Las indirectas: un comportamiento pasivo-agresivo en la pareja
Un noviazgo o matrimonio en el que las indirectas son la forma predominante de comunicarse, es una relación en la que en realidad no existe comunicación.
Rafael Vázquez
¿Qué tan seguido te pasa? Tratas de ayudar a tu esposo a entender algo que quieres que él haga, pero en lugar de decírselo abiertamente utilizas otro recurso como decirle: “El esposo de mi hermana consiguió un nuevo trabajo; ahora sale más temprano, gana mejor y ahora ambos salen más veces a divertirse durante la semana”.
Lo más frustrante llega cuando él te contesta algo como: “¿Ah, sí? Pues qué bien por ellos, en especial porque tu hermana fue muy paciente con él cuando estudió su posgrado en línea”.
Algo en esa conversación te hace sentir que tu mensaje no llegó a él y, si estás en un momento de hipersensibilidad a las señales, podrías incluso creer que el mensaje sí fue recibido, pero que él no quiere hacer caso de lo que le estás pidiendo. Por supuesto, algo curioso, igual de frustrante y que de seguro ya notaste, es que lo más seguro es que él también haya intentado decirte algo.
La agresión pasiva
A diferencia de cuando agredimos de manera activa, el pasivo agresivo es un comportamiento mediante el cual manifestamos nuestro malestar, pero evitamos la confrontación. Si no tienes la suficiente confianza como para expresar tus disgustos o solicitar la ayuda de manera explícita, podría ser que hagas cosas que no te van a poner en una confrontación clara y abierta con la persona de quien esperas un cambio: olvidas con frecuencia lo que es importante para el otro, culpas al “dolor de cabeza” para evitar el contacto íntimo, haces todo más lento para estropear los compromisos, creas excusas, guardas resentimiento, utilizas con mucha frecuencia el sarcasmo y ¡hay ambigüedad en lo que comunicas!
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Indirectas: el juego de la ambigüedad
Las indirectas son una forma de comunicación destinada fatalmente al fracaso. Cuando tú le decías a tu esposo el nuevo tren de vida de tu hermana y su marido, nadie más que tú sabe lo que estás deseando y pidiendo que tu propio esposo haga distinto: ¿Quieres que cambie de trabajo? ¿Quieres que gane más dinero? ¿Tienes aprietos económicos en los que necesitas apoyo financiero de parte de tu esposo? ¿O solo quieres que él tenga más tiempo para pasar a tu lado e ir a divertirse juntos? Si eres de las que contestan algo como, “Ay, pues es que está muy claro”, déjame decirte que el problema es muy severo.
Pero hay más. ¿Recuerdas qué te contestó él? Lo volvemos a leer: “¿Ah, sí? Pues qué bien por ellos, en especial porque tu hermana fue muy paciente con él cuando estudió su posgrado en línea”.
Depende de cuán pasivo-agresivo sea tu esposo, pero es muy probable que hayas notado cierto sarcasmo. Ahí está la indirecta. ¿Y cuál es el mensaje que él te quería dar? Es igualmente imposible de descubrir, porque no hay manera de saber si él quiere estudiar un posgrado en línea o si está explicando cómo fue que pudo conseguir ese nuevo trabajo, o si simplemente quiere que seas muy paciente con él en esta época en la que él no tiene tanto tiempo como para poder salir contigo.
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Miedo y falta de confianza
Solo en una cosa las indirectas sí son más que claras: son el signo inequívoco de que el que las “lanza” se siente muy incómodo con la idea de hablar abierta y claramente con la otra persona. Si es la única o predominante forma de hablar de lo que resulta molesto o sobre las cosas que nos provocan enojo, tristeza o cualquier otro tipo de problema, piensa que las indirectas dan la falsa seguridad de que nos estamos expresando, pero manteniéndonos a salvo de la confrontación, de modo que nadie nos puede culpar de nada.
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Termina con el círculo vicioso
Es increíblemente liberador poder hablar con confianza de todo lo que nos incomoda y molesta, con la certeza de que nuestro mensaje será escuchado. ¿Quién debe comenzar? ¿Cómo comenzar? Debes iniciar tú. No esperes a que lo haga él. Habla de tus sentimientos abiertamente, sin ambigüedades, sin sarcasmos, sin suponer o adivinar lo que tu pareja hará, dirá o la cara que pondrá. Dile que aunque podría no ser completamente culpable de lo que te está pasando, sí necesitas su ayuda. Luego escucha lo que él te diga en cuanto a la forma como te va a ayudar.
No esperes que todo cambie como con una varita mágica, pero al menos estarás completamente segura de que el mensaje llegó y de que se está trabajando activamente en el asunto que tú pusiste sobre la mesa. Así se fortalece una pareja.