El matrimonio no es el cuarto de terapia y tu pareja no es tu terapeuta
El matrimonio no es el cuarto de terapia y tu pareja no es tu terapeuta. Lidiar con las heridas de tu pasado es tu responsabilidad.
Denhi Chaney
Muchos adultos caminan, comen, duermen, se casan y tienen hijos trayendo algo dentro que, aunque invisible para todos, es muy real para ellos: las heridas de su niñez. Desafortunadamente, muchos de nosotros crecimos en un ambiente donde fuimos lastimados de tal forma, que esas heridas nunca sanaron y se quedaron dentro, frescas y palpitantes. Muchos queremos ignorarlas, pero sabemos bien que ante la más mínima provocación, salen a flote y esta reacción hiere a las personas que más queremos. No digo esto para hacerte sentir mal, sino para que entiendas que esas heridas son reales y no se van a borrar solo porque lo deseas: tienes que hacer algo más al respecto.
En la mayoría de los casos, estas heridas están “dormidas”, por así decirlo, mientras somos solteros y no tenemos ninguna relación que nos requiera vulnerables. Las cosas cambian cuando conocemos a una persona y la llegamos a amar: nuestro corazón está expuesto y, con ello, todo lo demás que traemos dentro. Es por ello que cuando estamos dentro de una relación amorosa, se manifiestan y dejan de estar dormidos nuestros dolores infantiles, causando bastantes problemas y sufrimiento en ese despertar. Te sugiero, entonces, que empieces a lidiar con las heridas de tu niñez antes del matrimonio y que consideres los siguientes aspectos:
1. Tu pareja no es tu terapeuta
Vamos a dejar algo bien claro: tu pareja no es tu terapeuta y es injusto que esperes que lo sea. Mientras es entendible y normal que nuestra pareja nos escuche y nos consuele, eso no significa que debamos esperar que solucione nuestras heridas, pues cuando falla en hacerlo (y casi siempre ese es el caso) nos enojamos. Repito, tu pareja no es responsable de sanar tus heridas: tú eres el único responsable de hacerlo.
2. Lastimas a quien más amas
No es suposición, sino un hecho que cuando no hemos lidiado con nuestros problemas, terminamos lastimando a la persona que más queremos. Esto ocurre porque es la persona que está más cerca y la única que, hasta cierto punto, nos aguanta pese a todo. Pero, ojo: esto no dura para siempre. Es injusto y está mal que nuestra querida pareja pague por los errores de las personas que te causaron dolor hace tiempo: no es necesario que nadie más pague por ello, ¡lidia con esas sensaciones pronto!
3. El recorrido no lo haces solo
Como mencioné en el primer punto, tú eres responsable de sanar tus heridas, pero lo maravilloso de estar en una relación sana y estable es que no tienes que hacerlo solo: puedes sanar con el apoyo incondicional de tu pareja. Cuando estamos lidiando con estas viejas heridas, nos deprimimos y puede que lloremos mucho –y está bien, las lágrimas limpian nuestra alma–, para ello no existe nada mejor que encontrar los brazos o el hombro de nuestra pareja, de modo que todas esas lágrimas no se derramen en soledad.
No esperes a que todo explote para darte cuenta que tus heridas están ahí y seguirán contigo, vayas donde vayas. Lidia con ellas, conócelas, llora mucho, ríe mucho y, ante todo, busca el apoyo de tu pareja: pese a que no puede hacer que el dolor desaparezca, sí puede ofrecerte un lugar seguro para derramar cuantas lágrimas sean necesarias.