Huye del veneno del chisme
En este artículo explicamos el daño que producen los chismes. Si tienes algún vecino chismoso, ponte alerta con estos consejos.
Maia Fernandez
Hace un tiempo vivía en otra área de la ciudad. Allí tenía una vecina con quien solíamos reunirnos a veces para conversar. Ella tenía una bella casa, con un hermoso jardín. Sin embargo, no todo eran flores en su hogar. Tenía el defecto de ser extremadamente chismosa. Le encantaba hablar de los demás, de lo que tenían, de lo que hacían… Al ver que alguien actuaba de forma equivocada lo criticaba de manera feroz a sus espaldas. No le perdonaba ningún error a nadie.
No asistí a su casa muchas veces, ya que comencé a notar que cada vez que volvía de allí me sentía mal, tenía la convicción de que era un tiempo perdido, de que no había hecho nada edificante. Comprendí además que con seguridad hablaba mal de mí también, ya que, como dice ese proverbio cubano, “Escucha lo que ellos dicen de otros y sabrás lo que dicen de ti”.
Entendí que las personas criticonas y chismosas suelen buscar a quienes contar sus cuentos y descargarse con ellos. Son personas, por lo general, que no tienen vida propia, que no disfrutan de verdad de lo que tienen, ni de lo que hacen, y suelen vivir en las apariencias. Y dejan, al que las escucha, cansado, aturdido o con dolor de cabeza. No es fortuito que la palabra chisme significa: “causar división”
Es muy grave y peligroso lo de las habladurías. Tienen efectos nocivos en nosotros y en nuestra familia:
Divide hogares
Hay casos extremos en que se han roto hogares porque un miembro de la pareja creyó y se dejó llevar por lo que decían los demás.
Le roba el buen nombre a la víctima
Al hablar mal o criticar a los demás olvidamos que hay cosas más importantes en la vida, perdemos tiempo y energía. Y, lo más importante, dañamos la reputación de un ser humano.
Nos quita seguridad
Si somos los criticados crean, en nosotros o en nuestros hijos, demasiada inseguridad y hacemos cosas que no queríamos o compramos lo no necesario, todo por miedo a lo que puedan opinar de nosotros.
Hace que dejemos de vivir para nosotros mismos
Si actuamos para agradar a los demás nos pasará lo que en el cuento del viejo y el niño, que iban montados sobre un burro: al pasar por un lugar les dicen: “Pobre burro, dos personas sobre su lomo, tengan piedad con el pobre animal”; entonces el viejo se baja y queda el niño, ante lo cual dicen: “¡Pobre viejo, qué desconsiderado el niño al hacerlo caminar!”. Intercambian entonces lugares y continúan su camino. Un señor que pasa les dice: “Pero ¡qué hombre tan descortés, dejar al pobre niño a pie!”. Cansados de tantas habladurías deciden ir a pie los dos. Una mujer señala: “¡Qué tontos! No aprovechan a ese animal y van a pie los dos”. Es decir: hagas lo que hagas siempre habrá gente que estará disconforme. Así que no debes preocuparte por el “qué dirán”.
Todos tenemos el poder de mejorar nuestro ambiente con nuestras palabras, pero el chisme crea un clima negativo en el hogar. Por eso, fíjate a quién invitas a tu casa. Se le atribuye al Dalai Lama haber dicho que hay que dejar ir a la gente que solo comparte quejas, chismes, historias desastrosas, problemas y juicios para los demás. Y añade: “Si alguien busca un cubo para echar su basura, procura que no sea en tu mente”. Es bueno cultivar la amistad con personas que tengan anhelos de mejorar, que sean positivas. Será un gran ejemplo para nuestros hijos.
Para finalizar, dicen que existen tres filtros por los cuales debemos pasar la información antes de decirla. Debemos preguntarnos: ¿estoy seguro de que es absolutamente cierto?, ¿es bueno para alguien? y ¿es importante que se sepa? Estas tres interrogantes nos servirán para no caer en las habladurías y, a su vez, para enseñarles a nuestros hijos a no hacerlo.