementos, pero al fin somos dueños de decidir lo que haremos. Y si no, somos por completo dueños de asumir la actitud y el perfil moral o ético que decidamos tener.
Si estás en una situación -potencial o consumada- de infidelidad, por favor toma en cuenta las siguientes consideraciones, porque los seres humanos no somos capaces de controlar lo que ocurre como consecuencia de lo que hacemos: la única manera de manejar las consecuencias es controlando los actos que las detonarán.
1. Pregúntate por qué serás infiel a tu pareja.
Eres perfectamente libre de responderte que procurarte el placer sin compromiso es tu objetivo en esta ocasión o durante toda la vida, pero asegúrate de saber que esa es tu forma de ver la situación y también infórmale a tu por qué lo harás. Si al hacerte esta pregunta descubres que no hay razones suficientemente válidas que satisfarían cualquier examen sincero de conciencia, es momento de detenerte. Si las razones son reflejo de mucho egoísmo, ira o venganza, la infidelidad solo acarreará más dolor, egoísmo e ira. Escucha tus verdaderos sentimientos y razona con sensatez.
2. Piensa en tus compromisos.
Decídete a no ser parte de la estadística. Piensa que si tienes una novia estás comprometido moralmente a serle fiel; y si estás casado, ese compromiso es moral, jurídico e incluso divino-religioso. Cualquier acto de infidelidad echa por tierra todo tipo de convicción ética que tengas. Piensa en ser un buen ejemplo, en Dios, en el orden cósmico, en tus familiares, en tus hijos, en tus amigos y en que siempre podrás sostener la cabeza en alto si encuentras la manera de controlar tu impulso de ser infiel.
3. Busca ayuda profesional y espiritual.
Parto del supuesto de que si has llegado a esta línea es porque quieres evitar ser infiel. Acude con un terapeuta familiar, ya sea a solas o con tu pareja. Dile de tu impulso y que quieres evitarlo. Los terapeutas son expertos en ayudarte a lograr lo que deseas. Y no vendría mal que recuperaras las pláticas con tu reverendo, obispo, pastor o cura de cabecera. Saber que tus buenas intenciones son un eco de leyes divinas te confortará y te ayudará a vencer la adversidad.