La pérdida de un ser querido
Cuando la familia experimenta la pérdida de un ser querido, sufre mucho dolor; pero es también un momento en el que se puede ayudar y acercarse más. Dar amor cuando se pasa por algo tan difícil ayuda a sanar el dolor propio y el de los demás.
Ruth Huppe
Cuando se experimenta la pérdida de un ser querido, todos los integrantes de la familia sufren mucho dolor; pero es, a la par, un momento en el que podemos ayudar y acercarnos más a ellos. Brindar amor cuando se pasa por algo tan difícil es una excelente forma para sanar tu dolor y el de los demás.
Mi abuela fue la mujer más hermosa física y espiritualmente que he conocido. Sus ojos reflejaban una luz radiante y su sonrisa alegre era contagiosa para todos los que la rodeaban. Cada palabra, cada acción, cada gesto que salía de ella hacia nosotros, sus nietos, era de amor desinteresado y profundo. Recuerdo el momento exacto en el que mi madre me dijo que mi abuela padecía cáncer. Realmente no entendí qué significaba aquello. Tenía quince años de edad y nunca imaginé los estragos que una enfermedad así puede hacer en una persona.
Mi familia siempre se ha considerado religiosa. Vamos a la iglesia cada domingo, vivimos lo mejor que podemos y ayudamos a nuestro prójimo en la medida de nuestras posibilidades. Mis abuelos, por supuesto, pertenecen a la misma iglesia que nosotros. Por esa razón siempre creí que nada malo podría sucederle a nadie en nuestra familia, que siempre han intentado todo por ser mejores personas. Entonces, ¿por qué le pasan este tipo de cosas a gente buena? me preguntaba. Jamás creí que me pasaría algo así a mí.
Poco a poco mi abuela se fue debilitando y la enfermedad estaba cada vez más presente en ella; con el paso del tiempo ya no pude reconocer las palabras que mi abuela decía entre tanto dolor. Un día de marzo mi abuela finalmente dejó esta vida. No supe a dónde mirar, qué pensar o qué decir. Únicamente recuerdo las palabras de consuelo que mi madre me daba. Ella me decía que algún día la veríamos de nuevo; aunque al principio piensas que es injusto, que no mereces pasar por ese dolor y estar tan perdida. Cuando somos niños creemos que la gente de nuestro alrededor siempre estará para cuando la necesitemos, pero no siempre es así.
A continuación quiero compartir algunas ideas, a modo de sugerencias, que me ayudaron en lo personal a superar esta prueba:
1.
Recordar que nuestra vida continúa
Éste es, tal vez, el paso más difícil de dar: el aceptar que esa persona amada ya no estará más con nosotros en la vida diaria es sumamente difícil, pero necesario; por nuestra propia salud no podemos quedarnos congelados en el sufrimiento.
2.
Tener presente que el morir también es parte del ciclo de la vida
El morir es una parte tan fundamental en el ciclo de la vida como el nacer. Es un proceso natural que, como seres humanos, debemos de experimentar. Todos, sin ninguna duda, vamos a morir tarde o temprano.
3.
Recuerda las enseñanzas y todo lo positivo que ese ser amado te dio
Al funeral de mi abuela llegaron mis primas, que vivían lejos. Teníamos varios años sin vernos. Aunque estábamos sufriendo todos como familia, mis primas y yo pasamos un rato juntando pétalos para depositarlos en la tumba. Cuando intentamos ponerlos sobre el ataúd, ya en el entierro, los pétalos volaron por todo el lugar porque soplaba mucho aire. Era imposible no reír entre lágrimas. Ellas y yo reímos por un momento, aunque, es cierto, no era el indicado, pero mi abuela era de esa forma, siempre alegre y positiva. Te hacía reír aún en los momentos difíciles. Ahora, cada vez que pienso en ella, en lugar de centrarme en su ausencia, recuerdo sus palabras de buen ánimo y su fe inquebrantable.
4.
El amor que podemos dar a nuestra familia cuando un ser amado se va es el regalo más precioso que les podemos ofrecer. Sé un apoyo, una ayuda, una fuente positiva de cariño y afecto para tu familia. Recuerda que ellos también están sufriendo, no hagas más difícil este proceso.
De cada experiencia que vivimos debemos de sacar lo mejor y aprender a seguir adelante. Se lo debemos a las personas que se han ido y marcaron de alguna forma nuestra vida.