Esas reuniones familiares con parientes difíciles
Un padre que te mira con desconfianza cuando te acercas a contarle otro de tus proyectos, una madre permanentemente irritada porque eres antropóloga en vez de abogada... ¿cómo puede crecer alguien sano, en un entorno así?
Marta Martínez Aguirre
Estoy segura que cuando se acercan esas reuniones familiares en las que tienes que encontrarte con ese primo que siempre hizo ostentación de sus calificaciones, o la tía de los besos ruidosos, te dan ganas de ir a la tumba de Chesterton y sin preámbulos preguntarle en qué estaba pensando cuando dijo: “El lugar donde nacen los niños y mueren los hombres, donde la libertad y el amor florecen, no es una oficina ni un comercio ni una fábrica. Ahí veo yo la importancia de la familia”.
Imagina escenas como esta: un padre que te mira con desconfianza cuando te acercas a contarle alguno de tus logros, una madre permanentemente irritada porque eres antropóloga en vez de abogada, y esa abuela tacaña que siempre te regaló un par de medias de ofertas. ¿Cómo puede crecer alguien de manera sana en un entorno así?
Cuando Jesucristo estuvo en la tierra, pasó por una experiencia similar. Basta con leer las palabras de Marcos y reflexionarlas un poco: “No hay profeta sin honra sino en su propia tierra, y entre sus parientes y en su casa” (Marcos 6:4). ¿Has comprendido el panorama? El hijo de Dios tuvo que lidiar con familiares que no le reconocieron como tal, quizás con alguna tía que le dijo en más de una ocasión: “Búscate un trabajo en serio, vuelve a la carpintería” o una prima que lo acusó de tener amigos de reputación dudosa. Hubo algunos que lo acusaron de loco (Marcos 3:21), otros lo llevaron hasta un acantilado para lanzarlo desde allí (Lucas 4:29), mientras que otros ni siquiera creían en él (Juan 7: 3-5).
¿Imaginas la situación? Le da de comer a cinco mil personas y los suyos le preguntan: “Cuando vas a madurar”; resucita a su mejor amigo y solo recibe una tonelada de dudas. A pesar de todo esto, Jesús nunca hizo un comentario de desprecio hacia ellos o expresó sentimientos de enojo debido a que no creyeran en él, tampoco dejó de vivir su misión para sentirse aceptado y reconocido.
Una tarde reciente, mientras pensaba en cómo podría lograr tener un amor similar al que Jesucristo mostró, me inventé unas estrategias algo alocadas que me han dado resultado en aquellos momentos familiares que a veces se vuelven incómodos o molestos.
1. Pasa las rebanadas de pastel o busca la cámara de fotos
Cuando un tema se ha vuelto escabroso y observas que el clima está tenso, comienza a repartir el pastel y a elogiar lo rico que se encuentra; en lo posible, dale un trozo más grande a los que están discutiendo. Por unos minutos el clima cambiará, así que aprovecha para introducir otro tema de conversación en el que todos estén de acuerdo. Si acaso tienes un familiar que suele meterse en la vida de todos y posee una maestría en comentarios hirientes y comparaciones odiosas, antes de dejar que la angustia invada la reunión, busca la cámara de fotos e invita a todos a posar para la foto familiar. Algo tan sencillo como sacarse fotos no solo convoca, sino que crea un entorno agradable.
2. Anuncia las noticias difíciles con humor
Esta es una forma de establecer límites claros sobre aquellos temas que no deseas discutir con la familia. Supongamos que estás en un proceso de divorcio doloroso, tu relación de pareja está pasando por momentos difíciles o tu hijo anda por malos pasos. Sabes muy bien que en estos casos la familia suele preguntar todos los detalles de la situación, así que adelántate y establece un límite con humor. Podrías decir: “Aquí llega la nueva divorciada”, “Gabriel ya está en rehabilitación” o “Ella era más joven que yo”. A continuación di con firmeza: “Pero vine para estar en familia y pasar un momento agradable, los detalles quedan para luego del postre”.
3. Solicita ayudantes en la cocina
Una forma de reducir la tensión familiar es pedir a esos familiares difíciles que te den una mano en la cocina, momento ideal para darles la oportunidad que te cuenten esas historias que tanto te gustan y te fortalecen. Pedirle a tu tía que te cuente de cuando se quedó encerrada en el granero, es más eficaz que decirle: “No queremos oír tus críticas”.
Al respecto, Cristo nos dejó un claro ejemplo: amar a ciertos familiares duele, pero “morir de amor” por ellos, todavía tiene sentido. En ese sentido, los siguientes artículos seguro que te serán de interés:
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