¿En qué manual aprendo a ser padre? La vida se encarga de esa enseñanza
Cuando uno está a punto de convertirse en padre de familia, surgen dudas como: ¿Y qué voy hacer con un hijo? ¿Seré buen padre?
Erika Gaytán
Dicen que al encontrar a tu pareja ideal los hijos son la mejor bendición que puedes recibir, y aunque no vienen con un instructivo para padres, sabes perfectamente que esos pequeños seres te guiarán para que hagas tu papel lo mejor posible.
A uno le van surgiendo muchas preguntas, cuyas respuestas quisiera hallar en un manual y de forma detallada: lo que puede causar el llanto de un bebé, cómo bañarlos, cómo cambiarlos, por qué llora; saber lo que quiere, lo que necesita, lo que le duele, y lo más importante… ¿por qué fui elegido para estar a cargo de un bebé?
Si en muchas ocasiones no puedo controlar mi propia vida, ¿cómo voy a cuidar de un pedacito de carne tan frágil, pero tan fuerte al mismo tiempo, capaz de sacarme una lágrima sin razón, de incentivar las agallas suficientes para darle lo necesario… de olvidarme de mí y ponerlo en primer y único plano? ¿En qué manual aprendo a ser padre? La vida, sin duda, se encarga de esa enseñanza.
¿Cuál es el principal error en el que incurren algunos padres de familia?
En tiempos pasados se imponían métodos poco ortodoxos como reglas, castigos y golpes que “ayudaban” a conseguir su obediencia, pero nunca su respeto, y mucho menos su cariño. Frases como “Yo sabré cómo educo a mis hijos”, aparte de ser una completa falacia, denota soberbia y rebeldía. Nadie sabe ser padre o madre, el problema es crearnos la idea de ser sus dueños, de tener la razón siempre.
No somos capaces de admitir nuestros temores, dudas y errores. Pudiendo escuchar experiencias en otros padres, acercarnos a especialistas, preferimos “educarlos” de acuerdo con lo que vivimos o no vivimos en nuestro hogar, sin hacer una autoevaluación. Por otro lado, existen padres que se autocalifican como “modernos”, que se caracterizan por “comprar” cariño. Como no tienen tiempo para convivir con la familia, lo compensan con regalos, olvidando esa frase tan cierta de “Calidad, no cantidad”. A este tipo de padres no les importa si sus hijos colaboran en casa, si van bien en la escuela y mucho menos su conducta.
Existen también aquellos que quieren estar a la “vanguardia”. Los que compran cualquier cosa que sus compañeros, vecinos o amigos poseen, olvidando si sus hijos lo merecen, si lo sabrán valorar, cuidar y si le darán el uso correcto.
Experiencia compartida y comprimida en 10 puntos
Los tiempos han cambiado y se ha tratado de desterrar esa famosa frase: “La letra con sangre entra”, que no solo se aplicaba en las escuelas, sino también en los hogares. Sin embargo, en algunos casos se ha llegado al extremo total, donde los hijos se han convertido en los padres. Todo extremo es malo y este, fatal.
Aquí algunas propuestas de lo que se puede hacer como padres:
- Calidad, no cantidad. De qué sirve estar todo el día en casa si solo vas a ver la televisión, hablar o enviar mensajes por el teléfono celular o en la computadora. Busca el tiempo para convivir de verdad con tus hijos.
- Expresa tu cariño. Esto llega a ser complicado para varios padres de familia, ya que a muchos el demostrar sus sentimientos representaba un signo de debilidad. Pero no te preocupes, inténtalo, ya verás lo que produce en tu interior; claro, siempre y cuando seas honesto.
- Interactúa. Organiza actividades dentro de casa y para fines de semana que sean interesantes, pero sobre todo que te ayuden a conocerlos.
- Cero sobreprotección. Es lógico que, como padre de familia, no quieras que les pase nada; sin embargo, debemos recordar que solo los errores nos ayudan a crecer. Cada tropiezo es un escalón seguro. No dejes de estar atento, pero déjalo y confía en tu educación y ejemplo.
- Incentívalos. La motivación es muy importante para hacerles ver que reconocemos su esfuerzo y sus logros. Pero, cuidado, no se vale premiar nada más por no querer estar “a la moda”. Con esto solo conseguirás apatía en su educación y problemas graves de presunción.
- Cero comparaciones. Todos los hijos, aunque provengan de una misma familia, no significa que sean iguales. Cada uno tendrá un carácter diferente, aunque lleven la misma educación. Conócelo y trata de comprenderlo.
- Coherencia. Sé coherente con lo que digas y hagas. No hay mejor educación que el ejemplo.
- Respeto. Crea un ambiente de respeto tanto para dirigirte a ellos, como en las diferentes ideas que puedan tener como niños, adolescentes y jóvenes.
- Yo adolescente y yo joven. Trata de recordar cómo eras, cómo pensabas y cómo actuabas a su edad, eso te ayudará para comprender mejor la situación que se presente.
- Las palabras matan. Como bien dicen, por muy enojado que te encuentres trata siempre de pensar lo que vas a decir. Las palabras suelen herir más que muchas acciones y se puede volver en tu contra, tarde o temprano. Si crees que no puedes con tu enojo, respira profundo, retírate y cuando estés más tranquilo, habla. Y trata de que tu hijo nunca se vaya a la cama con ese enojo.
El poeta y dramaturgo alemán Friedrich Schiller (1759-1805) afirmaba: “No es la carne y la sangre, sino el corazón lo que nos hace padres e hijos”. Es cierto, ser padre implica mucho más que el solo hecho de tener un hijo: te cambia, te enaltece si lo haces con valor, perseverancia y, sobre todo, con amor.
Nunca podrá existir un manual que nos lleve de la mano para educar a nuestros hijos por la sencilla razón de que cada uno es diferente en cuanto a su forma de ser, pensar y de ver las cosas; a pesar de pertenecer a una misma FAMILIA.
Aprende a ser papá: escucha experiencias de otros, deja guiarte por tu corazón, pero no olvides que tu papel es ser guía; enséñale cómo, dale ejemplo, déjalo que aprenda y se equivoque aunque te duela, sabes que eso le servirá en el futuro; nunca lo dejes de ver y confía en ti, porque al hacerlo confiarás en él.