Las palabras de la carta de este hombre luego de la muerte de su esposa recorren el mundo (ellos también saben amar)

Sus palabras no ocultan el inmenso amor que siente por su esposa fallecida; sus palabras enternecen al mundo en las redes sociales demostrando que los hombres aman más de lo que creemos.

Mariel Reimann

El New York Times y otros medios de comunicación difundieron esta carta de agradecimiento que Peter DeMarco le escribió al personal que atendió a su esposa hasta último momento en el hospital en el que se encontraba internada.

Según lo reporta el New York Times, la esposa de DeMarco, Laura Levis, de sólo 34 años, habría fallecido luego de tener un ‘devastador ataque de asma’. La carta escrita por el escritor DeMarco fue dirigida al personal de la unidad de cuidados intensivos del CHA Cambridge Hospital por el cuidado que le prestaron a todos ellos en los últimos días de su esposa en la Tierra.

To all of you who love the most lovely person in this world, Laura Levis, who is my wife, my best friend, and my…

“Mientras comienzo a contarle a mis amigos y familiares de los siete días que trataron a mi esposa, Laura Levis, en lo que resultó ser los últimos días de su joven vida, me detienen alrededor del quinceavo nombre que yo recuerde. La lista incluye a los médicos, enfermeras, especialistas respiratorios, trabajadores sociales, incluso los miembros del personal de limpieza que se preocupaban por ella.

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“¿Cómo recuerdas todos sus nombres?”, Preguntan.

¿Cómo podría no hacerlo?, les respondo.

Se preocuparon tanto por sus padres, ayudándolos a subirse en esas incómodas sillas que se reclinaban, dándoles agua fresca casi a cada hora, y respondiendo cada pregunta médica con increíble paciencia.

Mi suegro, un doctor como supieron, sentía que estaba involucrado en el cuidado. No les puedo explicar cuán importante fue eso para él.

Se preocuparon tanto por sus padres, ayudándolos a subirse en esas incómodas sillas que se reclinaban, dándoles agua fresca casi a cada hora, y respondiendo cada pregunta médica con increíble paciencia.

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Mi suegro, un doctor como supieron, sentía que estaba involucrado en el cuidado. No les puedo explicar cuán importante fue eso para él.

Entonces, está cómo me trataron a mi. ¿Cómo podría haber encontrado la fuerza para sobrepasar esta semana sin ustedes? ¿Cuántas veces entraron en la habitación y me encontraron durmiendo, con mi cabeza hacia abajo, descansando en su mano, y silenciosamente hicieron su trabajo, como si fueran invisibles? ¿Cuántas veces me ayudaron a poner la silla lo más cerca posible de su cama, entre el desastre de cables y tubos al rededor de su cama, para estar cerca solo unos pocos metros?

¿Cuántas veces vieron si necesitaba algo, desde comida a bebida, ropa limpia hasta una ducha, o preguntar si necesitaba una mejor explicación del procedimiento médico, o solo si necesitaba hablar con alguien?

¿Cuántas veces me abrazaron y consolaron mientras me rompía en pedazos, o preguntaron cómo era Laura en su vida personal, tomándose el tiempo de ver fotografías o leer las cosas que había escrito sobre ella?

¿Cuántas veces me dieron malas noticias con palabras compasivas, y tristeza en sus ojos?

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Cuando necesitaba usar un computador para un mail de emergencia, ustedes lo hacían suceder. Cuando lloraba con un visitante especial, nuestro gato, Cola, por un último pedazo de la cara de Laura, ustedes ‘no veían nada’. Y una tarde especial, me dieron la autorización de ingresar más de 50 personas amigos de Laura, desde amigos hasta colegas, alumnos suyos y sus familiares.

Fue una efusión de amor que incluyó música de guitarra y ópera, baile, y nueva revelaciones para mi sobre cómo mi esposa tocó a tantas personas. Fue la última mejor noche de nuestro matrimonio juntos, para nosotros dos, y no habría pasado sin su apoyo.

Hay otro momento, de hecho una hora, que nunca olvidaré. Un último día, mientras esperábamos por el donante de Laura, lo único que quería era estar solo con ella. Pero su familia y amigos no paraban de llegar para despedirse, y el reloj avanzaba. Cerca de las 4 de la tarde, todos se habían ido, y estaba emocionalmente y fisicamente exhausto, necesitaba dormir.

Así que le pregunté a sus enfermeras, Donna y Jen, si podían ayudarme a preparar la silla, que era muy cómoda, cerca de Laura de nuevo. Ellas tuvieron una mejor idea.

Me pidieron que me fuera de la habitación por un momento, y cuando regresé, habían movido a Laura al lado derecho de la cama, dejándome espacio para acostarme junto a ella por una última vez.

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Les pregunté si podían darme una hora sin ninguna interrupción, y me dijeron que sí, cerrando las cortinas y puertas, y apagando las luces.

Apreté mi cuerpo contra el de ella. Se veía tan bonita, así que le dije, tocándole su pelo y rostro. Fue nuestro último momento tierno de marido y mujer, y fue el más natural y conmovedor que jamás haya sentido. Y de pronto me quedé dormido

Recordaré esa hora juntos por el resto de mi vida. Fue le mejor de los regalos, y tengo a Donna y Jen para agradecerles. De verdad, tengo todo que agradecerles.

Con mi eterna gratitud y amor,

Peter DeMarco”

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Mariel Reimann

Mariel Reimann estudió leyes en la Universidad de Córdoba, Argentina y vive en Salt Lake City, Utah. Es madre de dos hijas que son la luz de su vida.