El peligrosísimo juego que los niños están jugando estos días y que los adultos debemos detener
¿Un punto, dos, tres o diez? ¿Cuánto vale la vida y felicidad de nuestros hijos? ¿Cuántos niños deben quitarse la vida para que los adultos hagamos algo de verdad?
Mariel Reimann
Cuando era niña, y los teléfonos inteligentes no existían, recuerdo que nos pasábamos un papelito doblado en un diminuto cuadradito en el que había una pregunta: ¿Gustas de mí? Esa era nuestra versión de los mensajes de textos. Debajo de la pregunta había un ‘sí’ y un ‘no’ y debías tachar la respuesta correcta.
Un juego ‘inocente’ que analizándolo hoy en día, era una forma de medir cuántas personas en el aula, gustaban de nosotros; una forma de medir nuestra popularidad, de alguna manera.
Años más tarde, en una conversación con mi mejor amiga, madre de un adolescente de 14 años, ella me comentó que su hijo había decidido desactivar su cuenta de Facebook. Yo sorprendida le pregunté por qué, y ella respondió: “por un juego ridículo que ahora usan estos chicos en el que se sacan una foto (un selfie) y los demás deben darle un puntaje del uno al diez, según lo físicamente atractivos que les parezcan”.
En ese momento no le di importancia, y sólo pensé que la juventud de hoy ya no sabe que inventar para distraerse.
Hace un par de días, mi hija de casi 11 años, llegó llorando de la escuela. Los niños le habían adjudicado puntajes demasiado bajos y en su inocencia, esto la había dañado. “Es mejor no saber si los demás piensan que eres linda o no, es mejor no saber que todos creen que soy fea”, me dijo entre lágrimas, y allí entendí que debemos detener esto, que es una bomba de tiempo.
En ese momento pensé… qué pasaría si nosotros como adultos, haríamos lo mismo en el trabajo. Si un día llegamos, nos sacamos un selfie y luego nuestros compañeros de trabajo nos dicen si nuestra apariencia física vale un punto, dos, tres o diez. Lo más probable es que terminaría en un completo caos.
Este juego debe detenerse
La organización Do Something, presenta estadísticas alarmantes que muestran lo afectada que se ve el autoestima de niños de entre 10 y 17 años. Entre los estudiantes de la escuela secundaria y preparatoria, el 44% de las niñas y el 15% de los varones, están tratando de bajar de peso; el 70% de las niñas evita salir en público si no siente que se ve bien; el 75% de las niñas con baja autoestima utiliza comportamientos negativos como cortarse, bullying, uso de tabaco, alcohol y desórdenes alimenticios.
“Siete de cada diez niñas cree que no es lo suficientemente buena en comparación a los demás. Esto incluye la forma en la que se ven, su rendimiento escolar y sus relaciones con familiares y amigos”, explica el reporte de Do Something.
No se trata de un juego inocente
Lamentablemente, por más inocente que este juego parezca, no lo es. La gran necesidad que estos niños tienen de sentir que pertenecen a un lugar, a un grupo, a una escuela, los ciega y los impulsa a conductas destructivas.
Nadie debería ser juzgado en una foto, sin embargo es algo que está pasando en este preciso momento, y a lo mejor a alguien cercano a ti. Es nuestra responsabilidad enseñarles a nuestros hijos en dónde se encuentra su verdadero valor y cómo lo que los demás piensen de su apariencia no debe tener ningún valor.
“Yo publiqué en el muro de mi hijo que lo que estaban haciendo estaba mal, que nadie debería decidir el valor de otra persona en un espacio público, ni en ningún lugar, como si se tratará de una subasta”, compartió mi amiga acerca de su reacción al juego que su hijo estaba jugando.
Yo como madre pensé que no hubiera hecho lo mismo, que eso la hubiese perjudicado a mi hija. Sin embargo, este niño, por la acción de su madre, se ganó el respeto de todos aquellos niños en su clase que odiaban el juego, pero que no se animaban a hablar.
“No es un juego de niños, es la responsabilidad de los adultos”
Ese fue un comentario de uno de nuestros lectores ante la [publicación sobre la muerte de Danny, un niño de 13 años que decidió quitarse la vida luego de no soportar los acosos de sus compañeros por su peso.
Es nuestra responsabilidad enseñarles hasta que la boca se nos seque de tanto explicar; es nuestra responsabilidad el guiarlos con el ejemplo, sin clasificar a las demás personas que vemos por ahí; es nuestra responsabilidad la de hacerlos saber que sí pertenecen, que estamos allí para amarlos incondicionalmente.
¿Cuántos niños más deben quitarse la vida para que nosotros de verdad tomemos cartas en el asunto?