Hija se parece a su papá, la mamá vuelve a embarazarse y adivina la apariencia del bebé…
Un caso real que puede enfrentar cualquier pareja...
Elizabeth González Torres
Con frecuencia he escuchado decir que los hijos son como los dedos de la mano. Cada uno es diferente en forma de ser, pensar, vestir y sentir. Incluso, a pesar de pertenecer a la misma familia, pueden llegar a ser diferentes físicamente.
Tal es el caso de Mellany McGurk-Davis, una joven madre dos pequeñas niñas que, día con día, lucha por enseñarles a amarse entre sí, a pesar de sus diferencias físicas. En el caso de Willmina -la hija mayor de Mellany- es una hermosa niña de tez morena, ojos grandes y cabello negro (¡totalmente parecida a su padre de nombre Cortez!) Mientras que Valentina -la hija menor del matrimonio- es muy semejante a su mamá en cuanto a su piel blanca, cabello castaño y ojos azules.
Mellany relata la interesante experiencia que ella y su esposo vivieron cuando su segunda hija nació, ya que, previamente, la joven madre había comentado -entre broma y broma- que quizás ahora la pequeña se podría parecer a ella. Y en efecto, aquel pronóstico se cumplió del todo, dejando así a esta pareja de padres, la responsabilidad de educar a dos hijas, totalmente distintas, en una sociedad donde persisten los conflictos por el color de piel.
Sin embargo, Mellany y Cortez, son un ejemplo de lo que el verdadero amor puede hacer en el mundo, debido a que, a través del arcoíris, ellos han enseñado a sus hijas que no importa el color que tengan, ambas forman parte de la misma familia. Sin duda su hermosa historia nos hace reflexionar en la importancia de que, como padres, enseñemos a nuestros hijos a amarse y respetarse siempre.
Así es que, a continuación te comparto -mi estimada lectora- sólo 6 maneras en las que puedes fomentar una hermandad sana entre tus hijos, a pesar de sus diferencias.
1. No señalas sus diferencias
Si en verdad deseas que tus hijos desarrollen un amor sincero de hermanos, debes omitir evidenciar o señalar sus diferencias. Bajo ninguna circunstancia, será correcto que hagas comparaciones entre sus formas de ser, pensar o actuar, ya que, lo único que conseguirás, será crear una fuerte enemistad entre ellos.
2. Trátalos por igual
Aunque, por sus diferentes personalidades, requieran distintas formas de crianza, no olvides que tu trato debe ser igual para todos. Es decir, si has comprado tenis para uno, debes procurar comprar tenis para todos, de tal forma que ellos tengan la seguridad de que no hay diferencia de trato entre uno y otro.
3. No tengas favoritismos
A pesar de que, en efecto, con alguno de tus hijos puedes desarrollar mayor empatía, lo recomendable es que no conviertas ese sentimiento en un favoritismo evidente. Por el contrario, lo mejor será que busques tener una sana relación con todos para que, a su vez, ellos construyan una armoniosa hermandad.
4. Destaca sus virtudes y cualidades
Cada uno de tus hijos tiene virtudes y cualidades muy propias de su persona. Algunos serán buenos dibujando o haciendo deporte. Otros tendrán talento para la música o la ciencia. El punto es que -como mamá- sepas valorar y destacar dichas virtudes, de tal forma que todos se consideren personas igual de capaces o inteligentes.
5. Enséñales a compartir sus alegrías y tristezas
Para que tus hijos tengan lazos de hermandad, fuertes y perdurables, debes enseñarles -desde pequeños- a compartir sus alegrías y tristezas. A través de tu ejemplo, muéstrales que, en lugar de sentir envidia por las cosas buenas que le suceden a uno, deben sentirse felices por dicho éxito. Lo mismo cuando las cosas no vayan del todo bien, y deban apoyarse de manera incondicional, como hermanos que son.
6. Ámalos y enséñalos a amarse, sin importar sus diferencias
Finalmente, la mayor enseñanza que debes dar a tus hijos, para que sean buenos hermanos, es la de amarse sin importar que tan diferentes sean. El aprender a tolerarse y respetarse, más allá de que tengan gustos, intereses o ideales diferentes, será fundamental para que siempre permanezcan unidos como la familia que son. Sin duda, de lo que tú les inculques desde ahora y para siempre, dependerá en gran medida que su arcoíris familiar continúe brillando por toda la eternidad.