En sus marcas, listos… ¡Soy mamá!
Todas las mujeres estamos equipadas para emprender la carrera: ser madres; y llegar victoriosas a la meta: cambiar sus lágrimas por sonrisas.
Paola López Martínez
Todas las mujeres estamos equipadas para emprender la carrera: ser madres; y llegar victoriosas a la meta: cambiar sus lágrimas por sonrisas. En mi ajetreado ir y venir en ocasiones me es necesario y reconfortante detenerme, alzar la mirada al cielo y agradecer a Dios por darme suficiente amor y energía para continuar en la mayor persecución de mi vida: ser madre de mi hija.
Y es que aunque todas estamos perfectamente equipadas, cada una es única y especial. Existen mamás lloronas, que se preocupan; hay otras que sonríen y que siempre ven todo positivo; hay las que limpian todo el día y otras que, como yo, trabajamos en una oficina; hay mamás, como la mía, que siempre te abrigan y son sabias. Todas tenemos algo de esto, algunas en mayor cantidad que otras, pero absolutamente todas tenemos un fin en común: de nuestros hijos hacer adultos plenos y felices.
Y cómo no comparar nuestra labor con una carrera si nuestro trabajo comienza a las siete de la mañana: con la tos de nuestro hijo que nos indica que tiene el cobertor en los pies, con el que lo abrigaste varias veces durante la madrugada; continúa al preparar con entusiasmo el desayuno del pequeño -la noche anterior te había dicho que quería pan y queso-, decoras el plato, lo acomodas perfectamente en el mantel, subes la escalera entonando el nombre de tu hijo y recibes una mueca; ahora cantas la canción que lo despierta, y se escucha un llanto, lo besas con amor y le haces cosquillas, él dice, “Mami, tengo sueño”; lo animas, lo cambias, lo peinas y le haces saber lo hermoso que es. Bajan corriendo, y con muecas desagradables descubres que no se le antoja el plato servido, y te pide otro desayuno; suspiras, pides amor y paciencia; ahora cortas cuadros de manzana y les viertes yogurt, y terminas comiendo tú el pan con queso.
Tomas su mochila, tu bolsa y portafolio, le dices, “Despídete de papi”. Lo subes al automóvil, y mientras te abrochas el cinturón de seguridad él ya tiró algo dentro del coche, lo que te saca de tus casillas; sin embargo, vuelves a pedir amor y paciencia. Arrancas el carro, le pides que oren juntos, tiene tanta alegría, tanta inocencia, tanto amor, y encuentras que es tu mayor bendición. Muchos pudieran creer que tu labor de mami queda fuera mientras está en la escuela, pero te descubres preocupada por cómo estará, si aprenderá, si comerá su lunch, si estará sonriendo… luego te tranquilizas, él estará bien.
La carrera sigue, llegas a casa, él te recibe amorosamente con un “Mami, mami, llegaste”, te abraza y te da un beso lleno de chocolate; le preguntas porque ha comido golosinas antes de comer, te sonríe y todo le perdonas, porque lo amas incondicionalmente. Se sientan a la mesa, come unas cuantas verduras y le pone salsa catsup a todo. Termina y lo mandas directo a lavar sus manos, ya existen demasiadas marcas de ellas en las paredes, pero, acéptalo, sus manos le da un aire de armonía a tu hogar. Salen a jugar, a andar en bici o a regar el jardín, juntos todo es diversión y se vuelven invencibles. Se llega la hora del baño: persecución segura, corre solo en ropa interior por toda la casa hasta que lo atrapas; preparas el agua, le regalas quince minutos en la tina y agregas burbujas para que juegue. Lo secas, lo peinas alocadamente, se ríen a carcajadas, le pones la pijama, le preparas quesadillas -su cena favorita-, se cepilla los dientes, lo mandas a dormir, te pide que le leas un cuento, una, dos, tres veces… te pide que no apagues la luz y que te quedas sentada junto a él hasta que se duerma, le cantas esa canción que compusiste para él, lo miras dormir, tranquilo, en paz, suspiras de amor, das gracias a Dios. Ser madre es la mayor bendición. Sin duda no hay descanso, la carrera es ardua, pero no hay nada mejor.
Esta es mi carrera, que quise compartir contigo, porque, aunque es pesada, la emprendo con amor. Probablemente la tuya sea aún mayor y también habrá momentos en los que querrás desmoronarte, pero te digo, mujer: honorable y bendecida seas por tu ánimo, amor y paciencia día con día. Ten por seguro que tu voluntad será recompensada. Te motivo para que sigas esforzándote, porque todos tus esfuerzos valen la pena. ¿Preparada?
En sus marcas, listos… ¡Soy mamá!