¿Eres o tienes un hijo parásito?
Educar a nuestros hijos para enfrentar el mundo es una de las grandes misiones que como padres tenemos. Ayúdales a volar y no a cortarles a las alas.
Emma E. Sánchez
Hace unos días, en una reunión de amigas, comentábamos lo felices que éramos tras llegar a nuestros 50 años, el ya sentirnos libres de muchas cosas, presiones, gastos pero sobre todo, de ya no tener hijos pequeños de quienes responsabilizarnos. Mientras reíamos de lo bien que se siente ir al supermercado y no tener que gastar en pañales o juguetes, una de nuestras queridas amigas, se limitó a decir: “Pues ustedes estarán más ligeras, pero yo no termino con Pedro mi hijo, ni estudia, ni trabaja ni se va de casa“, y lanzó un suspiro de quien carga un mundo entero.
Sarita, que siempre es la amiga más sincera y a veces un tanto brusca, respondió: “Pero te he dicho que Pedro es un parásito y que tú eres la que no le ayuda a crecer e independizarse”.
Está de más decirles que nuestra alegre reunión se tornó en discusión y que mejor cada quien se retiró a su casa.
Los hijos parásitos: su descripción
Se le ha denominado (así de feo) a aquellos adultos jóvenes o de edad media que están viviendo una adolescencia tardía, con una mínima o nula responsabilidad congruente a su edad. También se pueden observar que llegan a ser narcisistas, egocéntricos y con rasgos dependientes.
Algunos de ellos pueden inclusive todavía estar viviendo en casa de sus padres porque no han sido capaces de salir y enfrentar el mundo. Esta es la especie más compleja.
Otros, lograron salir de la casa paterna y se caracterizan por “estar intentando salir adelante” pero el mundo es muy duro con ellos por lo que piden (exigen) constantemente “favores” a sus padres o hasta abuelos, favores como cuidar a sus hijos, prestarles dinero, que nunca pagan por supuesto, pedir el auto familiar, objetos que nunca regresan y más recientemente, dejarles a su cuidado los hijos para que les ayuden a criarlos, hacer la tarea o mientras salen a divertirse.
¿Cómo se forman?
No es muy difícil dar con el origen de la especie en cuestión, con frecuencia son el hijo “más débil” porque todos lograron estudiar, casarse, hacer algo o simplemente valerse por sí mismos, pero este no.
El anfitrión, los padres, por alguna razón, como culpa o descuido, fueron demasiado permisivos o nunca lograron ponerles límites claros, exigirles responsabilidades, ponerles metas o porque quisieron “darles todo lo que ellos no tuvieron” o porque tras haber tenido padres demasiado estrictos, se volvieron demasiado blandos y consecuentes con sus hijos.
Otro tipo de hijo parásito o comodín, es aquel que salió de casa o formó una familia pero tras alguna prueba o fracaso económico regresa a casa de sus padres con toda su nueva familia. Y por alguna razón, jamás vuelve a encontrar un buen trabajo, no dura en uno o simplemente está ahí para ahorrarse el pago del alquiler y tener nana gratis siempre que lo necesite, y su estancia de “emergencia” se prolongue años o se quede para siempre.
¿Es muy difícil “eliminarlos”?
Es obvio que ningún padre o madre quieren “eliminar a sus hijos” y dado que en su gran mayoría están muy conscientes de cómo fue que ese hijo llegó a donde está, todo se vuelve un circulo vicioso lleno de relaciones co-dependientes.
Los padres de estos hijos podrán de vez en cuando tener algunas explosiones de ira, amenazar, echarlos de casa inclusive, negarles la ayuda o el apoyo, pero tras un breve tiempo, volver a caer ante el primer ruego, chantaje o queja con otros familiares o amigos.
¿Es una forma de vida familiar normal o en verdad se trata de un problema social?
En Latinoamérica, para muchos esta puede ser una forma normal de convivencia, dos y hasta tres generaciones viviendo en la misma casa, pero eso fue en el pasado, hoy en día no es ni lo normal ni lo sano para nadie pero muy pocos padres e hijos, están dispuestos a reconocerlo y hacer los cambios necesarios por el bien de todos y de los que vendrán.
¿Los que vendrán?
Así es, estamos hablando de los hijos de los hijos, los nietos. Ellos merecen padres fuertes y capaces de enseñarles a enfrentar la vida.
Muchos de esos hijos que no han logrado salir adelante por sí mismos, aunque no lo creas, serán padres y llevarán a la casa de sus padres a su pareja y a sus hijos, y todos vivirán de alguna forma, a costillas de los abuelos.
Esto no es bueno para heredar a la siguiente generación.
Aquí todos sufren, padres, hijos y nietos
Tal vez de frente, todos vean una familia grande y unida pero “tras bambalinas” en la consulta o terapia, las cosas son muy diferentes.
Los abuelos sufren al ver que su vida se agota y que sus hijos no son aún capaces de salir adelante por sí mismos, piensan en todo lo que han hecho mal, la culpa los carcome y el no tener la tranquilidad de saber que estarán bien cuando ellos se vayan, sufren cuando deberían disfrutar frutos dulces.
Los hijos padecen porque creen merecer todo pero que el mundo no se los da, se sienten víctimas de sus circunstancias, su mala suerte, no pueden, no quieren y no aceptan que ellos deban asumir alguna responsabilidad y eso incluye la educación y formación de sus hijos.
Padecen angustia, depresión, son susceptibles al abuso de drogas, tienen muchos problemas económicos, pelean y discuten. Padecen soledad a pesar de tener una vida social muy activa aparentemente.
Los nietos…
Imagina el futuro de eso pobres niños, no parece muy sencillo y brillante ¿verdad?
¿Cómo podemos evitar esta problemática?
Si hoy eres padre, madre o hijo con una problemática como la que hemos platicado, puedes comenzar con atender tu propia problemática pues es una cadena muy difícil de romper si no hay trabajo personal previo.
El sacar a un hijo de casa y mandarlo a enfrentar al mundo no es sencillo, es más bien un esfuerzo emocional fuerte para ambas partes donde con frecuencia se requerirá de apoyo profesional.
Y como en todo lo bueno e importante, siempre será mejor la prevención. Educa y prepara a tus hijos para volar y dejar el nido, para que cuando regresen sea para celebrar y pasarla bien.