Déjate acariciar por Dios

Cuando los problemas abruman y el horizonte se llena de nubarrones, deja que la mano de Dios te toque.

Marta Martínez Aguirre

Con inmensa gratitud y cariño, dedico estas palabras a tantas mujeres y hombres que se han acercado a mi vida aquejados de vidas dañadas y esperanzas marchitas.

Lara se despierta esta mañana con la tristeza pegada a la piel. Abre las cortinas de la ventana, pero internamente no quiere que el sol bese sus mejillas; piensa unos instantes y las vuelve a correr. Se dirige al baño, lava sus dientes, pero no tiene fuerzas ni ganas para peinarse. Desayunar hoy no aparece en sus planes; luego de darle de comer a su perrita, ha decidido volver a la cama. Y así, la calesita de la tristeza profunda y desgarrante, teñida de culpa y desamparo, vuelve a girar una y otra vez para nublar su cielo y sumirla en la desesperación. Insomnio o largas jornadas de sueño profundo, pérdida del apetito, anhedonia o pérdida del placer aún por las cosas más importantes, apatía, pérdida de voluntad para hacer las cosas, culpa invasiva por no poder mejorar la situación, todo eso hace que las ideas suicidas se acumulen con las cuentas sin pagar, y las ganas de no ir a trabajar o estudiar se hacen cada vez más fuertes, hasta abandonar por completo todo tipo de contacto con el mundo exterior. Lo único que permanece inalterable es esa tristeza trepadora que se enreda en todos los rincones del alma y le corroe hasta lo más interno de su ser. Poco a poco, esa insufrible angustia, le mina la seguridad, le roba todo lo que ama y le destruye la autoestima, carcome la toma de decisiones, hasta que Lara se vuelve dependiente y vulnerable. Ya no sabe lo que es pensar con claridad y, por si fuera poco, cada tanto algo muy adentro le susurra: “¿para qué sigues de pie?”

Tristán es un buen hombre. Como cada domingo en la mañana, se para frente al espejo, anuda su corbata y se apronta para ir a la iglesia. En la cocina se huele olor a pan casero con chicharrones, la leche está servida y con esmero unta mermelada de durazno en una rodaja de pan, Estrella, su hija, no puede siquiera sostener el trozo de pan en sus manos, pero él se lo da junto con un beso amoroso en la frente. Luego de esto se dirige al cuarto de baño y ayuda a Dardo, su hijo menor a tirar la cisterna. Cada día antes de irse a trabajar besa el retrato de su esposa. Hace un año la perdió en un accidente automovilístico: Dardo quedó en silla de ruedas, Estrella quedó lesionada de por vida y tiene dolores musculares en todo el cuerpo. Tristán es un hombre que cree en el ayuno, la oración y la lectura diaria de la Palabra de Dios y sobretodo en el poder salvador del amor.

Lara y Tristán tienen problemas que los abruman. Si como psicóloga sólo aceptara el discurso científico psiquiátrico de mente y cuerpo y desconociera la existencia de la espiritualidad humana, me contentaría con darles apoyo terapéutico y derivarlos a un colega psiquiatra. Pero como Logoterapeuta incorporo la dimensión espiritual y veo a Lara y a Tristán como personas que sufren y no como personalidades depresivas o a punto de serlo. Revalorizo desde mi labor lo propio, lo sano y lo auténtico en ellos aún cuando Lara llega despeinada o Tristán cae en llanto profundo, porque sé que al mirar sus ojos, veo frente a mí, una hija y un hijo de Dios.

Hace unos días tuve la oportunidad de escuchar al líder religioso Jeffrey H. Holland. Y, mientras lo escuchaba, vino a mi mente la imagen de Lara yendo a cuestas con sus libros y pidiéndome que le dijera de nuevo por qué le amaba tanto como para dedicarle tiempo y creer que tenía algo sano dentro de sí, también recordé la voz de Tristán diciéndome: “¿me deja compartirle lo que hoy me regaló Dios?”, mientras saca su biblia sin tapas y lee un pasaje de consuelo y paz.

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Sé que no es muy aceptado por la comunidad de colegas, pero luego de escuchar esas palabras inspiradas y tiernas de Jeffrey H. Holland, decidí compartirlas con Lara y con Tristán, como ahora quiero hacerlo contigo:

  • Nunca pierdas la fe en el Padre Celestial.
  • Nunca endurezcas tu corazón.
  • Sigue las buenas prácticas de devoción que invitan al Espíritu del Señor a tu vida.
  • Busca el consejo del líder religioso que posee las llaves de tu bienestar espiritual.
  • Participa de los sacramentos cada semana.
  • Aférrate a las promesas de perfección, en la Expiación de Jesucristo.
  • Cree en los milagros.
  • Está pendiente de los indicadores de estrés.
  • Busca el consejo de personas certificadas y con buena reputación, aptitud profesional y buenos valores.
  • No asumas que puedes arreglar todo, pero trata de arreglar lo que puedas.
  • ¡No niegues el preciado valor de la vida acabando con ella!
  • Sabe que un día el alba brillará intensamente y todas las sombras de la mortalidad huirán.

Lara ayer vino con un vestido nuevo y un suave perfume, cambió las cortinas oscuras, por unas color pastel y las está empezando a descorrer cada mañana, Tristán sigue firme en su fe y decidió incorporar algunos consejos como detenerse un poco y dedicarse algo de tiempo. El amor incondicional de Dios, la paciencia, la esperanza y la persistencia de los familiares y amigos sé que pueden ser tan terapéuticos como 500 mg de fluoxetina diarios.

Vivir amando a alguien rodeado de problemas requiere una porción extra de valor y entereza, padecerlos y superarlos requiere, además de tratamiento profesional, de permitirte a ti mismo que la mano de Dios acaricie tu alma.

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Marta Martínez Aguirre

Marta Martínez es de Uruguay. Posee una licenciatura en Psicología, y un posgrado en Logoterapia. Ama todo lo que hace y adora servir. Es especialista en atención psicológica domiciliaria. Contacto: