León, venado o camaleón: ¿Qué tipo de animal eres ante la vida?
El reflejo de algunos animales puede ayudarnos a identificar cómo actuamos frente a distintas situaciones de la vida. ¿Con qué animal te identificas?
Danitza Covarrubias
Hay una parte instintiva en cada uno de nosotros. Al final, somos animales. Animales que pensamos y tenemos conciencia de nosotros mismos; pero la parte animal está ahí, sirviendo para la vida. Una parte muy clara es el instinto de sobrevivencia.
Cuando atravesamos la infancia, vivimos eventos difíciles. El sistema social en el que vivimos actualmente no procura el bienestar del niño; el punto es que en esta etapa de vida activamos un modo de sobrevivencia. El contexto y la historia personal es lo que provoca que tengamos cierto modo de relacionarnos con el mundo, pues fue nuestra manera de lograr defendernos de ciertas situaciones.
Y está bien para esa circunstancia particular, funcionó en ese momento. Sin embargo, las dificultades llegan cuando nos quedamos estancados ahí, en esa manera de comportarnos, en esa manera de reaccionar en automático cuando las circunstancias ahora ya son otras, y esa respuesta ya no es adecuada.
Modo de defensa activado
Poder reconocer la propia historia permite reconocer nuestro método de defensa. Poder identificarla permite reconocer cómo ya no funciona en el presente ese método del pasado.
Para hacerlo un poco más visible y gráfico, ejemplificaré con la imagen de diversos animales, en un contexto determinado, para explicar de qué manera reaccionamos frente a distintas situaciones de la vida.
1 León, que ataca
Esta es la imagen de un león que ataca para comer. Corre y lanza la garra, clava la mordida para cazar a su presa, y así comer para sobrevivir.
Algunas personas viven en situaciones donde tienen que aprender a atacar para lograr sobrevivir. Por ejemplo, si un niño ve que su madre es violentada físicamente por un padrastro, es muy probable que ese niño ataque a ese hombre. Al instalar el ataque como sobrevivencia puede ser que consolide la agresión como fórmula ante todas las situaciones en las que se sienta en riesgo.
Luego, cuando un jefe en un trabajo le llame la atención, puede ante el peligro de quedarse sin empleo, atacar a su jefe gritándole, o siendo agresivo verbalmente. Esto en lugar de lograr evitar las condiciones de peligro, las aumentará.
2 Venado, que huye
Cuando un venado siente peligro, lo más seguro es que un animal carnívoro esté al acecho. El venado emprenderá la huida y comenzará a correr.
Por ejemplo, si un niño pequeño sabe que llegará su padre del trabajo de manera alcoholizada, al escuchar sus llaves saldrá despavorido a esconderse. Este niño sabe que si lo ve, seguramente lo reñirá, y hasta lo golpeará. Años más tardes, al ser adulto, cuando su jefe lo busque para hablar de algo, con miedo evitará el encuentro.
3 Camaleón, que se esconde
Hay animales que al sentir peligro se camuflan. Se ocultan para evitar que los depredadores les ataquen.
Si un niño tiene constante miedo de que le regañen, le humillen, tratará de no ser visto para evitar estos episodios. Más tarde cuando sea adulto, le será prácticamente imposible venderse en una entrevista laboral.
4 Víbora, que abraza
Una víbora de cascabel te hipnotiza con el sonido de su cola mientras disimuladamente te envuelve en su cuerpo para atraparte y comerte.
De manera similar, cuando un niño se siente en una posible amenaza del enojo de su progenitor, es muy posible que aprenda a mantener contento a ese padre. Será como envolverlo y atraparlo con su servicio, con su bondad.
En ese contexto suele funcionar muy bien, porque en esta sociedad además se premia a los niños que parecen mini adultos. Lo trágico es que cuando sean realmente adultos, se la pasarán atentos a todas las necesidades de los demás, para querer atraparlos. Por ejemplo, en una relación de pareja, una mujer que sirve y sirve a su pareja, estará envolviéndolo. Sin embargo, junto con esos servicios tendrá un enorme conjunto de facturas que cobrarle. Esta será la mordida mortal.
5 Zarigüeya, que se hace la muerta
Este animal, ante el inminente peligro se tira y finge su muerte. Incluso puede inducirse al coma y durar así horas.
A veces los niños, cuando los padres discuten fuertemente, se asustan y se quedan paralizados sin saber qué hacer. Más tarde, ante una discusión o conflicto, pueden quedarse igual: callados, en silencio, sin decir ni hacer nada. Como muertos.
Consciente del automático
Tener estos diversos mecanismos de defensa es normal, puesto que encontramos la manera de resolver, a la pequeña e inmadura edad de la infancia, las adversidades que enfrentamos. Pero es menester poder hacernos conscientes de esos atajos, para poder elegir cuándo activarlos o no, sin que automáticamente se apodere ese “animal” de nosotros.
Por el contrario, poder elegir según la situación, qué animal es conveniente para sobrevivir, para afrontar la situación específica del momento.
Es importante conocer de dónde surge la historia, lo que nos pasa, porque así será menos complicado detectar en qué situaciones se activa ese modo automático de defensa.
Y tú, ¿con qué animal te identificas? ¿Cuál manera de defensa te cuesta más trabajo?