Los mensajes que damos a nuestros hijos los educan y moldean su personalidad
¿De qué manera afecta lo que le enseñas a tus hijos? La manera en que les transmites los mensajes al educarlos puede tener gran influencia en ellos si lo haces aplicando estas ideas.
Cindy Peterson
Nuestras vidas cambian para siempre en cuanto nos convertimos en padres. Empezamos, al mismo tiempo, una jornada única con cada hijo. A medida que crecen les enseñamos y transmitimos mensajes de diferentes maneras. Dichos mensajes pueden ser poderosos al momento de compartir un principio o al hacerles cumplir ciertas reglas. Sin embargo, muchas veces pasamos por alto el hecho de que el modo en que reciben estos mensajes afecta su disposición para obedecer, entender y sentir el deseo de hacer lo que es correcto. Además de influenciar la manera en que actúan, también moldeamos la personalidad de nuestros hijos.
Entonces, ¿cuáles mensajes te gustaría dar a tus hijos para que tomen decisiones acertadas en la vida? ¿Qué tan temprano debemos empezar a pulir nuestras acciones, a fin de que ellos sean beneficiados? Las siguientes ideas pueden ayudarte a reflexionar sobre cómo puedes transmitir mensajes positivos a tus hijos:
Los mensajes negativos
Existe una variedad de mensajes negativos que de forma consciente o inconsciente pueden salir de nosotros hacia nuestros hijos y herirlos emocional, psicológica o verbalmente. Algunos ejemplos son el uso de palabras que destruyen la autoestima, la imposición autoritaria de consecuencias o castigos sin ninguna explicación o diálogo al respecto; la expresión de malos sentimientos y pensamientos. Es necesario que como padres cuidemos los mensajes negativos que podríamos comunicar a nuestros hijos porque los resultados son, también, perjudiciales. Algunos hijos tienden a dudar de su valor individual, pueden perder la autoconfianza e incluso demostrar conductas inadecuadas no solo en el hogar, sino en otros ambientes, como la escuela y otros lugares de recreación.
Los mensajes positivos
Son expresiones que debemos desarrollar como progenitores porque tienen grandes recompensas con los hijos y la familia en general, ya que incrementan la armonía en el hogar. Algunos ejemplos de mensajes positivos son el aprecio por el trabajo que hacen, la actitud ante el estudio o las buenas calificaciones que logran. Si eres un padre de pocas palabras podrías escribir una nota o dar un abrazo a tu hijo cuando logra algo por mérito propio, dado que esto habla más fuerte que las palabras en algunas ocasiones, y es muy válido para el niño que lo recibe. Existen buenos resultados cuando los padres utilizan mensajes positivos, porque los hijos se sienten más dispuestos a cumplir con sus responsabilidades, establecen vínculos duraderos con sus padres y hermanos; aprenden además a divertirse de forma sana al tiempo que desarrollan buenos sentimientos hacia los demás.
Distintas maneras de expresar mensajes
A pesar de que hay dos grupos principales de mensajes, existen numerosas maneras de demostrar lo que sentimos hacia nuestros hijos y lo que esperamos de ellos. Algunos mensajes los producimos con nuestras actitudes y otros mediante expresiones verbales. Aunque parezca que las actitudes y las expresiones verbales podrían estar relacionadas, en realidad muchas veces lo que decimos podría no concordar con lo que hacemos, y por eso necesitamos ser cuidadosos de estar produciendo un mensaje coherente.
El ejemplo vs la reprimenda
Voltaire (1694–1778), dijo en una ocasión que “los ejemplos corrigen mucho mejor que las reprimendas”. Si pensamos en esto podemos deducir que el ejemplo que damos a nuestros hijos es el mejor maestro, y habla con mayor potencia que lo que pretendemos enseñarles en el hogar. Si les proveemos de un buen mensaje, acompañado de un ejemplo correcto, podremos hallar momentos para explicarles por qué una decisión no sería muy acertada, o por qué deberían evitar ciertos riesgos físicos o morales.
En conclusión, es importante recordar que cualquier mensaje que damos a nuestros hijos queda registrado para siempre no solo en su mente, sino en su corazón. Si queremos criar hijos felices, saludables y estables, por consiguiente, podemos poner en práctica las mejores virtudes, a fin de brindarles ejemplos favorables y sinceros, que los hagan sentir valiosos y queridos, como verdaderamente son.