La Navidad con los pijamas cortados
Esa Navidad no fue mi favorita, ni tampoco perfecta, pero en ella aprendí del verdadero espíritu Navideño y sus humildes orígenes.
Denhi Chaney
Hay Navidades que nos dejan grandes enseñanzas y nos cambian por completo. Esta no es una historia de mi Navidad favorita, o la típica historia de La-Navidad-Que-Menos-Me-Ha-Gustado; pero mientras más pasa el tiempo, percibo que es la que más me ha enseñado. Fue la Navidad de 1997, mi familia acababa de regresar de Brasil y nuestros recursos económicos eran bastante limitados. Con todo, estábamos emocionados de estar en nuestra querida ciudad de Guadalajara, en México. Poco antes de Navidad, ocurrió algo que pasa una vez cada cien años en esta bella ciudad: cayó una nevada. Hasta ese entonces, jamás había visto la nieve y como la temperatura casi nunca llega a esos extremos, ninguna casa tiene calefacción, por lo que nos forzó a ser creativos para calentarnos y soportar el frío que hacía. Mi mamá había aprendido el arte de ser frugal cuando vivíamos en Brasil, y al darse cuenta de que nuestros pijamas más gruesos, que eran unos mamelucos que usábamos cuando éramos más chicos, nos quedaban muy cortos de las piernas, ella tomó las tijeras y les cortó los pies. Luego se fue a buscarnos y al encontrarnos sepultados entre cobijas nos dijo con una sonrisa:
-Aquí están sus pijamas. Les he hecho algunos ajustes así que pónganse doble calcetines, agarren sus gorros y guantes y bajen para poner las esferas en el árbol de Navidad.
Emocionados, mi hermano y yo nos cambiamos a estos pijamas, y bajamos corriendo a la sala en donde nuestro querido árbol nos esperaba; en el fondo podía escuchar el mismo CD de Navidad que escuchábamos cada año. En esta ocasión traíamos al menos cuatro o cinco capas de ropa, pero considero que en esa ocasión nos visitó el Espíritu de las Navidades Presentes, y eso llenó de calor aquella fría sala. Mi mamá tomó la sabia decisión de tomar una foto de aquel día; y esa se ha convertido en una de mis fotos favoritas en donde me veo de tan solo diez años, poniendo las esferas en el árbol con los famosos pijamas cortados. Esta simple foto me ha enseñado que las mejores Navidades son aquellas que siguen estas simples pautas:
Se celebra con una sencillez que honra sus humildes principios
Pues en la tradición Cristiana festejamos la Navidad para celebrar el nacimiento de Jesucristo, y este tuvo un nacimiento tan humilde que las mejores Navidades son aquellas que buscan recordar tal sencillez y el humilde espíritu Navideño.
Celebramos con el ánimo e inocencia de un niño
Al crecer olvidamos lo maravilloso que es percibir la Navidad a través de los ojos de un niño; sin embargo, cuando optamos conservar tal ánimo e inocencia, nos olvidamos de la perfección y nos sentimos felices con los aspectos más simples de la época Navideña. No olvidemos que en efecto los niños aprenden y celebran jugando.
Nos enfocamos en el amor, y no en aspectos materiales
Aunque los regalos son importantes y tienen su lugar, nada puede suplantar el estar con tus seres queridos, demostrando el amor que se tienen el uno por el otro; y si tratamos de ser como niños, nos daremos cuenta de que lo que ellos recuerdan fue lo que sintieron, no lo que se les regaló.
Honramos tradiciones familiares
Pocas ocasiones están tan llenas de tradición como lo es la temporada navideña. Por otra parte, todas las actividades y repeticiones brindan una seguridad y un sentir de “pertenecer” a algo importante. Por lo mismo, esos aromas familiares nunca se olvidan.
Como dije en un principio, no fue mi Navidad favorita, pero sí de las que más recuerdo y una de las que más me ha enseñado qué tipo de celebración Navideña quiero que mis hijos experimenten y lleguen a considerarlo un legado familiar. La Navidad con los pijamas cortados no fue perfecta, pero a los ojos de una niña de diez años, fue nada más ni nada menos que mágica.