El fantasma y la cripta. Secretos familiares que se guardan

Si arrastras algún secreto familiar, no dejes que su fantasma se exprese en tu vida, y la afecte en lo cotidiano, identifica su cripta y libérate de esa carga generacional.

Marta Martínez Aguirre

Una tumba mal cerrada siempre deja abierta la posibilidad de que algún fantasma tenga el mal gusto de salir a ratos, generación tras generación.

Javier llegó a consulta con los ojos marchitos. Cuando tenía tres años una tía lejana había dado a luz, pero a las pocas horas falleció, según le contaron sus hermanas. Así que su madre decidió criar a ese niño, a quien llamaron Andrés. Javier no tenía muchos recuerdos de su padre, que también había fallecido en el mismo año.

A él le encantaba tanto pertenecer a esa familia, los valores espirituales transmitidos, los almuerzos familiares… Enterarse ahora del “secretito familiar” era más que un balde de agua fría, según sus propias palabras; “un arroyo contaminado de mentiras recorriendo su vida”. No quería saber nada de nadie, nunca más.

Traté de calmarlo. Me contó que Andrés tenía cáncer de médula y precisaba un trasplante. Pero su angustia no era por eso, sino por lo “otro”. Cuando el médico habló de Andrés, Javier recorrió en su mente las tardes de lluvia jugando a las cartas, y las noches de primavera cazando bichitos de luz. Ahora ambos eran “grandes” y, sin embargo, se sentía tan frágil y sin fuerzas para sostenerlo. “¿Dónde conseguirían un donante?”, se preguntaba llorando a gritos.

Una vez en el automóvil, en medio de la desesperación, su hermana del medio dijo, “Bueno, es hora de que digamos la verdad”. Aunque su madre se oponía con todas sus fuerzas, su hermana mayor gritó, “Es mi hijo, no voy a dejarlo morir”. Su hermana mayor había sido abusada por su padre, quedó embarazada; su madre se negó a que abortara. Su padre había estado preso muchos años.

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Ahora comprendía por qué sus hermanas rehusaban mirar películas en las que la temática fuera el abuso. Y sobre todo, por qué las idas al cementerio siempre eran cuando él no podía ir. La verdad “silenciada” lo convertía en el hijo de un violador, y en tío de Andrés.

Muchos sueños recurrentes tenían sentido, como el de la policía llevando esposado a su padre, o frases familiares que se decían con vehemencia, “Esta familia es eterna y todo se guarda”. Andrés “encriptaba” en su cuerpo un dolor arcaico, su sangre quería ser renovada metafóricamente. Todas las familias, por encantadoras que sean, guardan un cadáver en el ropero, o una cripta mal cerrada.

Fueron Nicolas Abraham y Maria Torok quienes introdujeron la noción de “el fantasma y la cripta” para referirse a secretos familiares que se guardan. Así el secreto se instala en la primera generación, la segunda lo ignora y de alguna forma se escapa en generaciones futuras, se oculta en una “cripta” y sale como un “fantasma” en forma de sufrimientos, pesadillas, enfermedades graves, accidentes…

A lo largo de mi experiencia profesional, los he visto:

  • Desde enfermedades innombrables, orientaciones sexuales no aceptadas, divorcios, adopciones, infidelidades, abusos sexuales, hermanos de padres diferentes, suicidios, muertes violentas, discapacidades, familiares psiquiátricos, o todo lo que resulte vergonzante para la época.

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  • Así, esos “secretos” se constituyen en fantasmas inter e intrafamiliares que no permiten que la comunicación fluya y producen silencios que frenan la posibilidad de reparar las heridas y elaborar duelos.

  • Hay tres grandes temas que se convierten en fantasmas: el origen de las personas, la muerte y la sexualidad.

  • Lo que se intenta es proteger la buena reputación, la imagen familiar, personal y social.

  • Lo silenciado pasa generación tras generación hasta que en alguna lo innombrable e impensable produce síntomas en algunos integrantes y emerge tarde o temprano, aunque no sea develado. Esto se produce, por ejemplo, en sueños, pesadillas recurrentes, obsesiones, ideas fijas sobre algo, sentimientos extraños o pensamientos ajenos, como si vinieran de otra persona (“Siento que soy adoptado”, “Algo me dice que no encajo”, “No lo siento como mi padre”). También en actos de “lealtad” inconsciente: un padre que no pudo estudiar por tener que mantener a la familia y alguno de sus hijos pierde siempre el examen final, sin lograr superar el nivel académico del padre.

  • El secreto “flota en el aire” y es expresado en otras formas (miedos, sueños, enfermedades emocionales o psicosomáticas, manías). Por ejemplo, un padre infiel, para reparar su culpa, adopta una religión rígida y sus hijos son híper-moralistas.

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  • Un asesinato silenciado generó un niño con pasión por los seriales de crímenes y cada año, cerca de la fecha, acusaba crisis violentas. Los niños elaboran como pueden lo que ocurre en su entorno, de modo que con fragmentos de palabras, frases susurradas y actos incomprensibles logran formaciones bizarras.

  • No temas decir la verdad. Decide revelar la verdad, no dejes que el fantasma viva por ti, por más doloroso que resulte; siéntate a hablar y confiesa eso que tanto te duele.

  • Responde con responsabilidad. Asumiendo que ahora puedes hacer algo distinto de eso que ha sucedido, y opta por sembrar un camino de verdades.
  • No vivas a la sombra del pasado. Tus hijos tienen derecho a saber esas verdades silenciadas, a descubrir su identidad, a entender tus dolores, a comprender ciertos hechos, a entender trastornos emocionales; sobre todo, recuerda que no serás menos amado.
  • No dejes que el fantasma tome tu vida. Deja de guardar ese secreto ajeno y habla con otros familiares sobre que no vas a mantenerlo, porque apelarás a la salud y te aferrarás a la vida.
  • No nombres a tus hijos con nombres de ancestros muertos en sucesos trágicos. Una generación de hijas llevaban el nombre de una abuela muerta en el parto, una bisnieta sufría de amenorrea, no pudiendo tener hijos, y recién pudo quedar embarazada cuando optó por nombrar a su hija de otra forma, rompiendo el esquema familiar.

Recuerda lo que dijo San Agustín: “Los muertos son unos invisibles, no son unos ausentes”. Decídete y cierra todas las criptas que arruinan tu vida.

El punto de vista del autor no necesariamente representa la opinión editorial

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Marta Martínez Aguirre

Marta Martínez es de Uruguay. Posee una licenciatura en Psicología, y un posgrado en Logoterapia. Ama todo lo que hace y adora servir. Es especialista en atención psicológica domiciliaria. Contacto: