La luz siempre llega después de la oscuridad
Luego de la tempestad, siempre llega la calma y el sol siempre se abre paso entre las oscuras nubes.
Erika Patricia Otero
En grandes momentos de dificultad las personas solemos creer que nunca volveremos a ver la luz. Eso era algo que solía ocurrirme; sin embargo, eso un día cambió.
Mi mamá suele decir que “Cuando la noche se hace más oscura, es porque pronto saldrá el sol”, a este adagio lo acojo con fe. Estas palabras fueron las que me cambiaron la vida.
Todos los seres humanos vivimos momentos tormentosos. Es más, incluso puede ocurrir que cuando pensamos que las cosas no se pueden poner peor, empeoran. Es como si alguien o algo más allá de nuestro entendimiento estuviera midiendo nuestra capacidad de resistencia.
Cuando eso pasa, nos vemos tentados a “tirar la toalla” como suele decirse popularmente. El truco está no en darse por vencido, sino en seguir adelante a pesar de la oscuridad y de las pruebas.
¿Cómo soportar los peores momentos de la vida?
Mi vida, como la de muchas personas en el mundo, no fue un camino cubierto de pétalos de rosas. Diré más bien que si bien no fue malo del todo, han habido más espinas que pétalos; aun así, eso me hizo fuerte.
Por años me pregunté cómo resistir, cómo seguir adelante a pesar de no ver la luz al final del túnel. Para mí eso era un secreto guardado en una caja fuerte. No mentiré, muchas veces creí no poder soportar todo el peso que cargaba.
Esto para mí fue un secreto que descubrí en una temporada donde estaba decidida a no soportar más.
Desesperada y sumida en una tristeza que no veía fondo. A manera de consuelo, comencé a revisar facebook. Entraba y salia de los perfiles de mis antiguos conocidos hasta que llegué al de una compañera de la universidad. Nunca fuimos amigas, pero tampoco enemigas, nos levábamos bien.
Cotilleando su perfil, me di cuenta de la cantidad de cambios que en poco tiempo su vida había tenido. Ella es de esas personas que “sube” a su RS su vida obra y artes; fue así que me enteré que había pasado por varias cosas penosas a lo largo de esos meses.
Algo que noté fue que siempre mantenía una actitud positiva a pesar de sus evidentes angustias. Recuerdo que cuando estudiábamos, ella era de esas personas que siempre tenía una sonrisa iluminándole el rostro.
Algo hizo “click” en mi cabeza. Era su actitud positiva la que había hecho que pudiera soportar sus momentos más complicados. Yo tenía que probarlo; no iba a perder nada, y si resultaba, iba a ganar mucho.
Alcanzando la luz
Decidí empezar ese mismo día. No voy a mentirte, me sentía hipócrita conmigo misma. Me preguntaba cómo iba a lograr auto-engañarme para mantenerme en pie. Ni modo, tenía que intentarlo.
Esa noche me acosté pensando en lo que debía hacer tan pronto como despertara. Había leído esa misma noche una lista de cosas para “tener buena actitud”. Entre las cosas que decía era: sonreír apenas despertar, agradecer lo que se tiene, y un largo etcétera.
Yo me decía: “Sonreír sin tener un motivo… sí, claro”. No lo tenía, estaba tan harta que no veía motivos ni para levantarme de la cama. “Agradecer, pero ¿agradecer qué?”. En mi concepto yo no tenía nada por lo cual sentirme agradecida.
Aún así, lo hice. El primer día se sintió raro despertarme y sonreír a la nada. Creo que ese gesto parecía más una mueca que una sonrisa. Luego, me senté en el borde de la cama y comencé a dar gracias por lo que tenía. Fue entonces que me di cuenta que tenía mucho que agradecer; la casa, mi familia, los alimentos, y la lista sigue. Tenía mucho más que muchas personas en el mundo. En resumidas cuentas, yo era uno de los seres humanos más desagradecidos del planeta.
Mi empeño consiente por tener una buena actitud dejó de resultar ser un esfuerzo y pasó a ser un habito. Luego de unas dos semanas dejó de sentirse algo forzado a ser algo natural. Esto cambió mi visión de la vida y de los problemas de manera abismal.
Aprende de los momentos difíciles
Este es un punto de suma importancia. Los momentos de crisis no están diseñados para amargarte la vida. Están hechos para hacerte fuerte y valiente.
Este es un gran punto. El asunto es que si aprendes la lección, te fortaleces. Jamás en tu vida tendrás que volver a pasar por una crisis del mismo tipo. Es como cuando en la escuela presentas un examen, ¿qué sentido tiene repetirlo si pasaste con una nota alta?
Así es todo en la vida. Superas una prueba y tienes un tiempo de paz; luego llega un poco de oscuridad. Si reniegas, pierdes y las cosas se ponen más feas. El truco está en no renegar, está en mantener una buena actitud. Esa buena actitud, la que muchos llaman resiliencia, es la que te dará las fuerzas para aprender y soportar.
Cuando caes en cuenta que tu actitud dicta el rumbo de tu vida en momentos difíciles, es cuando cambias por tu bien. Es tu actitud la que hace la diferencia entre la felicidad y la infelicidad.