Me desvivo para darles todo a mis hijos y ellos no agradecen nada
¿Qué estamos haciendo los padres de hoy para que nuestros hijos no valoren nuestro esfuerzo?
Marilú Ochoa Méndez
Susana tiene dos trabajos. Su esposo, otros dos. Llevan cuatro años con grandes deudas económicas y tratan de que su familia salga a flote de la mejor manera. Sus hijos, todos adolescentes, tienen una mala actitud.
No se acercan a sus padres para ayudarlos, constantemente piden y exigen que los dejen salir, compran y gastan como antes, y mantienen la amargura en sus corazones, lo que se traduce en constantes demandas entre ellos, para ver quién obtendrá permiso para usar el automóvil primero, o quién merece más apoyo financiero para comenzar sus cursos universitarios.
Susana y su esposo se frustran mucho. El estrés que sufren es agotador. Salir de la oficina para llegar a casa les causa dolor de estómago, porque el ambiente en casa parece un campo minado. ¿Lo peor? Ambos están de acuerdo en que sus hijos son desagradecidos, descorteses y tienen una mala actitud.
Estos padres no entienden las razones detrás de esta dinámica familiar, y a veces se van a casa con la “espada desenvainada”, listos para actuar como domadores ante sus hijos, que perciben como leones salvajes que solo quieren hincar los dientes.
Todo lo que sucede en casa debe su explicación a la dinámica que se ha creado
Cuando Susana se desahoga con sus amigas, recibe algo de consuelo y luego vuelve a la lucha feroz con su esposo e hijos, para “no ser derrotada” o “someterse” por el mal trato que percibe, o al menos es lo que ella piensa. Lo mismo sucede con su esposo. Cada uno cree que hace lo que puede, y ante la avalancha de problemas, ataques y reclamos, lo único que pueden hacer es esquivarlos.
Lo que Susana y su esposo no han querido ver es que todo lo que sucede en su hogar es el resultado de la dinámica que han creado entre ellos. En algún momento, ella y su esposo permitieron las semillas de las actitudes que los preocupan tanto hoy. Bien dice una frase: “ten cuidado con los comportamientos que toleras, le estás diciendo al otro cómo tratarte”.
Está bien estar cansado, pero no debemos rendirnos
Esta mujer abrumada y su esposo sienten que las deudas los ahogan y dedican sus energías a salir de ellos. “En el trabajo, al menos, recibo reconocimiento y resultados“, es la justificación que el esposo de Susana a veces comenta. Ella comprende. Después de tantos años de escasez, cuando llegas a casa solo quieres desconectarte. Es comprensible, pero ¡cuánto necesitamos entender esto! No es una actitud justificable.
Es normal sentirse cansado. Pero es nuestra responsabilidad como adultos, descansar, variar las actividades y reiniciar, cada hora, todos los días y todas las semanas. Hoy los adultos vivimos en un mundo muy complicado, y estamos abrumados por problemas políticos, económicos, de salud, sociales y de inseguridad. Pero nuestra vida no puede terminar ahí.
La oración, el ejercicio, la meditación y las actividades artísticas o recreativas serán nuestros aliados para obtener relajación y un cambio de aire que nos ayude a luchar por lo más valioso que tenemos: nuestra familia.
Nuestra familia: nuestro tesoro
Después de todo, ¿para qué o para quién queremos esta casa que tenemos tanto trabajo para mantener? ¿Para quién cocinamos diariamente al menos tres veces al día? ¡Para nuestra familia! El alimento físico y el espacio para moverse son importantes, pero no debemos olvidar el alimento espiritual, la conexión familiar, la vida saludable, la diversión juntos, el crecimiento.
¿Tienes problemas en casa con tu esposo, tus padres o tus hijos? Déjame decirte algo: eres normal. Todos los tenemos, es parte de nuestra naturaleza caída por el pecado, por el egoísmo natural que tratamos de superar todos los días para buscar el bien y desarrollar la virtud. Hoy es el momento de ponerse a trabajar y desentrañar lo que sucede en nuestras relaciones familiares, para sanarlos.
Sanar nuestras relaciones familiares será la fuente de la felicidad plena que tanto anhelamos. Ahora, esto es fácil de leer, pero ¿cómo se “curan” las relaciones familiares? Reflexionemos juntos, aquí comparto más ideas.
El gran daño producido por la frase “es tu culpa”
Definitivamente con la culpa, nada se cura. Es importante detectar comportamientos negativos en cada miembro de la familia. Susana notaría que sus hijos tienen una actitud negativa, resentimiento y mala actitud. Tener esta información en mente logrará un progreso inmenso.
Esta esposa atormentada recibiría poco si comienza a culpar a su esposo o a sus hijos. ¿Qué debe hacer entonces? Unir, amar, perdonar, conciliar, reponer, buscar paz.
Orar
Sí, te abruman los problemas. Tal vez dudes: ¿orar?, ¿hincarme o sentarme a orar frente a Dios cuando lo que tengo enfrente se siente como agua que sube y sube y amenaza con ahogarme? ¡Sí! ¡Orar! Ten fe. Dios te ama, te acompaña. Él ha estado mirando cómo te dueles por tu familia, por tus relaciones fracturadas, y ha esperado paciente a que acudas a su regazo.
Dedica varios minutos al día a llenarte de fortaleza confiando al Todopoderoso todo lo que inquieta tu corazón. Verás cómo saldrás fuertemente sereno.
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Detén la tormenta y observa
¿Qué tal si ante tantas situaciones que te sacan de quicio, decides siempre respirar, meditar y no reaccionas negativamente? Sería un buen inicio: dejar de echar mas leña al fuego. Cuando suceda algo que te quite la paz, no lo compliques más; hazte a un lado, observa. Verás que una persona en casa que evite confrontaciones cambiará todo.
Decídete y comienza el cambio
Has tomado de la mano a Jesús, que resucita muertos, sana enfermos y da vista y oído a ciegos y sordos. ¡Bien!. Has decidido no pelear ante la crisis ¡Enhorabuena!, el siguiente paso es ser elemento de unión y armonía. Es difícil, pero puedes lograrlo, te comparto los pasos con un trozo de una oración de Santa Teresa de Calcuta, la religiosa albanesa que amó a los más pobres entre los pobres en India:
“Las personas son irrazonables, inconsecuentes y egoístas, ámalas de todos modos (…) el bien que hagas hoy, será olvidado mañana, haz el bien de todos modos (…) da al mundo lo mejor que tienen y te golpearán a pesar de ello, da al mundo lo mejor que tienes de todos modos”.
De amar y servir, no te arrepentirás nunca. Hazlo, y verás cómo todo comienza a cambiar ¡Dios te bendiga!