Donde tú ves un desastre, tus hijos ven una nueva habilidad

No desesperes. Muchas de las travesuras de tus hijos son necesarias para su aprendizaje. Y muchas de ellas traen consigo un claro mensaje.

Fernanda Gonzalez Casafús

Si hay algo con lo que lidiamos la gran mayoría de los padres del mundo es con el desorden que los niños dejan a su paso. Mezclan los bloques grandes con los pequeños, arman una “casita” con cientos de cosas en ella (que prometen luego guardar), y dejan un reguero de harina en la cocina cuando deciden que es buena idea ayudarte a preparar el pastel.

Y ahí estás tú, con esa incertidumbre de no saber hasta dónde “dejarlos ser por miedo a que se conviertan en adultos desordenados y desorganizados. Calma, respira. La ropa desordenada en el cajón, el charco de jugo en la mesa y los trozos de papel higiénico en el piso del baño pueden ser una buena señal.

Tú hijo quiere mostrarte lo que puede hacer por sí solo

Nada de lo que los niños hacen lo harán simplemente por molestarnos. Ellos están en plena etapa de descubrimiento y exploración de las cosas de la vida. Todo aquello que ante nuestra mirada adulta parece un total desastre, para ellos significa pura magia. 

Y si no, fíjate en sus ojitos cuando te ayudan a amasar (aunque caiga un poco de harina al piso); o mira su sonrisa cuando llega a donde estás y te muestra la ropa que ha elegido hoy (aunque no combine, aunque no sea de temporada y aunque haya revuelto el cajón); o fíjate con cuánta felicidad te ayuda a limpiar los vidrios (aunque queden manchados y con restos de jabón).

Nos olvidamos ver a través de los ojos de niños. Como adultos, nos olvidamos de ese optimismo inquebrantable que existe en la infancia, esas ganas de aprender y de decirle a mamá y papá “iHey! ¡mira lo que puedo hacer!”

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Cambiando el chip

Desde hace algunos meses, mi hijo de 5 años todas las noches deja preparada su ropa para el día siguiente. Va al cajón y saca todo el “conjunto” como él le llama, y ello incluye guantes y algún gorro. No sé muy bien de dónde sacó eso, pues ninguno de nosotros preparamos con tanto ahínco la ropa del día siguiente.

Busca ropa que le combine y con la cual se vea “guapo”, según sus palabras. Por más que le explique que puede ponerse cualquier cosa, que él es un niño apuesto, y que no hace falta vestirse de gala para estar dentro de casa, él insiste en ponerse aquello con lo que se sienta a gusto.

Sí, el cajón ha quedado hecho un desastre. Él ha hecho el intento de doblar sus ropitas, pero muchas están metidas a presión. Mi hijo me dice de manera orgullosa que se ha vestido solo, que él mismo ha elegido su ropa y que la ha “ordenado”. Mis ojos de adulta ven el caos, pero mis ojos de niña ven la habilidad para vestirse y tomar sus propias decisiones.  Necesitamos cambiar el chip para poder ver lo que no estamos viendo.

Entonces….¿debería dejarle hacer lo que quiere?

No se trata de darles a los niños  libertades con las cuales no pueden lidiar a su edad. Sino de guiarlos, alentarlos y reforzar sus conductas positivas cuando están tratando de demostrar todo aquello que han aprendido.

Si un niño quiere cocinar junto a su madre o su padre, allí está el adulto para motivarlo a mejorar y no solo marcarle lo que ha hecho mal. Por ejemplo, mis hijos se preocupan cuando cae harina mientras me ayudan con alguna preparación. Claro que muchas veces me enojo porque no prestan atención, pero siempre tengo en mente alentarlos y felicitarlos por la actividad que están realizando, pero también haciendo énfasis en la importancia de limpiar luego de trabajar, por ejemplo.

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El refuerzo positivo es lo que marcará la diferencia. Usar frases como “Lo estás haciendo muy bien”, “Toma, aquí tienes un trapo para limpiar aquello”, en vez de de castigarlo por haber ensuciado, es lo que alzará o destruirá la autoestima del niño.

Experimentar forma parte del crecimiento

Claro que vas a enojarte por encontrar las paredes rayadas o por esa mantilla de tu abuela que ahora se convirtió en el pañal de la muñeca. Soy madre como tú, y he perdido la paciencia con estas cosas muchas veces; pero el trabajo interno para empatizar con nuestros hijos es sumamente necesario para brindarles un crecimiento emocional sano.

Déjalos que jueguen con barro. La ropa se lava. Ellos tendrán hermosos recuerdos de su infancia. Déjalos que limpien los vidrios, aunque sea necesario que luego los repases tú. Ellos quieren mostrarte su habilidad.

Deja que experimenten con “comiditas”. Mis hijos hacen una pasta con lo que encuentran en la cocina. Les dejo usar cosas como harina, orégano, cacao en polvo, sal, granos de arroz. Luego, todo se lava. Y la experiencia no se borra jamás.

Mi madre me dice que “soy más abuela que madre”. Pues mis hijos suelen hacer aquellas cosas con las que después la casa es un caos, y debemos acomodar, limpiar y ordenar. Pero sus rostros de felicidad no tienen precio, y lo listos que están siendo día a día me da la pauta que vamos por buen camino.

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Donde tú ves un desastre, ellos ven una habilidad

Comencemos a dar espacio y libertad a nuestros hijos para que aprendan por sí solos. Démosles la confianza para que ellos se sientan cómodos experimentando y también mostrando sus errores, pues no encontrarán una reprimenda sino una lección y enseñanza de nuestra parte.

Demos a nuestros hijos la libertad de ser pero siempre enseñándoles acerca de la responsabilidad de sus actos. Si ensució, luego debe limpiar, si se divirtió desordenando, luego debe ordenar, y si armó un “mercado” con los alimentos de la alacena, luego cada cosa vuelve a su lugar.

Las experiencias en la infancia quedan marcadas a fuego. Dale la oportunidad a tu hijo de creer en sí mismo y de transformar todas sus travesuras en aprendizajes para la vida. Y allí estás tú para acompañarlo en ese camino.

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Fernanda Gonzalez Casafús

Fernanda es Licenciada en Periodismo, especialista en Redacción Digital y Community Managment. Editora de contenidos y redactora en Familias.com. Nacida en Argentina y mamá de dos, ama los animales, la danza, la lectura y la vida en familia. Escribir sobre la familia y la maternidad se ha convertido en su pasión.