Cuando dejé de amamantar a mi hijo: Ésto es lo que sucede luego de 5 años ininterrumpidos de dar el pecho
Mientras transitamos el duelo del destete, paradójicamente mi relación con mi pequeño se fortalece
Fernanda Gonzalez Casafús
Amamantar es una de las bendiciones más grandes que tenemos las mujeres. En mi caso, fue mi sueño desde que era pequeña, y me siento completamente bendecida por haber podido hacerlo sin complicaciones y con la alegría de saber que les estuve brindando lo mejor de mí a mis hijos.
Te habrá llamado la atención el título, ¿verdad? Pues sí, fueron 5 años ininterrumpidos en que amamanté a mis dos hijos. Y el destete de mi más pequeñito coincide por estos días con el cumpleaños número 5 de mi primogénita.Sí, di el pecho estando embarazada y también amamanté en tándem durante algunos meses a mi hija que aún no había cumplido sus 2 tiernos añitos cuando el benjamín de la familia nació. Mi experiencia es emocionalmente arrolladora y se la recomiendo a cualquier mamá.
El elíxir de la vida
Aún recuerdo cuando estaba embarazada de mi primer hija; cuántas dudas e incertidumbres tenía. Y una de ellas era si iba a poder alimentar a mi propio retoño. Y en verdad, es que cada mujer poseemos ese gran poder y fuerza interna, pero muchas veces el entorno y la misma sociedad hacen que nos siempre confiemos en nuestras propias capacidades. Amamantar puede no ser tan fácil para algunas madres. Pero para mí, aunque inicialmente no lo fue en los primeros días, luego la conexión comenzó a fluir y se convirtió en mi sensación favorita.
Soy de las afortunadas que nunca me dolieron ni sangraron los pezones y, tal vez ello se deba en parte a un excelente asesoramiento de una mujer que marcó las últimas semanas de mi embarazo y los primeros días de mi hija: una Doula y pueriultora llamada Adriana Olguín, quien supo brindarme su contención cuando el día que me bajó la leche, mis senos estaban duros como una piedra y mi beba lloraba desesperada de hambre. A partir de las indicaciones de Adriana y de sus sabias enseñanzas, mi lactancia fue exitosa y me convertí en algo así como la “predicadora de la lactancia” entre mis amigas.
Sabemos que no todas las madres pueden dar el pecho. Pero yo no quiero hablarte de ello, sino de los beneficios que me trajo el hecho de amamantar y cómo fue el proceso hasta llegar 5 años después a ir despidiéndome paulatinamente de esa bella sensación de dar vida en cada abrazo, en cada mirada y en cada besito de mis bebés, de sus labios apoyados sobre mi pecho.
5 años amamantando a mis hijos
Cuando mi hija mayor tenía 13 meses supe que esperaba otro bebé. Las dudas me invadían. No quería destetar, me parecía que ninguna de las dos estábamos preparadas para ello. Yo estaba completamente segura que quería seguir con la lactancia. Entonces lo que hice es lo que cualquier mujer debe hacer: informarse. Comencé a investigar y a hacer consultas con especialistas y con mi médico. Todo indicaba que si el embarazo no era de riesgo, podía seguir amamantando. Entonces, así lo hice.
Mientras Tizziano crecía en mi vientre, yo seguía lactando a mi hija mayor. Conforme iba creciendo mi útero, el mismo se contraía en cada succión de mi hija. Pero no me asustaba pues sabía que esas contracciones, en un embarazo sano y normal como el mío, no representaba un riesgo en la vida de mi bebé. La lactancia nos beneficiaba a los tres, porque mientras mi hija se alimentaba yo me sentía feliz de poder continuar con ello.
Pero la agitación se produjo
Durante algunas semanas, más precisamente pasando la semana 15 de embarazo, comencé a experimentar lo que se conoce como “agitación del amamantamiento”, que según la Liga internacional de la Leche, es un fenómeno que ocurre a muchas madres y que consiste en una irritación o fastidio que se da en el momento justo de dar el pecho. Lo recuerdo como una sensación muy ambigua: por un lado, quería seguir amamantando a mi hija, pero por el otro sentía un profundo rechazo de hacerlo. Sin embargo, esa sensación se fue esfumando con el paso de las semanas y todo se fue armonizando lentamente.
La agitación cedió y dio paso a una nueva sensación, pues se acercaba el nacimiento de Tizzi y mis dudas crecían ¿podría amamantar a los dos? rápidamente comprobé que sí, pero que ello no iba a ser tan fácil como pensaba.
Amamantar a dos a la vez
La lactancia en tándem puede ser maravillosa, pero extenuante. Cuando estaba por nacer mi hijo menor, comencé a investigar acerca de amamantar a dos hijos de distintas edades y me maravillé al saber que nuestro cuerpo puede producir leche para ambos hermanitos según su edad y según el momento en el que toman.
Pero la ilusión no me duró mucho, pues me sentía agobiada y en cierta forma temía que el más pequeño se quedara sin alimento. El día que nació, recuerdo que mi hija entró a la habitación y me vio con su pequeño hermanito en brazos y lo primero que hizo fue subirse a la cama donde yo estaba y pedirme que le de a ella el pecho. Y allí estaba yo, con cada uno prendido a cada uno de mis pechos.
Fueron unos 3 o 4 meses en los que progresivamente fui dejando de darle el pecho a la más grande para concentrarme únicamente en lactar al pequeño. Hoy, ese tiempo sólo queda en mis recuerdos, pues por estos días me despido también de la lactancia de mi segundo hijo.
Chau lactancia, ¡hasta siempre!
Lo vivo como un duelo, pero un duelo feliz. Dejar de amamantar a mi segundo hijo se me ha hecho un tanto más difícil que con mi primera bebé. Así, hoy Tizziano cumplió sus 3 años y poco a poco va entendiendo que mamá ya está cansada y que él ya está grande. “La nana” como él le dice al pecho, estará siempre para cuando él necesite apoyar su cabecita y reconfortarse en mamá. Su “nana” se va despidiendo de estos 5 años maravillosos donde cumplió extraordinariamente la misión más hermosa que Dios haya podido dar a una mujer. Mis pechos vuelven a ser míos, pero nunca dejarán de ser de mis hijos, pues albergan el símbolo de todo el amor que quise darles en estos 5 años ininterrumpidos de amor.
Hoy, mi pecho alberga mucho más que el recuerdo de una lactancia que lentamente se va esfumando, pero que quedará por siempre en el corazón de toda mi familia, y de quienes supieron apoyarme -sin juzgarme- en esta empresa que es ser mamá al 100 por ciento. ¡Chau lactancia, hasta siempre!