Enseña a tu hijo a actuar ante las agresiones de sus compañeros
Aquí tienes 5 recomendaciones para blindar a tu hijo y que no lo lastimen. Un niño seguro de sí mismo será un niño feliz.
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Emma E. Sánchez
Una de las más grandes preocupaciones de las madres hoy en día es que sus hijos, al ingresar a la escuela, puedan ser víctimas de acoso o agresiones de parte de algún otro compañero. Este temor está fundamentado; basta con escuchar o leer la infinidad de noticias donde se habla del terrible problema de bullying o acoso escolar, para preocuparse.
Actualmente se habla mucho con respecto a la violencia de todo tipo dentro de las escuelas, por lo que es necesario que como padres podamos estar atentos primeramente a identificar los posibles factores que influyen para que la agresividad se manifieste en los niños:
Cuestiones personales
En este caso se incluyen a los niños con poca tolerancia, que han desarrollado poco autocontrol, respeto por otros o emocionalmente inestables.
Cuestiones familiares
Niños que están viviendo o han vivido situaciones traumatizantes o estresantes como un divorcio, o niños que viven en ambientes agresivos, o que son violentados por sus propios padres como medidas disciplinarias o de control.
Situaciones ambientales
En este caso entran las cosas que afectan su conducta, por ejemplo: estar expuestos a juegos o videos violentos o ambientes donde la agresividad y violencia sean comunes.
Si lo pensamos, a nuestro alrededor siempre habrá algún niño que pueda estar siendo afectado por alguno de los factores anteriores, y por lo tanto los niños que estén cerca de ellos tienen altas posibilidades de ser agredidos de alguna forma.
Pero no todo los niños son susceptibles a ser agredidos, hay niños cuyo perfil los hace más vulnerables y víctimas potenciales de un agresor.
Una vez que sabemos esto, vamos a hablar de algunas claves para evitar ser agredido, o inclusive saber qué hacer ante una agresión.
1 Saber decir ¡no!
Muchos niños que agreden comienzan experimentando para conocer las reacciones del otro, si lo hacen llorar o enojar ellos logran su objetivo; entonces lo “marcan” como débil, vulnerable y sobre todo, que les va a aguantar sus burlas, juegos pesados o conductas abiertamente agresivas.
Por esto hay que enseñarle a los niños a saber decir ¡no!, con una voz firme y clara que deje bien en claro que con él o ella no pueden meterse, pues se toparán con alguien bien plantado.
Los juegos de roles te pueden ayudar mucho, practícalos en casa: tú eres el agresor y tu hijo debe poder reaccionar cada vez mejor, con mayor confianza y seguridad.
2 Denunciar no es ser chismoso
Algo fundamental es denunciar al agresor. Nuevamente, a este niño le debe quedar claro que no solo no puede meterse conmigo, y que si lo hace, el maestro, padre o adulto responsable se va a enterar.
En este caso, los adultos debemos estar atentos a escuchar a los niños cuando nos dicen que alguien los está molestando, sin hacer escándalo. Debes escuchar su versión de la historia, hacerle saber que le crees, lo escuchas y que harás algo con la información que te ha dado. De nada sirve la denuncia si hay impunidad, y en el caso de los pequeños, lo adultos debemos actuar y parar conductas que a la larga pueden ser peligrosas.
3 Pedir ayuda me hace más fuerte
Nuestro pequeño debe saber que ante una agresión puede pedir ayuda y que eso es bueno. Cuando nosotros no podemos con algo, pedir ayuda es una idea muy inteligente.
Aquí podrás enseñar a quién y cómo deberán acudir en caso de tener una dificultad. Enséñale a confiar en otros y ayudar cuando él vea que alguien lo necesite.
4 No ceder ante la provocación
Aquellos niños que molestan a otros, frecuentemente lo que están buscando es provocar a alguien para que les devuelva la agresión, y entonces ellos puedan tener todo el derecho de golpearlos pues ya están en su “cancha de juego” y ellos, ahí, tienen mayor experiencia.
Ayuda a tu hijo a entender que por más que alguien nos provoque, no debemos caer ni ceder. Una provocación es una trampa muy peligrosa; ayúdale a poder distinguirla y entonces actuar lo mejor posible ¿Cómo? Ignorándolos tal vez, alejarse, salir del lugar, no contestar los insultos o llamar a la autoridad del lugar, una maestra o un padre de familia.
5 Sé valiente o por lo menos aparentarlo
Los violentos o agresores buscan dar con alguien débil a quien puedan dominar o controlar, alguien a quien puedan atemorizar; y vamos, a todos nos da miedo alguien grosero o intimidante, pero ahí es donde todos aprendemos a ser valientes, o por lo menos aparentarlo.
¿Cómo? Enseña a tu hijo que nuestro cuerpo habla sin decir ningún palabra. Si andamos agachados, no miramos a la cara a las personas o hablamos muy bajito le estamos diciendo a los otros “yo soy débil, me puedes pegar”. Pero cuando caminamos erguidos, con paso seguro, hablando claro y fuerte cuando se debe y sonreímos, le decimos al mundo “yo soy valioso y no permito maltratos” Tú sabes cómo transmitir esto a tus hijos.
6 Tus ofensas no me lastiman
Los niños a veces son crueles porque no comprenden que las palabras lastiman tanto o más que los golpes, pero cuando lo entienden y son niños agresivos, descubren un arma increíble para molestar y herir a otros.
Es en casa donde los padres confeccionamos una armadura a medida para cada hijo, cada mañana al mandarlos a la escuela, se las ponemos y los blindamos ante las cosas que sabemos pueden ocurrir fuera del hogar.
Blindamos a un pequeño cuando le mandamos aseado, con sus materiales, le mostramos cómo reaccionar a diversas situaciones, a quién hay que recurrir si necesita ayuda y hasta cómo ir al baño y atenderse así mismo. Pero también lo blindamos cuando le decimos y le hacemos saber que es amado, que es bello, inteligente y capaz, y que tiene nuestra confianza.
Una pequeña valiente
Hace muchos años mi segunda hija tenía 4 años y padeció por meses de un serio problema en su encía superior izquierda. Tenía casi a diario una llaga que le supuraba o sangraba y que se veía terrible; su labio siempre estaba hinchado y con alguna afta o postemilla.
Siendo yo su maestra la veía batallar y padecer el dolor que este problema le causaba, pero mi corazón se quedó paralizado cuando un compañero sin más le dijo:
– ¡Que horrible eres, tu boca es muy fea como toda tu cara!-
Primero me contuve para que la mamá que llevo dentro no reaccionara contra el niño y la educadora saliera a flote, pero antes de abrir mi boca, mi pequeña dijo fuerte y claro:
-¡No estoy fea, soy muy bonita! pero mi boca está enferma y un día se me va a quitar-
El otro chico se quedó callado y se volvió a su lugar y jamás volvió a decirle algo ofensivo. Está de más decir que en secreto lloré de emoción.