La forma en la que miras a tu hijo condiciona sus posibilidades de realización en la vida
Cuida la forma en la que observas a tus hijos. De ello dependerá su futuro.
Fernanda Gonzalez Casafús
“¡Mira mamá!” Escucho esa frase unas cuantas veces al día. Mis hijos quieren que los observe al trepar el árbol, hacer equilibrio, bailar, y no quieren que me pierda ni un segundo de aquello que quieren mostrarme. Entonces, detengo todo, y los miro.
Los miro hacer morisquetas, o pintar con acuarelas. Observo cómo quedó ese dibujo que hicieron con tanto cariño y les dedico una gran sonrisa. El mundo se detiene cuando miramos a nuestros hijos, y ellos necesitan que así sea. No hay nada más importante para un niño que la mirada de aprobación de sus padres.
Las miradas que nos marcan
Siempre le cuento a mi madre de aquella mirada que me marcó. Ella no lo recuerda; pero yo sí, y jamás la olvidaré. No tengo fotos del momento, así que por ello estoy segura que es un recuerdo que está solo en mi mente, y que llevo en mi corazón.
Tenía yo 5 años y estaba por comenzar el preescolar. Mi madre me estaba probando el guardapolvos rosa a cuadritos. En la cocina, y acuclillada a mi lado, terminó de vestirme y me miró a los ojos regalándome una de sus sonrisas características, una sonrisa de aprobación. Con ella me decía ¡Qué bien luces hija! ¡Qué bonita estás! El impacto positivo del momento fue tanto que hoy sigo recordándolo.
Su mirada en ese momento tan importante, a punto de comenzar la escuela, me marcó para siempre. Su mirada, su gesto y su sonrisa, sin mediar palabra alguna, fueron suficientes para dejar una huella en mi corazón.
Todos los nervios que seguramente sentía como cualquier niña de 5 años que estaba a punto de enfrentarse a compañeros desconocidos, se disiparon por completo porque llevaba conmigo la mirada segura, cálida y serena de mi madre.
¿Por qué es tan importante cómo miras a tu hijo?
El escritor y divulgador Alex Rovira dice que “no somos conscientes de cómo nuestra mirada condiciona necesariamente las posibilidades de realización de todo ser humano”. Si abandonásemos las falsas creencias y prejuicios sobre el otro, todo cambiaría ¿Y qué tiene que ver esto con tu hijo? Todo.
Muchas veces, en el afán de cuidar a nuestros hijos, los vemos como seres incapaces de muchas cosas. Otras, simplemente no valoramos sus capacidades emergentes; y entonces el niño comienza a creer que verdaderamente no puede, no es bueno para ello que está haciendo, no sirve.
Yendo a un ejemplo práctico: Tu hijo quiere cocinar junto a ti. Se le cae un poco de harina, salpica otro poco cuando bate, o no sabe la diferencia entre batir y revolver y las paredes de la cocina terminan salpicadas de manchas. Entonces tienes dos caminos…
O tu mirada y gestos de reprobación son tan fuertes que el niño se sentirá un inepto para hacer un pastel, o sonríes y le dices lo bien que lo está intentando. Si tomas a menudo el primer camino, es probable que tu hijo crezca sabiendo que no es bueno para esto, para aquello, o para nada. Pero si tomas el segundo, tu pequeño se alimentará de esa mirada alentadora y crecerá confiando en sus capacidades.
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¿Qué camino vas a tomar?
“Pueden, porque creen que pueden”
Virgilio
La mirada afirmativa sobre los hijos genera el efecto pigmalión, que en psicología se conoce como la influencia que una persona puede ejercer sobre otra, basada en la imagen que esta tiene de ella. Es decir, las creencias de una madre sobre su hijo podrán influir en su rendimiento, y de esta manera el niño buscará que sus expectativas sean ciertas y se hagan realidad con conductas que tiendan a confirmarlas.
Así, cuando le dices a tu hijo “eres bueno”, “eres un niño valiente”, “eres una persona bondadosa”, aún cuando haya tenido una mala conducta, estás diciéndole a tu hijo que crees en él, que confías en su capacidad de mejora y que su mala conducta no lo define como persona.
La mirada que tenemos sobre nuestros hijos (y con mirada me refiero no solo a la forma en la que lo miramos literalmente, sino a la postura que tenemos acerca de lo que pensamos sobre él) condicionará por siempre su realización en la vida.
¿Eres consciente del poder y la misión que tienes?
“No somos conscientes de la capacidad que tenemos de transformar a los demás”, dice Alex Rovira, quien explica que cuando sabemos mirar positivamente “hacemos florecer al ser amado”.
Teniendo la posibilidad de moldear positivamente a nuestros hijos para que sean personas de bien, valiosas y con grandes aptitudes en la vida, no deberíamos desaprovechar la oportunidad. Nuestros hijos creen en lo que les decimos. Si les decimos que son valientes, lo serán, si les decimos que son tímidos, serán tímidos.
Hace poco pude comprobar el poder de mi mirada y mis palabras de madre. Caminábamos por la calle y estaban apostados un grupo de policías listos para comenzar sus rondas. Mi hijo, que desde pequeño siempre fue totalmente desinhibido, los saludó. Mi niña, a quien le cuesta un poco más entrar en confianza, también lo hizo. Entonces, lo que sucedió luego fue maravilloso.
Le dije a mi hija “Qué grande estás, ya no eres más una niña tímida, ahora eres valiente y saludas a los policías”. Una sonrisa se dibujó en su rostro y supe que mis palabras habían sido poderosas. Mi hija ahora sabe y cree verdaderamente que es valiente y lo repite: “Mamá, ahora estoy grande, y soy valiente”. Mis palabras produjeron el efecto pigmalión.
Siempre miremos a nuestros hijos de forma positiva
Hagamos el ejercicio diario de resaltar las cualidades positivas, de reforzar aquello que queremos destacar. “Eres un niño desobediente y caprichoso” no ayuda, y probablemente haga que el niño siga comportándose de esa manera. Pero decirle que sabemos que no es así y que confiamos en que es solo una conducta pasajera, hará que el pequeño se esfuerce por comprobar nuestras palabras.
¡Mira siempre a tu hijo con una mirada dulce, cariñosa y positiva! Créeme, estarás marcando su camino para bien.