¡Me rindo! ¡Estoy agotada! 6 consejos para recuperar la energía

Sentirse cansado es normal, pero tener agotamiento constante puede ser un problema grave de salud. ¿Revisamos qué te está pasando?

Emma E. Sánchez

Hace unos meses yo dije eso: ¡No puedo más! Me rindo, ¡estoy agotada! Dejé mis cosas y me tiré en la cama a dormir casi 12 horas. Al despertar, seguía sintiéndome agotada, no tenía ánimos de levantarme o hacer mis deberes. Entonces mi esposo me llevó al médico y esto es lo que descubrí:

1. Estás comiendo demasiados carbohidratos

Como muchos padecimientos, el cansancio puede iniciar en el estómago, con lo que comemos. Cuando sobrepasamos la ingesta normal y saludable de carbohidratos, en cualquiera de sus formas (pan, pastas, papas, etc.), tu digestión se vuelve más pesada y, por lo tanto tu tránsito intestinal también. Entonces, la pesadez viene. Trata de incluir menos carbohidratos en tu dieta, te sentirás mucho mejor.

2. No te has desparasitado, o necesitas un complejo vitamínico

Estas dos situaciones son básicas. Cada uno de nosotros debería desparasitarse por lo menos cada seis meses, especialmente si acostumbras comer fuera de casa con frecuencia. Tomar o inyectarte complejo B cada seis meses, así como tomar complementos vitamínicos puede ayudarte a fortalecer tu organismo, tu sistema nervioso y a sentir energía para realizar tus actividades diarias. Consulta a tu médico o nutriólogo; de ser necesario, te mandarán algunas pruebas de sangre para descartar anemia o alguna otra situación que sea causante de debilidad.

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3. No estás haciendo ejercicio o no sabes relajarte

¿Hacer ejercicio? ¡Pero muero de cansancio! Y además, ¡no tengo tiempo! Una frase dice: “Medita 15 minutos diariamente y si no tienes tiempo, medita una hora”. El ejercicio físico en verdad hace milagros: baila, sal a correr, camina, practica yoga o ve a un gimnasio, ¡lo que quieras! Pero actívate y cánsate, esto relajará forzosamente tu cuerpo, dormirás mejor y, por lo tanto, también comenzarás a sentirte llena de energía.

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Ahora, te aclaro algo: relajarte no es dormirte, ni tener que usar alcohol, pastillas o cualquier otra cosa para olvidar los problemas. No, relajarte es la capacidad de disminuir la tensión muscular y arterial; es un momento de soltar el cuerpo, descansarlo y darle —por unos instantes— paz a la mente y al espíritu.

Aprende a respirar profundamente y relajarte por unos minutos. Hacer esto en la oficina, en un embotellamiento vehicular o en momentos de mucha tensión, reducirá el desgaste físico de tu cuerpo y tu mente será más clara. Dedicar tiempo a la actividad física no es tiempo perdido, es tiempo invertido.

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4. Tu espacio es gravoso, aburrido y te genera tensión

Este punto es un poco más complejo de controlar, pero no imposible. En la medida de lo posible, trata de hacer de tu espacio de trabajo un lugar agradable para ti: un aroma, una imagen o frase inspiradora, tus fotos o proyectos que te recuerden hacia dónde vas, música o lo que a ti te anime. Proponte trabajar por metas al día, iniciar y terminar algo en especial; establece tus metas y luego ¡rómpelas! Haz algo divertido. Muévete, camina, sube y baja escaleras, toma agua, respira y libera estrés.

5. No te diviertes con tu familia y amigos

Contrario a lo que la lógica pudiera decir, el agotamiento desaparece con la actividad, pero no aquella en la que llenas tu día al tope y comes corriendo, si bien te va. No, nada de eso. El agotamiento desaparece cuando organizas tu vida en distintas actividades, combinando las placenteras con las aburridas o tediosas, con las obligaciones y el descanso. Así que compra una agenda y organiza tu vida, día a día. Incluye actividades con tus hijos, sin importar su edad, tiempo a solas con tu pareja (se ha comprobado que la actividad sexual fortalece el ánimo, el corazón y el matrimonio) y tiempo con los amigos. Esos buenos momentos te llenarán de energía y vitalidad, ¡ya lo verás!

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6. Dedica tiempo al servicio caritativo

Esta es la última recomendación garantizada. Cuando trabajas en favor de otros o te relacionas con quienes padecen alguna aflicción, descubres que tus asuntos no son tan complicados, ni tu vida tan difícil. Recuerdo alguna vez desear, sobre todas las cosas, llegar a casa e ir a la cama directamente para dormirme. Pero al llegar mis hijas me esperaban en la puerta. Tan pronto me estacioné, se subieron al carro y me dijeron de alguien cuya casa se había inundado. Pasamos toda la tarde y parte de la noche ayudando junto con otros vecinos; me olvidé de comer, del sueño y de mi agotamiento.

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No dejes que el agotamiento físico, mental o espiritual te impida disfrutar esta bella vida.

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Emma E. Sánchez

Pedagoga y Terapista familiar y de pareja. Casada y madre de tres hijas adultas. Enamorada de la Educación y la Literatura. Escribir sobre los temas familiares para ayudar a otros es mi mejor experiencia de vida.