Mi hijo me desespera, ¿qué puedo hacer para no estallar con él?

Identificar tus emociones y desarrollar autocontrol pueden ser las respuestas a tu desesperación.

Emma E. Sánchez

Voy a iniciar con lo más importante de este artículo:

Si te sientes en un momento rebasada por el enojo, desesperada y ya cansada por el comportamiento de tu hijo, aléjate un momento por favor. Pon distancia de por medio, inmediatamente. Es por cuidar de la integridad de tu hijo y por tu seguridad también.

Hoy en día, cuando hablamos de “estallar” con nuestros hijo” ya no se habla de gritos o una nalgadas. Desafortunadamente, hoy se habla de niveles de agresión muy fuertes hacia los niños porque el padre o la madre perdieron el control.

Ahora, vamos un poco al inicio para evitar llegar a ese punto tan grave

Cuando éramos pequeños, si algo no salía como queríamos nos enojábamos y hacíamos tremendo berrinche. Luego más grandecitos, llorábamos un poco hasta que logramos poco a poco regular nuestras emociones.

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Algunas veces, a pesar de crecer, no hemos logrado controlar nuestras emociones, inclusive ya de adultos, podemos  tener arrebatos emocionales o hasta perder el control cuando nos enojamos.

¿Te pasa algo así?

Esto puede estar relacionado con situaciones de madurez que, aunado con el estrés y la ansiedad, pueden detonar estos arrebatos. Pero independientemente de esto, la clave es el autocontrol sin lugar a dudas.

Cada uno de nosotros debe aprender:

Primero, identificar las emociones que estamos experimentando tan pronto aparecen.

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Segundo, saber controlar nuestras reacciones.

Tercero, tener conocimiento de alguna estrategia que nos ayude a controlarnos.

Identificar las emociones

¿Sabías que un gran porcentaje de adultos no puede identificar sus emociones? Esto es, que no puede decir lo que está sintiendo en un momento determinado, o solo distingue entre triste, enojado o feliz.

Esto dificulta mucho luego la comprensión de lo que nos pasa, porque ni siquiera podemos nombrarlo. La gente solo reacciona ante lo que sucede y luego lamenta las consecuencias de sus actos, y eso es lo que queremos evitar.

Ponte de meta saber decir qué es lo que estás sintiendo en cualquier momento del día ante las diferentes situaciones que se van presentando, la razón, y dilo en voz alta: “me siento frustrado porque el carro no arrancó”, “estoy decepcionado porque esperaba más”,  “quiero llorar de tristeza por la muerte de fulano”, “tengo miedo porque no sé qué va a pasar”.

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El segundo paso del ejercicio es pensar, en lugar de solo reaccionar. ¿Pensar en qué?, en las consecuencias, en lo que puedes o no hacer, en soluciones, no en reacciones.

Una buena idea es respirar profundo entre un pensamiento y otro

Algo así: “Estoy muy enojado, (respiro), porque este niño rompió el florero tan caro, (respiro),  me saldré un momento para tranquilizarme y no gritar” Respiras y entonces luego actúas.

Salir de una habitación a otra o inclusive salir de casa y caminar un poco por la cuadra, a todos nos cae bien, solo avisa que lo harás.

Dejar para más tarde las cosas que de momento te hacen estallar

Esto es, si tuviste un problema con tu hijo, de momento, deja pasar un poco las cosas hasta que te sientas mejor, y entonces lo retomas desde la perspectiva de resolver el problema, corregir, enseñar algo positivo y nunca de buscar culpables o comenzar un problema de nuevo.

Aprende a hablar con tranquilidad y de forma pausada

Esto es todo un reto o por lo menos para mí no ha sido nada fácil. Pero te puedo asegurar que los resultados de intentarlo son muy buenos.

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Controlar nuestra voz, tono y volumen, nos ayuda mucho a autocontrolarnos, nos ayuda a comunicarnos mejor y evitar que los problemas se empeoren.

Hablar un poco más despacio y en un tono tranquilo, también ayuda a que ellos que nos escuchen se tranquilicen, los limita a gritar y los invita a hablar en el mismo tono.

Identifica si solo te desesperas con tu hijo o es algo general

Te pido que revises esto a fondo y con toda sinceridad, pues puede haber algo más de fondo mucho más serio que solo desesperarte.

Si al revisarte a ti misma encuentras que es directamente con tu hijo el que te sientas que vas a “estallar”, te pido busques a un especialista. Un psicólogo puede ayudarte a verificar que no estés pasando por una depresión post parto, una depresión fuerte o severa que ha durado mucho tiempo o si hay de fondo en tu vida algún trauma que te está detonando con el nacimiento o relación con tu hijo.

Inclusive puede tratarse de agotamiento así que visita a tu médico de confianza.

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Y por último:

No eres la primera o la última mamá que siente perder los estribos con sus hijos. A todas nos ha pasado alguna vez eso de sentir que no podemos más con ellos. Podemos sentirnos rebasadas con todas las cosas de casa, la maternidad, el trabajo, la pareja y las necesidades económicas.

Identifica qué es lo que a ti te está estresando de fondo, lo que te está llevando a sentirte así y entonces  será más claro el poner cada cosa en su sitio.

Jamás dudes en pedir ayuda, en hablar con alguien  e inclusive darte un tiempo  para buscar tu tranquilidad.

Los malos momentos son solo eso: malos momentos, no permitas que uno de ellos acaba con una vida feliz.

Toma un momento para compartir ...

Emma E. Sánchez

Pedagoga y Terapista familiar y de pareja. Casada y madre de tres hijas adultas. Enamorada de la Educación y la Literatura. Escribir sobre los temas familiares para ayudar a otros es mi mejor experiencia de vida.