El día que nació mi hija yo no me convertí en madre

Su historia puede ser la tuya también...

Emma E. Sánchez

Dada mi vida familiar nunca quise ni soñé, como otras chicas, en casarme y mucho menos en tener hijos. Mis sueños eran más bien de estudiar y viajar, leer mucho, escribir otro poco y ni por error estar atada a la voluntad de un hombre quien seguramente -como mi padre a mi madre- se encargaría de limitar mis sueños y aspiraciones.

Así que eso de la familia, no me significaba nada especial

Pero en la universidad conocía un joven estudiante de física que no solo creía en la ciencia sino también en la familia y me enamoré de él. Al tiempo nos casamos y en un abrir y cerrar de ojos, ya esperábamos a nuestra primera hija.

El embarazo fue de lo mejor, seguir estudiando y trabajar no representaron mayores esfuerzos y todo era simplemente perfecto en nuestra gran felicidad. Los días del alumbramiento llegaron y una mañana el dolor avisó que la bebé llegaría ese día.

Llegamos al hospital y tras la revisión médica, me detuvieron pues el trabajo de parto había iniciado. Fueron tan solo unas cuantas horas desde mi ingreso hasta el momento de comenzar a pujar, no hubo grandes dolores o escenas terrible de gritos, hubo más bien sueño y tranquilidad. El gran momento llegó, las enfermeras se movilizaron y los médicos hicieron lo propio: un intento, otro más y ¡la niña nació! La pusieron en mi pecho para conocerla y aún hoy poco más de 25 años después puedo cerrar los ojos y volver a ver su carita como ese mismo instante, ella me sujetó el dedo meñique con tal fuerza que me atrapó para toda la vida.

Al día siguiente, las dos nos fuimos a casa sin saber las cosas que terribles que ocurrirían

Los primeros días me sentía simplemente maravillosa y fuerte, en franca recuperación física y mi esposo era el ser más feliz, cuidaba de ambas como todo un experto y todo parecía ir de lo mejor hasta que en la mañana del décimo día del parto, simplemente estaba paralizada, no podía mover mi cuerpo, había un poco de dolor pero no podía moverme. Mi esposo llamó a su madre quien le dijo -llévala a urgencias esto está muy mal- se quedó con la niña dormida en sus brazos y esa fue la última vez que vería a mi pequeña en mucho tiempo.

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Una vez en el hospital pasaron más de 12 horas y los médicos aún no tenían un diagnóstico por lo que a la mañana del día siguiente, simplemente me avisaron que tendría una cirugía exploratoria.

Recuerdo el camino a la cirugía y estar en la plancha lista, la llegada providencial de un querido amigo estudiante de medicina que comenzaba su internado justo ahí en ese hospital ese día y luego recuerdo las palabras del cirujano decir: esto está muy mal, más anestesia por favor- Entonces por primera vez sentí un miedo indescriptible pero no a morir sino a no poder estar con la niña… y claramente recuerdo haber comenzado a orar, rogué una y otra vez por la oportunidad de vivir para poder criarla, supliqué por tiempo para criarla, por tiempo en esta vida para criar a mi hija recién nacida.

Nunca creo que he vuelto a rogar a Dios como aquel día

Cuando desperté y cobre conciencia, varios días después, la enfermera me dijo ¡qué bueno que ya regresó! ¡Ya nos tenía preocupados! Y corrió a buscar al médico y dar aviso a mi esposo quien no se había movido del hospital ni un solo día.

Tardé casi dos meses en regresar a casa y volver a ver a mi hija, mi recuperación fue lenta y gracias a los cuidados de mi esposo y mi su madre poco a poco pude regresara la normalidad.

La vida siguió y años más tarde nos nacieron dos hijas más y en silencio me propuse criarlas para ser independientes, autosuficientes y que no me necesitaran si yo llegaba a faltar.

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Y como un suspiro, los años pasaron y un día nuestra hija mayor estaba vestida de novia en el altar lista para unirse a un joven maravilloso, su gozo era total y en ese instante de dicha plena puede escuchar con claridad -el tiempo de criar a la niña se acabó- Un leve temblor me recorrió al recordar mi ruego y entonces, solamente dije – Gracias padre, gracias por todo el tiempo que me diste- si era tiempo de presentarme ante Dios, estaba lista pero el Señor en su misericordia me ha dejado aquí en la espera del primer nieto trabajando y disfrutando de cada minuto, en esta aventura maravillosa que llamamos vida.

Mi hija nació un día 4 pero yo me convertí en madre dos meses después cuando entendí que yo era la responsable de ella y que es un privilegio la maternidad y la vida para ejercerla.

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Emma E. Sánchez

Pedagoga y Terapista familiar y de pareja. Casada y madre de tres hijas adultas. Enamorada de la Educación y la Literatura. Escribir sobre los temas familiares para ayudar a otros es mi mejor experiencia de vida.