Las experiencias difíciles hacen crecer a los niños
Cuando nuestros hijos pasan por una situación dolorosa y complicada, nuestro primer instinto es querer solucionar la cuestión; sin embargo, considera que estas experiencias son esenciales para el desarrollo de su carácter.
Denhi Chaney
Cuando mi niño tenía apenas unos meses de haber nacido, recuerdo que tendía una cobija sobre la alfombra, lo inclinaba sobre su pancita y lo motivaba a que levantara el cuello y, pasado un tiempo, a que se diera la vuelta. El pediatra me había indicado que debía hacer este ejercicio diario y, de ser posible, varias veces durante el día. No lo pensé dos veces y me esforcé por ser constante en ayudarlo a fortalecer los músculos de su cuello y de su espalda. Recuerdo cómo batallaba para mantenerse con el cuello erguido y eventualmente soltaba un grito, seguido de lágrimas por la fatiga y la frustración; lo tomaba en mis brazos haciéndole saber que estaba muy orgullosa de sus esfuerzos, y aunque no me gustaba verlo llorar, a las pocas horas ahí estaba otra vez, porque sabía que el ejercicio era para su bien.
Como madres somos muy cuidadosas al intentar hacer todo lo que el pediatra nos sugiere, pues sabemos que tal cosa es por su bien físico, por más difícil que sea hacerlo —quién puede olvidar las luchas sostenidas por darles la medicina cuando están enfermos, aunque lo hacemos sin ninguna excusa—. Sin embargo, conforme crecen los desafíos ya no son solo físicos sino emocionales, y nos cuesta más trabajo dejarlos “llorar”, por así decirlo. Creo que la mayoría de nosotros puede pensar en la mamá —o incluso nosotras mismas— que hace todo por el niño y que, incluso, toma medidas precautorias para que su pequeño nunca llore, o que viva un fracaso o desilusión. Pero así como mi bebé necesitaba aquellos ejercicios que tanto lo frustraban, nuestros hijos necesitan pasar y hacer cosas difíciles —sí, incluso derramar lágrimas— a fin de formarles un buen carácter.
Si te cuesta trabajo pensarlo de esa forma, te pregunto, ¿si tu niño necesita una cirugía, no se la vas procurar porque tiene miedo y porque va a ser dolorosa? ¡Claro que no! La cirugía viene primero porque la necesita; pues de la misma forma las experiencias difíciles son necesarias para el desarrollo de su carácter; es decir, las personas que serán cuando crezcan.
Ahora, ¿a qué me refiero cuando hablo de experiencias difíciles? Me refiero a los obstáculos que se encuentran conforme crecen:
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El bebé que intenta formar una torre de bloques que caen una y otra vez.
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El niño que tiene un problema con su tarea, y se ha rendido.
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La niña que ha perdido a su amiga porque ésta le mintió.
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El adolescente que ha sufrido burlas de sus compañeros.
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La jovencita que sufrió su primera desilusión del corazón.
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El estudiante que no ganó el concurso en la escuela.
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La adolescente que reprobó el examen o la materia.
Todas estas situaciones, por nimias que parezcan, son obstáculos a superar, y nuestro rol como padres no es evitarles estas situaciones, sino ayudarlos a superarlas. A continuación te presento sugerencias sobre cómo hacerlo:
Ayúdalos a hacerlo, pero no lo hagas por ellos
Una tentación que tenemos como padres es que cuando vemos que nuestros hijos se frustran, nuestro instinto nos anima a terminar el tormento y a hacer por ellos aquello que se les resiste. Queramos o no, esta acción manda el mensaje de: no creo en tu capacidad de poder hacer esta difícil tarea, por lo tanto, la hago yo. En lugar de ayudar a nuestros hijos a sentirse competentes los vamos entrenando a darse por vencidos y a dudar de su capacidad de poder hacer las cosas; sin embargo, entendiendo que hay cosas que no pueden hacer solos, la diferencia estriba en ayudarlos y guiarlos, pero no hacerlo por ellos —o dejarlos que lo hagan solos, cuando bien sabemos que tienen el potencial suficiente para hacerlo, aunque les cueste trabajo—.
Consuela sin intentar remediar la situación
Cuando nuestros hijos pasan por situaciones difíciles nuestra mente tiende a pensar en la solución a su problema; una mejor opción es aquella de validar lo que sienten, pero dejar que ellos busquen una solución y luego la platiquen contigo; esto les ayuda a sentirse seguros y amados.
Deja que fluyan las consecuencias naturales
No es una novedad que nuestros hijos se van a equivocar, muchas veces con consecuencias dolorosas. He conocido a muchos padres que buscan que sus hijos no sufran estas consecuencias; esto es un grave error. Cuando dejamos que las consecuencias naturales sigan su curso les estamos enseñando a que deben tomar responsabilidad de sus acciones, y que pueden sobrevivir a las consecuencias.
Sé un ejemplo
Se ha dicho que no existe mejor enseñanza que nuestro mismo ejemplo; en este caso, creo que es muy cierto. Cuando nuestros hijos ven que hacemos cosas difíciles, o que pasamos por fracasos que requieren de nuestro esfuerzo para salir adelante, ellos aprenden de nuestra fortaleza, y cuando llegue el momento de que ellos mismos fracasen recordarán nuestra reacción y sabrán decidir que no se trata del fin del mundo.
Nunca nadie dijo que el ser madre sería fácil, y de las muchas cosas que tenemos que hacer y aprender esta tal vez sea una de las más complicadas, pues a nadie le gusta ver a sus hijos sufrir. No obstante, debemos recordar que no es un sufrimiento en balde, pues aporta conocimiento y experiencia en la formación de su carácter como persona. El hacer algo difícil incita al crecimiento cuando nos hacemos a un lado y observamos, con admiración, que nuestros pequeños son capaces de hacer mucho más de lo que jamás habíamos imaginado.