Hijos de la mala vida. Conductas que nos hacen adictos al dolor

Identifica cuando tus hijos están en una espiral de dolor, y ayúdalos a emerger de ella de modo que no se conviertan en seres dependientes al sufrimiento.

Yordy Giraldo

Parece que los seres humanos ya no creemos en la felicidad, como si ser feliz fuera un sueño imposible. Queremos ser perfectos y esta obsesión es la que no nos permite ver que ya somos perfectos, en nuestra individualidad. Sufrimos porque no lucimos como los maniquíes de las tiendas, porque la persona que nos gusta no gusta de nosotros, porque comemos en exceso, porque el pendiente de la escuela o la oficina no lo terminamos a tiempo, etc.

Sufrimos porque no nos gusta nuestra vida, pero no movemos un músculo para cambiarla, y así nos vamos enredando en el sufrimiento por todo lo que nos molesta. De pronto, no podemos ver otra cosa más que lo malo, convirtiéndonos en hijos de la mala vida, como diría mi madre: personas que todo lo que hacen es regodearse en su mala suerte y en todo el sufrimiento que tienen que pasar.

“A nadie le gusta sufrir”, esta afirmación es más una frase hecha que una realidad. La verdad es que pareciera que a muchos sí nos gusta sufrir: no por que nos guste el dolor, sino porque creemos que lo merecemos, que es justo que la tristeza, la soledad y las cosas malas nos pasen, y caemos en la auto complacencia de que “ese es nuestro destino”. Con ello, provocamos sin querer, que salir del agujero se vuelva aún más complicado.

La dependencia al sufrimiento

Las personas arraigadas en el dolor, por lo general son personas temerosas de sí mismas, a quienes les cuesta reconocer en su propia imagen el valor que poseen. Por consiguiente, se aferran a estar siempre acompañadas de otras personas que les hagan sentir la seguridad que por sí mismos no tienen.

Esta conducta de dependencia al sufrimiento generalmente empieza a tomar forma en la adolescencia, sin embargo no es allí donde se origina, sino años antes, cuando somos pequeños. Son las carencias vividas en esta etapa las que provocan que, durante la pubertad, las bases sobre las que forjaremos nuestra personalidad tengan vacíos que no nos permitan encarar con seguridad los cambios que se avecinan, física y emocionalmente, en nosotros.

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Las personas que se encuentran viviendo esta situación, no son capaces de racionalizarla sino que se dejan llevar por los sentimientos, siendo al final superados por el estrés que les genera sentir que no tienen el control: sea porque no saben cómo asumirlo, o tienen miedo de todo lo que conlleva la responsabilidad de hacerlo. Ello deja en claro dos cosas: la primera es la importancia que tiene el que apoyemos a nuestros hijos durante su crecimiento, haciéndoles sentir seguros, importantes y capaces. La segunda, la necesidad de hacerles saber cuáles son las cosas que se harán presentes en su paso de la niñez a la juventud.

Cómo identificar si tu hijo necesita ayuda

La forma más eficaz que tenemos como padres para proteger a nuestros hijos, es estar pendientes de ellos. Y es que muchas veces durante esta etapa comienzan a tener actitudes que, si no son tomadas en cuenta a tiempo, pueden derivar en situaciones de riesgo. Algunas de las conductas de las cuales debes estar pendiente son:

  1. Se lastima físicamente. Cuando realizan este tipo de acciones, lo normal es que lo oculten. Es por ello que resulta vital que estés pendiente de si hace cambios en su vestimenta de manera brusca, tratando de mantener ocultas zonas como brazos y piernas, principalmente. Toma en cuenta que el daño físico, la mayoría de las veces, no es porque les guste el dolor, sino para sentir que tienen el control sobre ellos mismos. También puede ser una forma de castigarse por creer que han hecho algo malo.

  2. Se aísla. Si comienza a alejarse, no solo de sus familiares sino también de sus amigos, es un signo de alerta. Que se alejen de los familiares en esa etapa puede ser incluso normal, pero que lo hagan de sus amigos definitivamente no lo es. Si esto ocurre con tu hijo, es urgente que descubras el por qué. Al respecto, te dejo un enlace sobre una sana soledad adolescente, seguro que te ayudará.

