De cara a la eternidad: sin miedo a la muerte
El temor a la muerte es algo que muchas personas sienten. Descubre algunas de las razones y aprende a vivir con plenitud.
Erika Otero Romero
En algún momento de tu vida has tenido de cerca un encuentro con la muerte, por eso resulta irónico que al ser tan natural como el mismo acto de la vida, miles de personas le tengan miedo. ¿Tú le temes?
Pero, ¿por qué tener miedo a la muerte, si es algo tan normal, común y natural como el día y la noche? Bien, por dos aspectos: en general, las personas tememos a lo desconocido, o bien a morir sin haber cumplido metas. Visto de esa manera se vuelve algo un poco más razonable tener miedo a la muerte, ¿no crees?
El miedo a lo desconocido
Tener miedo a morir depende mucho de las creencias espirituales que se tengan. Me refiero a que al no saber si hay “otra parte” o si existe el Cielo y el Infierno, una nueva oportunidad (re-encarnación), o incluso si se piensa que no hay nada después de morir, solo el acto como tal, pues resulta sensato sentir temor.
Miedo a morir sin alcanzar mis sueños
Ahora bien, tener miedo a morir sin haber cumplido las metas va más de la mano con no saber cuándo es que eso va a pasar. Lo que es absurdo es que, estando en las manos de cada cual ponerse objetivos y alcanzarlos para no “partir de este mundo” con ese sabor agridulce de las metas incumplidas, no se haga nada al respecto. Así, solo parece quedarnos el arrepentimiento por los sueños sin cumplir, cuando ya es demasiado tarde para ponerse en acción.
Lo incontrolable y controlable
Es indudable que ante el primer temor (la incertidumbre de no saber), el control se sale de tus manos. Pero si tu miedo es el segundo aspecto (morir sin alcanzar tus sueños), pues acá sí que toda la responsabilidad es tuya. Y para esto es importante que empieces AHORA a ponerte metas (a corto, largo y mediano plazo) y los objetivos respectivos para alcanzarlas.
Un cambio de visión
Es necesario que empieces a cambiar la manera en la que percibes la muerte. No es fácil, pero tampoco imposible. Algunas personas la ven como el fin de todo pero, ¿y si aprendieras a verla como la fuerza que te impulsa a comprender la vida, TU VIDA? Entonces todo cambiaría para bien.
Para ello, es necesario que dejes de temerle. Tenerle miedo a lo que -quieras o no- vas a tener que experimentar en algún momento, es infructuoso. En su lugar, es mejor que consideres que vivir implica morir en algún momento, pero que la muerte no es igual a desaparecer, si no que puedes dejar un buen legado para quienes te aman y te han conocido.
¿Qué puedo hacer para “no morir después de la muerte”?
1. Vive como si no hubiera un mañana
Quien cree que vivir al máximo refiere saltarse todas las reglas y normas para vivir de manera plena, está equivocado. Se puede vivir bien, gozar de la vida a plenitud sin dañar a nadie y sin ser deshonesto.
Es importante que recuerdes que eres libre de hacer las elecciones que quieras, pero después debes lidiar con sus consecuencias; es ahí donde debes procurar vivir al máximo, pero sin mal vivir.
Te invito a leer: Hablemos de la muerte
2. Siéntete libre: sé honesto con tus sentimientos
Al no saber cuándo vas a partir, lo más coherente es estar en paz con tus seres amados y hacerles saber a diario cuánto les amas y los aprecias. Así que no esperes a mañana para solucionar esos problemas o malentendidos pendientes, no te acuestes estando enojado con nadie pero, sobre todo, sé especial y procura ser recordado siempre por ser amable y no por ser alguien a quien tenerle miedo.
3. Deja un legado
No es igual a que dejes una herencia económica significativa que arregle la vida de tus familiares. Si puedes hazlo, pero lo mejor es que enseñes valores y principios, que cuentes tus anécdotas y que se aprenda de tu experiencia. Esa es la mejor manera de ser recordado para siempre.
No pierdas tiempo en tener miedo, en su lugar vive cada día de tu vida como si fuera el último. Pero hazlo de la manera correcta; al cabo de un tiempo verás que tus miedos habrán desaparecido y que eres capaz de vivir feliz, con la esperanza de un mañana mejor, acá o al otro lado.