Los beneficios de comer despacio en un mundo de vorágine
¿Eres de los que come de prisa? En este artículo te contamos cómo comer lento puede traer a tu vida beneficios insospechados.
Maia Fernandez
Tal parece que el mundo de hoy ha hecho parte de su religión la frase: “El tiempo es dinero”. Por ello nos la pasamos corriendo de aquí para allá. Es cierto, sin embargo, que vivimos en una época bastante acelerada, sobre todo en las grandes ciudades. Y que cada vez cuesta más hacer una cosa a la vez, de manera lenta y tranquila. Es un lujo que no todos nos podemos dar.
A veces al salir de nuestro ritmo de vida, al vacacionar, por ejemplo, nos damos cuenta sobre cómo vivimos en realidad. El pasado verano por ejemplo, visitamos junto con mi familia el pueblo de donde es oriundo mi esposo. Allí descansamos mucho, y pude observar cómo la gente vive más despacio, se toma tiempo para todo y la hora de la comida es sagrada. En realidad me parece muy triste el polo opuesto: ver que en muchos hogares no se disfruta de una buena comida en familia; muchas veces se come por separado y, cuando se reúnen todos a la mesa, se limitan a comer frente a la pantalla del televisor, sin dirigirse ni palabras ni miradas entre sí.
Esto es muy perjudicial para la familia por varias razones:
1. Nos lleva a la incomunicación
Esto hace que no sepamos qué le está sucediendo a nuestra familia, cómo le fue en la escuela a los niños o en el trabajo a nuestro cónyuge.
2. Nos impide tomar conciencia de cómo comemos
Terminamos devorando la comida sin disfrutarla, lo que nos puede acarrear indigestión y obesidad.
Por eso es importante analizar los beneficios de comer despacio. Tomar conciencia nos llevará a cambiar ese hábito y a descubrir cómo mejora nuestra vida familiar. Entre los beneficios que tenemos figuran los siguientes:
a) Nos concientizamos sobre lo que ingerimos
Comer lento nos ayuda a degustar los alimentos, a descubrir sus diferentes texturas y sabores. Solo así se disfruta de verdad cada comida. Ten en cuenta que cocinar implica tiempo, y que es una pena comer rápido porque parecería que no se valora el esfuerzo de quien preparó los alimentos.
b) Comemos menos
, ya que empezamos a conocer nuestro cuerpo y a detectar cuando estamos satisfechos. Esto último es muy importante para nuestra salud, para prevenir la obesidad y otros trastornos. Dicen los especialistas que la orden de que estamos satisfechos tarda alrededor de 20 a 25 minutos en llegar al cerebro. Por eso, de comer lento le daremos a nuestro organismo el tiempo necesario para que se dé cuenta de que no necesita más comida. Por otra parte, también comemos menos porque nos cansamos de masticar tantas veces. Pero si, por el contrario, comemos sin parar, no sentiremos la sensación de saciedad hasta cuando hayamos ingerido más comida que la que deberíamos.
c) Al masticar muchas veces
ayudamos a nuestra boca a segregar más saliva, la cual formará el bolo alimenticio y contribuirá a una mejor digestión. La comida nos caerá mejor, y disminuirán nuestros problemas digestivos.
Por eso, reflexionemos, ¿nos estamos alimentando o simplemente estamos comiendo para llenarnos hasta reventar? Está en nosotros el lograr hacer de nuestro hogar un paraíso frente a la vorágine de este mundo, que nos pide que consumamos de forma pasiva, que nos exige ser rápidos y eficientes aunque para ello pongamos en riesgo nuestra salud. Y disfrutar la hora de la comida sería un buen comienzo.
Qué hermoso es observar a los bebés cuando empiezan a comer: saborean con lentitud cada bocado, sintiéndolo, disfrutándolo. Dicen que hay que masticar por lo menos 20 veces cada alimento. Te propongo que “pierdas el tiempo” y te sumes al desafío de comer lento. Al comienzo será un poco difícil, pero te sorprenderá el tomar conciencia de cómo te alimentas. Cuando te hayas acostumbrado descubrirás que hay muchos más beneficios que los que te cité arriba. Tu familia estará unida, conversará más y le estarás enseñando a tus hijos que la hora de la comida es un momento especial para compartir con los seres queridos.