La sexualidad y nuestros hijos
“El sexo forma parte de la naturaleza, y yo me llevo de maravilla con la naturaleza.
Yordy Giraldo
Los padres debemos estar conscientes de una cosa: los seres humanos somos seres sexuales; la sexualidad determina nuestros roles, nuestro carácter, nuestro aspecto, nuestra supervivencia como especie.
Ello debería significar, entre otras cosas, que no debemos avergonzarnos de ella, que es parte de nuestra vida y que definitivamente debemos enseñar a nuestros hijos a lidiar con y a vivir su propia sexualidad de una forma natural y sana.
Todo esto viene a colación por un par de episodios que tuvieron lugar, uno en una escuela primaria, el otro en una secundaria y que me tocó conocer de primera mano. En el primer episodio, un pequeño de 11 años llegó muy preocupado a su casa porque su maestra le había dicho que si se masturbaba iría al infierno. En el segundo, la profesora declaró a los alumnos que las prostitutas deberían irse al infierno.
No tengo idea de cómo se originaron dichas pláticas entre profesoras y alumnos, sin embargo algo que me preocupa mucho más que la plática, es el mensaje que al menos en estos casos se les dio a estos pequeños, y que estoy segura no son los únicos casos.
Por alguna extraña razón desde hace cientos de años los seres humanos hemos optado por coartar nuestra propia sexualidad, convirtiéndola en tema tabú, como si amarnos fuera algo malo, cuando lo malo es convertir algo que es parte de nuestra esencia en un argumento para discriminarnos, segregarnos y estigmatizarnos. En la actualidad los jóvenes experimentan con ell sexo a edades cada vez más tempranas, y como padres lo único realmente efectivo que podemos hacer es cerciorarnos de darles un ejemplo adecuado de vivir una sexualidad sana, así como el compartirles información útil y, aunque se escuche como concepto periodístico, oportuna y veraz.
Algunas de las cosas más comunes que hacemos como padres para evitar que nuestros pequeños descubran su sexualidad son: el ocultarles la naturaleza de sus cambios, asustarlos con escenarios catastróficos que no tienen que ser obligatoriamente ciertos, juzgarlos a ellos o a sus conocidos, condenar sus sentimientos, y hacerlos evitar el contacto físico como forma de expresar sus afectos. Lo cierto es que, no importa qué hagamos, al final no podemos detener lo inevitable: nos guste o no, en algún momento sus propios cuerpos los llevará a descubrir sus “secretos”. Sin embargo, lo que hagamos o no hagamos antes de ese momento, puede marcarlos de por vida, y la vida no sólo de ellos, sino de quienes compartan su entorno.
Una educación sexual deficiente o dañina puede derivar en trastornos sexuales tales como las parafilias, que son aquellos comportamientos sexuales donde el placer no proviene del acto sexual, sino de alguna otra cosa o actividad que le acompaña. Otro tipo de trastorno común son las disfunciones sexuales: en estos casos el problema radica en la inhibición del deseo, excitación, orgasmo o satisfacción sexual, y también en situaciones de trastornos de la identidad sexual, como el transexualismo, que son aquellos casos donde la persona no se siente a gusto con su sexo anatómico. Es por ello que es de vital importancia que nos informemos, de manera que llegado el momento, estemos preparados para hablarles a nuestros jóvenes sobre sexualidad, y que tengamos la capacidad de aceptarla y entenderla como lo que es, una parte fundamental de nuestra vida, de nuestras relaciones, de nuestra conservación.
Para ello papá y mamá, es importante que durante la infancia no limiten las muestras de afecto hacia los pequeños, que hablen sobre los órganos sexuales con la misma naturalidad como si habláramos del cabello o los pies, que llamemos a las cosas por su nombre, que no les neguemos la posibilidad de preguntar y le contestemos de manera simple y dando información que satisfaga su curiosidad sin enredar en detalles que escapan a su edad. De esta manera iremos sentando las bases para que cuando lleguen a la adolescencia exista en primer lugar un puente de comunicación con nuestros hijos, que ellos se sientan cómodos con lo que son, y cuenten con información suficiente como para que los cambios que vienen no los tomen por sorpresa. Algunos otros puntos que debemos cuidar para cuando nuestros hijos entren a esta etapa tan complicada, tanto para ellos como para nosotros, son:
Predicar con el ejemplo
, no podemos exigir a nuestros hijos que se comporten de un modo en el que nosotros no estamos dispuestos a comportarnos.
Respetar la privacidad de nuestros hijos
, pero al mismo tiempo estar pendientes de todo lo que acontece en sus vidas.
Alimentar su autoestima mediante el reconocimiento de sus logros
, y enseñándoles a aceptar que también podemos cometer errores, lo importante es aprender de ellos. Aunque no parezca estar relacionado, esto también es parte de fortalecer una sana sexualidad en ellos.
Platicar sobre las consecuencias de tener relaciones sexuales
sin estar preparados física y emocionalmente.
Informar sobre métodos anticonceptivos y cómo prevenir enfermedades de transmisión sexual
Estar informados sobre lo que acontece en su entorno social
De esa manera podremos hablar su mismo idioma y saber cómo comunicarnos con ellos.
Recordemos que nuestra labor de padres es prepararlos para la sociedad y eso incluye todos y cada uno de los aspectos sociales de nuestros hijos como individuos, y el sexo como los buenos modales son parte primordial de las relaciones humanas. Una persona que se siente cómoda en su cuerpo y su sexualidad, se sentirá igual de cómoda con la sexualidad de sus semejantes.