El bullying del que nadie habla
El acoso escolar tiene sus raíces en el comportamiento de los adultos. Los niños emulan lo que ven ¿Qué ven tus hijos en casa?
Emma E. Sánchez
Actualmente se habla mucho sobre bullying o acoso escolar y eso es magnífico, pues hace tiempo las agresiones en el entorno escolar eran algo normal al grado de no reconocerlas como un problema, y mucho menos denunciarlo y hacer algo para evitarlo.
Las campañas para que todos puedan reconocer al acoso escolar como tal, afortunadamente se difunden cada día más entre estudiantes, padres y maestros para hacer un frente común y poco a poco erradicarlo de las escuelas y la sociedad.
Todo este trabajo poco a poco comienza a dar resultados y va trayendo consecuencias positivas como el empoderamiento de las niñas, educación en valores, trabajar en las aulas la inteligencia emocional, promover la educación por la paz, la cultura de la denuncia y sobre todo, dar la atención psicológica tanto a víctimas o victimarios para romper el ciclo de la violencia en nuestra sociedad.
Lo que ahora quiero decirte es sobre otro tipo de bullying del que nadie habla pero que todos sabemos que existe, que lastima no solo a los niños sino a familias completas.
¿De qué estamos hablando?
Hablamos del rechazo a la excelencia, la anulación de la diversidad y la exclusión de la originalidad
Pero ¿qué es todo eso?
Para explicarlo, te pondrá algunos ejemplos:
El cumpleaños
Es el cumpleaños de un alumno, los padres organizan una fiesta para su hijo y mandan invitaciones para la celebración, solo para unos cuantos, provocando una situación donde pequeños y hasta sus familias son excluidos.
Anteriormente, las fiestas de cumpleaños se realizaban en el entorno familiar pero luego, sin saber exactamente cómo pasó, las fiestas invadieron el espacio escolar, generando competencia entre padres por hacer la mejor fiesta o dar los mejores obsequios ¿Te suena familiar?
Los grupos de chat
Los grupos de chat donde los padres de familia se ponen de acuerdo para hablar mal de maestro, cuestionar su manera de enseñar, sus métodos disciplinarios y hasta su manera de ser o vestir. Ojalá los comentarios quedaran allí, pero resulta que los hijos escuchan, leen y se enteran de lo que sus padres piensan del profesor e inclusive, provocando con ello, que los niños aprendan a hablar a espaldas de alguien, hacer alianzas contra alguien, tener una doble moral y manipular la información a su conveniencia. Interesante ¿verdad?
Otras generaciones de padres respaldaban al profesor y al tener dudas o cuestionamientos sobre sus maneras de enseñanza de cualquier tipo, se atendían de manera personal y en privado.
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El rechazo
Un niño con algún trastorno, o el más inteligente, sobresaliente del grupo o simplemente diferente, es rechazado por el grupo de padres.
La más terrible de las nuevas maneras de acoso es cuando padres que hablan mal de un niño o de una familia los aíslan dejándolos fuera de la vida social del grupo. Es muy triste ver que a un menor o una familia se le rechace por sus creencias, su apariencia, estatus económico o por su capacidad o limitaciones intelectuales.
¿Puedes reconocer el factor común en todas las situaciones del nuevo acoso?
¡Exacto! Los padres de familia que han ganado territorio dentro del ámbito escolar
Estoy a favor de que los padres participen activamente en la escuela y los procesos educativos y de formación, pero en el equipo de los docentes; nunca contra ellos y mucho menos contra otras familias y niños.
El gran laboratorio del a humanidad es la familia
Los niños nacen sin prejuicios, los niños no saben de burlas o discriminación hasta que lo aprenden de sus padres.
Recuerda esto: La violencia de cualquier tipo se aprende. Ningún niño nace violento.
Un niño aprende a agredir a otros o a lastimar cuando él lo ha visto en casa o peor aún: cuando a él lo han agredido y lastimado.
Los niños hacen lo que ven
Cada vez que tengo oportunidad y el trabajo de oficina me lo permite, me encanta salir al recreo a jugar con los niños, y como me canso muy rápido tras corretearlos me quedo sentada mientras los observo y escucho lo que hablan. Me encanta escucharlos y reconocer sus pensamientos, sus razonamientos y ver cómo se organizan para resolver los problemas y sobre todo cuánto amor y cuidado suelen dar a los animales y el medio ambiente.
Cuando los veo trabajar juntos, apoyarse, preocuparse por el que se cayó o está solo, me conmueven hasta las lágrimas y en mi interior se enciende la flama de la esperanza por el futuro, pero los años pasan como las generaciones que van y vienen por las manos de los maestros y vemos cómo se cumple el dicho aquel que…
“La manzana no cae lejos del árbol que lo vio nacer”
Los niños crecen y se convierten en nuevas versiones de sus padres: generosos o engreídos, ubicados o fuera de toda realidad, pero casi siempre como ellos. A veces regresan nuestros niños ya adultos, universitarios, profesionales y hasta padres, nos hablan y juntos recordamos su infancia, recuerdos felices, y otros no tanto.
La última vez que hablé con una ex alumna, me platicó todo el rechazó que vivió por parte de los padres de algunos compañeros; ella era una niña a la que no le gustaba jugar con niñas, prefería jugar con niños y las madres de las pequeñas la juzgaron como “rara”. Esa etiqueta la acompañó hasta que se alejó de la ciudad donde había crecido.
Con lágrimas, esta joven mujer me habló de las fiestas a las que no fue invitada, la pijamada donde le pidieron no se quedara a dormir y de los miles de consejos que otros padres “ de buena voluntad” le dieron a su madre para que estuviera al pendiente de su hija a la que no le gustaban las muñecas.
Su infancia y adolescencia no son un recuerdo feliz, ella conoció la felicidad de no ser juzgada hasta la universidad, donde conoció a su esposo. Hoy es una linda mamá preocupada y ocupada en educar una familia libre de prejuicios, aman conocer gente nueva y diferente así como ayudarles a integrarse al grupo de amigos.