Me recuesto junto a mis hijos hasta que se queden dormidos, pues algún día habrá una última vez
Fernanda Gonzalez Casafús
“No apagues la luz mami”, me decían mis hijos cuando los pasamos a su cuarto hace un tiempo. Ellos siempre durmieron en la habitación de mamá y papá, y ahora, que todo era nuevo, ninguno de nosotros sabíamos muy bien cómo íbamos a sentirnos con el cambio.
Que duerman solos fue todo un reto. Más para nosotros, mi marido y yo, que para ellos. La verdad es que aún hoy nos encanta dormir los cuatro juntos, y muchos fines de semana tienen vía libre para dormir en nuestra cama (bueno, sí, y a veces en la semana también).
Aman su cuarto, y adoran sus camitas con los acolchados de sus personajes favoritos, pero al momento de dormirse ninguno de los dos quieren que los dejemos solos. Eso de apagar la luz y decir “buenas noches niños” lo he visto solo en las películas. En casa, la historia es otra.
Dormitarme junto a ellos
Quieren sentirse seguros, quieren que los acompañemos hasta quedarse dormidos. Una vez se queda mamá, otra vez se queda papá, y otra noche nos quedamos ambos. Pero el punto es quedarnos hasta que el ángel de los sueños aparezca.
Aún recuerdo cuánta conversación le daba a mi madre cuando me metía en la cama. No quería que se vaya. Entonces inventaba excusas; y ella, apostada en la puerta, me seguía la conversación. Ese último momento antes de dormir es mágico, y a los niños les encanta sentirse acompañados y calmados por la voz, los arrullos y las caricias de mamá o papá.
Muchas veces me siento a su lado y les leo un cuento hasta que sus ojitos se cierran. Solo entonces apago la luz. Otras veces me acuesto con ellos en mi cama y se duermen bien pegados a mí, para luego pasarlos a su cuarto. Cuando la pereza y la ternura me invaden, también así amanecemos.
¿Estoy haciendo mal?
Reconozco que muchas veces el cansancio me conquista y desearía que mis hijos se duerman en un santiamén; o que al menos me dejasen apagar la luz y se durmieran solos. Pero luego, recuerdo que soy yo la adulta y la que tengo que demostrar todo mi apoyo en esta etapa de transición.
Habrá una última vez en la que vaya a acostarme a su lado hasta que se queden dormidos, y llegará ese tiempo en el que me digan “ma, me voy a dormir”, y vayan solos, así sin más, sin reclamar mis caricias en los pies, ni ninguna historia de fantasía.
¿Por qué negarle entonces todo lo que tengo en mi corazón? ¿Para dárselo cuándo? Es este el momento. Quedarme junto a mis hijos hasta que se queden dormidos es una sabia elección que no solo los hace sentir amados, sino que me deja aprovechar un momento calmo y mágico del día, donde podemos reírnos, conversar, y donde yo también me siento muy amada.
Beneficio dual
El pediatra español, Carlos González, defensor de la crianza con apego, argumenta que dormir junto a nuestros hijos es sumamente beneficioso. Los niños cuyos padres atienden este deseo se sienten más amados y por ende, su autoestima es mayor.
Piénsate por un minuto como un niño. Tu madre te mete en la cama, apaga la luz y te dice “duérmete ya”. Te mueres de miedo y la ansiedad recorre todo tu cuerpo. ¿Cómo puedes dormirte así? Pero de repente, ella llega a tu lado, te toma de la mano y te dice “me quedaré junto a tí”. La calma se apodera de ti, y entonces te duermes plácidamente.
Y el beneficio es para ti también, pues te aseguro que ese momento junto a tu hijo es sublime. No estoy diciendo que debas dormir con tu hijo, pues esa es una decisión puramente familiar (aunque sumamente beneficiosa y recomendada). Pero sí te aliento a que te des la oportunidad de pasar cada noche los últimos minutos del día junto a tu hijo. Verlo cómo aminora su respiración y cómo se adentra en el dulce mundo de los sueños.
No es un mal hábito. No va a “mal acostumbrarse”, ni a ser dependiente ni nada de eso. Lo que va a suceder es que va a crecer sabiendo que su mamá y su papá lo aman y se preocupan por él.
Esta noche, cuando llegue la hora de dormir, recuéstate junto a tu hijo. Siente cómo su cuerpito cálido se acurruca junto al tuyo. Mira su rostro, ¡está feliz de que estés allí! Y ahora, con suaves palabras dile que estarás junto a él hasta que se quede dormido. Aprovecha ese momento, disfrútalo al máximo. La infancia de tu hijo es hoy, y no volverá.