¡Hijo! Cuidado con solo hacer “lo que deseas”
"Sigue tu corazón", "tu vida, tu decisión", son máximas actuales y comunes, que al socializarse pueden convertirse en un pantano que nos arrastre y hunda poco a poco, y del que será difícil salir.
Marilú Ochoa Méndez
Los jóvenes de hoy usan “you only live once”, el famoso “yolo”. También la locución latina “carpe diem”: ¡a aprovechar el día!, dicen entusiasmados. Esta visión los invita a arriesgarse, tomar decisiones locas o raras con el pretexto de que sólo se vive una vez.
El riesgo de este tipo de comportamientos es olvidar que todas las personas tenemos un para qué. Y que a lo largo de los siglos, desde la filosofía griega, se ha reflexionado sobre la forma como podemos controlar nuestra conducta y sobre la mejor forma de organizarnos como sociedad.
Estas visiones individualistas, únicamente generan eso: una vida ensimismada, que se proyecta hasta el límite porque hoy es el día de hacer lo posible, y ya mañana nos ocuparemos de las consecuencias. Por tanto, no hay espacio ni para controlar nuestra conducta (¿para qué?, ¡mejor exploro todas las posibilidades!), ni para preocuparme por el otro (soy yo el que solo vivirá una vez).
Entonces, ganamos kilos y perdemos libertad
Séneca, el gran pensador romano afirmó que: “quien vive para su vientre, gana kilos y pierde libertad”. Comprendo esta cita con mucha claridad leyendo esta triste declaración del afamado artista Kurt Cobain: “No quiero ser adicto, no quiero autodestruirme, pero la heroína es tan poderosa como el diablo, es lo más adictivo que he probado. No quiero volver a probarla, pero no puedo evitarlo. Me vuelvo loco“.
Cuando es solamente un antojo, no nos damos cuenta que la costumbre de cumplirnos día tras día antojos, provocará inevitablemente un aumento de tallas, el detrimento de nuestra salud, por decir lo menos.
La conciencia de atendernos, procurar nuestra satisfacción inmediata sin reflexionar su sentido, es bastante dañina para nosotros. El filósofo español José Ramón Ayllón nos dice en su libro La buena vida que: “el placer y el dolor son dos resortes fundamentales de la conducta humana. Dos resortes naturales y contrarios, pues el ser humano está hecho de tal manera que lo agradable le parece bueno y lo penoso le parece malo“.
¿Es malo lo que nos es penoso?
Vale la pena reflexionar sobre las razones por las que nos esforzamos. Hoy, por ejemplo, que el tema del ayuno intermitente está tan de moda, podemos entender que una persona se prive de alimentos de 12 a 20 horas cada día, solamente para potenciar su organismo, y producir la autofagia, por ejemplo, o para llegar al estado de cetosis.
Los jóvenes que van a la Universidad, quienes estudian maestrías, doctorados, se someten a unos años de estudio intenso para conseguir el anhelado título profesional. Pero a la vez, es demasiado común el no querer “molestar” a los hijos, el que socialmente nos tratemos “con pincitas”, cuidando cómo nos hablamos, para no ofendernos y romper la vida o el mundo de un semejante.
Nos es evidente que un pequeño sacrificio, nos impulsa, nos potencia, nos ayuda a vivir más sanamente, pero a veces, a la hora de educar, no parece que tengamos tan claro que es preciso realizar acciones que nos son penosas, para obtener ganancias y satisfacciones.
No te vayas a traumar
Cuesta ver sufrir a los hijos. He visto con desazón sufrir a mis siete hijos por diversas razones: por no ser los mejores jugando fútbol, por no poder ingresar a un club determinado, por no poder invitar a sus amigos, por una enfermedad…, y me ha dolido grandemente verlos sufrir. Si por mí fuera, les hubiera evitado ese sufrimiento, pero ¡gracias a Dios que no he podido!
Esas complicaciones los han hecho resilientes, dedicados, serviciales, amables, empáticos y creativos. Las dificultades nos hacen fuertes, nos prueban, nos hacen demostrar de qué estamos hechos.
Hoy mejor que ayer, mañana mejor que hoy
Generar en nuestros hijos una conciencia del sentido del esfuerzo, les ayudará a evitar la pereza, ser proactivos, ser dinámicos, ser autogestores de sus soluciones, y de su camino en la vida.
Esta cultura del esfuerzo se genera cuando somos conscientes de nuestra responsabilidad con nosotros mismos y con los que están cerca: no es que tu tiempo sea tuyo solamente, ¡es para hacer felices, para apoyar a los que te rodean!
Se necesita valor para romper esta tendencia al egoísmo tan inserta en el corazón de nuestra cultura, y atender la añoranza de conexión, de empatía, de servicio, de caridad que está en el alma de cada uno, pero que ocultamos detrás de redes sociales, prisa, ocupaciones y distracciones.
Tips concretos para educar así a nuestros hijos
1 Vivir la empatía desde pequeños
Fomentar que nuestros hijos se pongan en los zapatos de otros, y que generen día con día, ante los conflictos, una preferencia hacia los demás. Un sacerdote amigo de la familia los invitaba a la autorenuncia con la frase: “lo mejor y lo primero para los demás, lo segundo, para mí“. Contrasta enormemente con la visión actual, ¡pero es sanador! Que nuestros hijos vean y aprendan de forma práctica que no son sus necesidades siempre lo primero ni lo más urgente les colocará en una postura sensata sobre sí mismos y los demás.
2 Son responsables de lo que son responsables
Conviene que si se designa que deben tender su cama diario, esta actividad se realice sí o sí, siempre. Hay cosas que nos tocan aunque estemos cansados, ocupados, con urgencia o incluso enfermos. Si desean dormir en una cama limpia, es lo que conviene.
3 Es sano posponer la gratificación
Las consecuencias en la educación tienen una fuerte enseñanza, especialmente contraponiéndolas con los castigos. Un castigo parece siempre una venganza de alguien con poder que a una mala acción vulnera un privilegio al pequeño. Una consecuencia siempre es natural. Si no quiso llevar un suéter a la casa de la abuela, tendrá frío. Si da prioridad a viajar ligero, tendrá que dejar de lado ciertas comodidades. ¡Es normal! Indicar a los pequeños que pueden elegir, y que hay que asumir el peso de las consecuencias de lo que deciden es una gran enseñanza.
El gran logro del padre, del educador en general, es inspirar a que se elija lo bueno, lo bello y lo verdadero por encima de lo agradable, lo atractivo y lo superficial. Dios nos ilumine para guiar a nuestros niños hacia este camino, que les garantizará bienes y logros verdaderos y permanentes.