Mi hijo es grosero y me desafía ¿cómo debo reaccionar: Lo castigo, lo regaño, o lo dejo pasar?
Si eres madre de adolescentes que están poniendo a prueba tu paciencia y las canas verdes comienzan a salir, tranquila, aquí tienes las respuestas.
Emma E. Sánchez
La adolescencia es una etapa particular en la vida del ser humano. Y si a eso le sumamos que hoy el mundo es bastante complejo y hay muchas familias donde los padres no siempre están juntos o comprometidos consigo mismos y con sus hijos; además de las nuevas tecnologías de comunicación que muestran de forma indiscriminada y descarnada tantas formas de pensar y ver la vida sin ningún tipo de guía que les ayude a procesarlas, tenemos como resultado a jóvenes con actitudes desafiantes, críticos sin sentido, irreverentes, sin apegos familiares, sin formación en valores y con serios problemas ante cualquier figura de autoridad, principalmente la de sus padres.
Si tu hijo comienza a presentar algunas de estas conductas o ya se muestra desafiante contigo, es importante que cambies tu actitud y formas de tratarlo. Primeramente, ten presente lo siguiente al poner orden en tu casa y en su relación familiar.
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Hay tres grandes pilares a no perder de vista: reglas claras, consecuencias y refuerzos positivos:
1. Reglas claras
Es duro, pero tu hijo ha llegado a este punto de mala conducta porque tú lo has permitido; sí, así es. Su conducta dice que no ha tenido reglas claras a acatar, seguimiento y atención de parte de sus padres, o no tanta como él lo requiere.
Así que ha llegado el momento de hablar, y hazlo como lo harías con alguien de tu absoluta confianza y con respeto. Sin gritos, reclamos, golpes o con palabras de odio; hazlo más bien con afecto, interés legítimo y deseo de que tu hijo sea feliz, porque en esa medida también serás feliz tú.
En un ambiente tranquilo, pídele a tu hijo que te explique cómo se siente con respecto a las reglas de casa y su cumplimiento. Hablen sobre cómo estas reglas nos protegen, nos ayudan en lo individual y en lo familiar, y de cómo él puede ganarse más libertades conforme se vuelva más responsable.
Te vas a sorprender cuando juntos establezcan las reglas y las consecuencias, nunca castigos.
2. Consecuencias lógicas, congruentes y reales
El gran error que muchos padres cometemos radica en que castigamos conductas, pero no hacemos nada en realidad para que los muchachos aprendan, se autorregulen y se conviertan en adultos autónomos. Por ejemplo, si la regla es que la llegada a casa es a las diez de la noche y él no la cumple, y tú lo castigas con retirarle los juegos de video durante un año, es ilógico el castigo, fuera de proporción y poco real de que se cumpla la sanción.
Juntos escriban las consecuencias que enfrentarán si se rompen las reglas y tú, como padre, comprométete realmente a aplicarlas. Este documento les evitará gritos, peleas y otras acciones que dañen su relación de padres-hijos.
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3. Amor, el gran refuerzo positivo
Un adolescente es un niño pequeño pero de 1,70 y con 80 kilos que necesita mucho afecto y aceptación hacia su personalidad y su cuerpo en formación. Si durante la infancia tuviste dificultades para dedicarle tiempo o cualquier otra cosa que piensas que hiciste mal, la adolescencia es tu segunda oportunidad de convertirte en un buen padre o madre.
Un hijo rebelde, grosero o desafiante nada más está pidiendo a gritos atención, por ello, no escatimes en amor y atención para con él, tal vez esta sea tu última oportunidad. No la desperdicies.