Los libros: compañeros y terapeutas
Leer es terapéutico. En las palabras de un personaje, en su modo de proceder, puedas encontrar una inspiración para actuar, decir o mejorar. Los libros como compañía y recurso terapéutico.
Marta Martínez Aguirre
yo, que me figuraba el Paraíso bajo la especie de una biblioteca.
Jorge Luis Borges, Poema de los dones.
Recuerdo que llegué corriendo del colegio a casa porque mis primos de Buenos Aires venían a pasar un mes con nosotros. A mis padres les molestaba la idea de no tener una casa más grande para compartir, de modo que mis hermanos y yo nos apretábamos cada uno en su dormitorio para darles lugar. La tía Rosita era depresiva, había tenido muchas enfermedades y pasado por situaciones fuertes en su vida, que la habían marcado con dolor en el cuerpo y en el alma. Mi tío era un mecánico de automóviles capaz de encontrar cualquier falla con solo reconocer determinados ruidos en el andar del coche. Mis primos eran encantadores y tenían la cualidad de estar acostumbrados a vivir entre la cuerda floja y el hospital.
Mi tía, cada dos o tres meses por causa de la depresión, estaba imposibilitada para cuidarlos y muchas veces había que internarla por algún intento de suicidio. Mi tío creía encontrar la fuente de la paz, así como el combustible cotidiano para lidiar con sus problemas, en un vaso de alcohol. Mi tía Rosita apenas tenía la escuela terminada, pero era excelente lectora. A la noche se convertía en una artista, y recitaba con magistral esplendor a Federico García Lorca. Y mi tío narraba historias reales de su trabajo cotidiano, haciendo que Buenos Aires me quedara más cercano. Con el tiempo aprendí que sus dolores se fueron convirtiendo en algo muy lejano; la poesía y los relatos empezaron a hacerse su segunda piel y a ambos la sanidad les llegó narrando.
La lectura es terapéutica
Es un auxiliar terapéutico que permite que dentro de ti se disparen y estimulen esas áreas que están adormecidas o paralizadas, se rememoren ilusiones, renueven fantasías y acunen nuevas esperanzas. En las páginas de un buen libro la vida se despliega, la angustia cede paso a la utopía y la luz puja por renacer entre las sombras del sufrimiento.
No significa que uses el libro como huida de la realidad, sino que escojas buenos libros que te permitan provocar en ti nuevas conductas, cambios en el modo de pensar o ver las cosas. Quizás en las palabras de un personaje, en su modo de proceder, puedas encontrar una inspiración para actuar, decir o mejorar.
Veamos cómo pueden ayudarte algunos relatos breves. Si das clic en el título, te lleva al texto:
_El árbol de los problemas_ Este cuento anónimo quizás te ayude a focalizarte en el ahora, en darle valor a las cosas que tienen un valor fundamental para ti, como la familia y dejar afuera del hogar todo aquello que te impida estar presente.
Los anteojos de Dios , de Mamerto Menapace Este monje benedictino y escritor argentino te invita a reflexionar sobre cómo aprender a mirar a los otros con los ojos de Dios, y desarrollar un corazón compasivo.
La caída de la casa Usher , de Edgar Allan Poe A través de un cuento de terror puedes pensar en tus propios miedos, en tu temor ante lo desconocido, en pensar en la muerte no ya como un fenómeno universal, sino como algo propio; quizás te permita pensar en las grietas que atraviesan tu casa-vida (problemas de vínculos, adicciones, conductas, actitudes).
En los libros encuentras algo más que compañía, son un recurso terapéutico que te posibilita interactuar con tu interior. Cada libro es una invitación a hacer de tu propia biografía algo más que palabras.