El cuerpo grita lo que el corazón calla

Mucho de lo que sucede en la realidad corporal, tiene que ver con nuestras emociones, nuestros pensamientos.

Danitza Covarrubias

Una de las grandes respuestas sin responder de la psicología es cuál es su objeto de estudio, y hay muchas respuestas diversas para ello. Según la etimología de la palabra, psique es alma, por lo que sería el estudio del alma. Sin embargo, entramos a otras preguntas filosóficas aun más complejas de responder, como si somos cuerpo y alma, o solo cuerpo, o solo alma. Evidentemente no hay aún respuestas científicas y definitivas a estas preguntas existenciales. Más bien, hay diversas posturas y posiciones dentro de la infinita gama de posibilidades.

Dentro de estas visiones y posibilidades existe la innegable realidad de que, sea cual sea la respuesta, mucho de lo que sucede en la realidad corporal, tiene que ver con nuestras emociones, nuestros pensamientos. Lo que nos acontece en el plano e nuestras emociones afecta al cuerpo. Y esto incluye también el fenómeno de las enfermedades.

Probablemente arrojarme a este tema, sea como entrar a navegar en plena tormenta, puesto que hay una situación real y delicada que vivimos como humanidad: la crisis de una epidemia nueva que nos amenaza a todos.

¿Cómo explicarnos una enfermedad epidémica en la visión de que los conflictos emocionales son las enfermedades?

Es un tema bastante complejo, sin embargo trataré de abordarlo.

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La enfermedad individual

Cuando hablamos de que la enfermedad es un conflicto emocional, no queremos decir que todo el proceso biológico no existe. Esto quiere decir que los pensamientos, las emociones, tienen un efecto directo con los procesos fisiológicos.

Un ejemplo claro es cuando ante un peligro, tan sencillo como la presencia de una araña, sentimos miedo. Ante esto el cerebro envía señales que provocan una segregación de adrenalina, misma que da la fuerza ya sea para correr lejos de ella, o para pisotearla con valentía.

En este ejemplo, el evento tuvo una emoción, una expresión, una solución. De manera similar, cuando hay otras situaciones en las que hay emociones, el cuerpo se modifica, pero hay veces que no son expresadas ni resueltas. Es entonces cuando la enfermedad surge.

Hay muchos estudios, algunos coincidentes, otros no, respecto a qué conflicto corresponde a cuál enfermedad. Existe desde la correlación simbólica de la función y significado del órgano en cuestión, hasta el estudio médico de la ontogenia para conectar las enfermedades con los conflictos.

Lo que nos tratan de decir las enfermedades

Con esto no podemos afirmar que debemos negarnos a los tratamientos médicos alopáticos. Simplemente que las enfermedades siempre llevan un mensaje de crecimiento, de qué temas necesitamos aún mirar para poder mejorar. Sentirnos mejor, no sólo a nivel fisiológico, con un medicamento que elimine los síntomas; sentirnos mejor puede significar también resolver una emoción que se quedó sin procesar. He ahí el reto.

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Ante la afirmación de que la salud mental tiene una correlación con la salud física, es fundamental poder cuidarnos de manera integral cuando hablamos de salud.

Por ejemplo, hay estudios científicos donde la actitud ante una enfermedad grave como el cáncer puede favorecer o perjudicar la evolución de esta. También hay estudios donde se correlaciona el estrés con la respuesta del sistema inmunológico, que se ve comprometido.

Es por lo tanto importante poder tener claras nuestras emociones. Nombrarlas, procesarlas, darles solución ¿Qué es darles solución? Todas las emociones corresponden a una necesidad. Poder darle lugar a la emoción es contactar con la necesidad para poder solucionar la situación.

En el caso de una pandemia, por ejemplo, el peligro es que el miedo nos invade. No sólo el temor a ser infectados, sino a las consecuencias económicas y sociales que conlleva el aislamiento que actualmente vivimos.

Es, por lo tanto, parte de nuestro cuidado ante esta contingencia, el poder atender lo que nos sucede emocionalmente.

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La enfermedad colectiva

Puesto que la dialéctica entre lo individual y colectivo no tiene una frontera delimitada, lo que sucede en lo personal tiene un efecto social. Si además de esto asumimos que somos un subsistema ante sistemas más amplios, sabremos que tenemos un impacto en lo que nos sucede.

Por ejemplo, si una mujer tuvo un problema en el trabajo con su jefa, y llega a casa estresada, lo más seguro es que tenga una bajísima tolerancia con sus hijos. De esta manera, afecta a su subsistema familiar. A su vez, un niño que vive estrés en su familia, al ir a la escuela es posible que presente conductas poco aptas con sus compañeros, lo cual afecta en lo social. Y así, nos vamos de subsistema a un sistema mayor.

Si a esto sumamos que todos vivimos en un mismo sistema económico, social, político, podemos explicarnos mejor cómo todos somos parte de un todo. Cada país incluso es parte de una organización mundial, a la cual sumarse. Así todos somos parte de la humanidad.

Lo que pasa nos afecta a todos. En este momento, todos vibramos en las mismas emociones. En general, vivimos con tensiones económicas, necesidades de amor y vinculación, que solemos evadir con tecnología y con adicciones socialmente aceptadas como el alcohol, trabajo, tabaco, incluso compras compulsivas. Miramos hacia afuera tratando de llenar un vacío que está adentro. En ello, nos llevamos al mundo hacia la destrucción.

El camino hacia la salud individual y colectiva

Esta situación particular nos invita a todos a mirar hacia adentro. Dentro de nuestros hogares, de nuestras relaciones con pareja, hijos, padres, incluso dentro de nosotros mismos. Mirar los verdaderos huecos, vacíos, necesidades. Mirar y sanar nuestras relaciones con el mundo, con los demás, con nuestra persona.

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Es muy seguro que si muchos acudimos al llamado, podamos renovarnos. Y así, haciendo cada uno una renovación micro, podemos llevarlo a lo macro. Iniciando como grano de arena, terminaremos haciendo una enorme playa, abonando a un cambio mundial.

Que en esta crisis encontremos la oportunidad, individualmente y como humanidad, a sanar. Sanar no sólo en lo fisiológico; no solo evitar el contagio de un virus, sino sanar integralmente, de manera que transformemos nuestro espíritu.

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Danitza Covarrubias

Danitza es originaria de Guadalajara, Jalisco, en México. Licenciada en psicología y maestra en desarrollo transgeneracional sistémico, con certificación en psicología positiva, así como estudios en desarrollo humano, transpersonal y relacional. Psicoterapeuta, docente, escritora y madre de 3. Firme creyente que esta profesión es un estilo de vida.