  3. Se encierra o parecer ocultar cosas constantemente. Si más que la privacidad normal que a esa edad reclaman los hijos, se suman a la conducta de tu hijo actos como asegurar con frecuencia las puertas, o dejar de hacer actividades propias de su edad, lo más probable es que esté ocultando algo. Más vale que pongas atención y tomes cartas en el asunto, pero siempre ganándote su confianza: la imposición, al menos como primera alternativa, nunca es buena idea. Las medidas desesperadas déjalas para las situaciones desesperadas.

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  4. Se deprime y llora a menudo. Es normal que a veces amanezcamos sensibles, pero si descubres que llora con demasiada frecuencia, puede haber algo importante que le esté lastimando emocionalmente.

  5. Problemas de alimentación. Si su relación con la comida es de amor/odio, por ejemplo, que pase todo el tiempo comiendo o por el contrario, si deja de hacerlo (o una combinación de ambasconductas), esto puede denotar que hay un sentimiento de insatisfacción por su vida, que le falta cariño, autoestima y compañía.

  6. Se muestra violento. Si se presentan de súbito problemas en la escuela y en casa, donde el temperamento violentoes la causa de los enfrentamientos, ello puede ser un síntoma de frustración que es necesario liberar. Otra posible razón es la necesidad de llamar la atención para dejar de sentirse invisibles.También puede ser el resultado de estar replicando conductas observadas en casa: debes tener cuidado con el ejemplo que le estés dando.

  7. Muestra vergüenza sobre su aspecto físico. Si bien es cierto que a esta edad es vital la apariencia física, si más que intentar verse bien lo que predomina es incomodidad por cómo luce, entonces tu hijo necesita apoyo.

Cómo ayudar a tu hijo a no caer en una dependencia al sufrimiento

Si descubres alguna de estas conductas lo primero que debes hacer es:

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  • No juzgarlo, ni reclamarle, ni recordarle “lo afortunado que es por todo lo que tiene”. Eso sería el peor error, pues lo que le estarás dando a entender es que para ti lo que les pasa es menos importante que lo que le pasa a alguien más.

  • Ofrécete para escucharle, permite que se desahogue en ti, sin forzarlo. A medida que se sienta seguro compartiendo contigo su sentir, se abrirá más.

  • Se empática, cuéntale de cómo a su edad tú sentiste cosas similares, y de ser posible, dile cómo las superaste; así, casi sin querer, le estarás dando alternativas. Si el asunto es ya muy serio, ofrece buscar ayuda profesional. Háganlo juntos, de esa manera no sentirá que es una imposición. Infórmense.

  • Pídele que haga una lista de las cosas que le ponen triste, así comenzará a ser consciente de qué es lo que le lastima. Si en el núcleo familiar se dan algunas de esas situaciones, busquen modificarlas.

  • Anímale a hacer cosas que le gusten, que cada día, o con tanta frecuencia como sea posible, haga las cosas que más le gustan, esas que son capaces de cambiarle el estado de ánimo.

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  • Déjale saber que la vida no se trata de ser siempre el vencedor, que existen muchas formas de ganar y no todas tienen qué ver con conseguir todo lo que se quiere, sino de sentirse satisfecho con lo que se hace.

Los seres humanos somos seres de hábitos y, si no cortamos estas conductas a tiempo, ser víctimas de nuestras circunstancias y de nuestros sufrimientos terminará siendo un estilo de vida. Acabar con eso está en gran parte en nuestras manos: no tenemos que esperar a que alguien caiga al pozo para taparlo. Una autoestima saludable, una relación de respeto, dar y recibir amor, cuidado, apoyo y confianza, son elementos capaces de crear una coraza protectora contra el vicio malsano de sufrir.

Somos nuestro propio destino, aun en aquellas situaciones en que no hicimos nada para terminar allí, siempre está en nosotros el decidir cómo afrontarlas. Hacer de ello nuestra filosofía de vida y, de paso, enseñarla a nuestros hijos, puede hacer una gran diferencia en las vidas de quines más amamos. Recuerda: todo lo que “necesitas es poner una sonrisa en la cara y dejar todo el sufrimiento de lado, porque al final, cada día es un nuevo día”. Y esa es una muy buena noticia.

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Yordy Giraldo

Yordanka Pérez Giraldo, Cubana de nacimiento, mexicana por elección.