Niños y adultos que aprenden a decidir
En cualquier momento de decisión lo mejor es hacer lo correcto, luego lo incorrecto, y lo peor es no hacer nada.
Yordy Giraldo
Si hay algo que nos resulta difícil es tomar decisiones, y es que hacerlo requiere aventurarnos a lo desconocido, confiar en nosotros mismos, hacernos responsables de nosotros u otros y asumir las consecuencias de nuestra elección. Sin embargo, decidir y elegir son aspectos esenciales e ineludibles de nuestra existencia, de nuestro crecimiento: levantarnos o no de la cama, escoger la ropa del día, dar el sí o el no ante una pregunta, comer ensalada o hamburguesa, son algunas de las miles de cosas que debemos elegir cada día. Algunas elecciones son simples y hasta las disfrutamos, como probar tal sabor de helado; otras, en cambio, no lo son tanto, como por ejemplo comenzar una dieta, y algunas otras llegan incluso a paralizarnos, como sucede cuando estamos ante una realidad mucho tiempo vivida y que ya no deseamos más, pero la idea de salir de la zona de confort nos espanta.
Cuando esto ocurre perdemos el control de nuestro destino y dejamos en manos ajenas lo que debería ser nuestro libre albedrío; por ello es tan importante aprender a decidir, y aunque, como en casi todas las cosas, lo ideal es comenzar desde pequeños, la verdad es que nunca es tarde para iniciar o retomar el camino.
Ya sea que como padres estemos enseñando a nuestros pequeños a decidir, o que como adultos nos enfrentemos a este tipo de predicamentos, hay ciertas cosas que debemos tomar siempre en cuenta para reducir al mínimo los riesgos y no acabar luego arrepintiéndonos de lo elegido, y así convertir a nuestra familia y seres queridos en daños colaterales de nuestras decisiones.
Enseñar a nuestros pequeños a decidir
En el caso de un período tan maravilloso y, al mismo tiempo, tan vulnerable, como lo es la infancia, es importante que cuidemos los detalles de la educación de nuestros hijos, dándoles la confianza necesaria en ellos mismos para que el proceso de crecimiento sea igual de mágico y misterioso.
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Y qué mejor manera de alimentar su autoestima que permitirles que tomen sus propias decisiones, incluso alentándolos a que lo hagan. Si acaso ocurriese que en ese momento no es lo que quieren, es muy importante que se los hagamos entender, explicándoles lo que puede pasar y llegar a acuerdos.
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En aquellos casos en los que sus decisiones no impliquen riesgos para los pequeños, pero nosotros sepamos que lo más seguro es que terminen errando, no los privemos de la oportunidad de equivocarse, eso es también una forma sana de crecer y de aprender a aceptar que no siempre las cosas salen como deseamos, y que eso es normal.
Seamos tolerantes con los errores
de nuestros pequeños, pues si los juzgamos de manera desfavorable o somos en exceso exigentes podríamos provocar que dejen de confiar en nosotros y en ellos mismos.
Pongámoslos en situaciones donde tengan diversas opciones
, todas atractivas para ellos, de manera que se vayan haciendo a la idea de que en ocasiones deberán sacrificar unas cosas por otras.
la decisión correcta es si nos sentimos cómodos con ella
Enseñémosles que una buena manera de identificar la decisión correcta es si nos sentimos cómodos con ella, si es lo que queremos hacer, si estamos dispuestos a asumir los riesgos que implique.
los amamos y eso sí será siempre
Sobre todo, demostrémosles que independientemente de la decisión que tomen, los amamos y eso sí será siempre.
Aprender a decidir como adultos
Para nosotros los adultos, las cosas no son muy diferentes, aunque no podemos negar la agravante de que las decisiones o la falta de ellas pueden tener repercusiones mucho más serias y perdurables que cuando éramos chicos. Por lo mismo, los puntos a tomar en cuenta antes de decidirnos por una u otra cosa, son un poquito más extensos que en los pequeños.
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Una de las cosas importantes al momento de tomar una decisión es contar con toda la información necesaria, para saber a qué atenernos al momento de elegir.
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Otro punto importante es tener clara cuál es la relevancia de que tomemos una decisión, pues ello podría determinar el momento idóneo para hacerlo.
Sopesar las consecuencias
, los pros y contras de hacerlo o no.
Hacer un listado de todas las opciones que tenemos
, para que revisando lo bueno y malo de cada una, decidamos con bases que nos den tranquilidad.
siempre contemplar un plan B
Por si acaso, siempre contemplar un plan B, aunque lo ideal es apostar con todo a algo; es bueno adelantarnos a escenarios adversos, eso nos dará cierto reposo y calmará la ansiedad.
Conocernos bien
, eso nos augurará que al momento de observar las alternativas optemos por la que más se adapte a nuestras necesidades, gustos y expectativas.
tener confianza en nosotros mismos y en nuestras capacidades
Y, lo más importante, tener confianza en nosotros mismos y en nuestras capacidades.
Ya sea de niños o de grandes, no podemos eludir la responsabilidad de resolver de una u otra manera ante cada alternativa, dilema u opción que se nos presente; temerle únicamente obrará en contra nuestra, y nos limitará en la búsqueda de nuestra felicidad y de alcanzar todo nuestro potencial.
Es imposible conocer de antemano lo que nos depara el destino, pero dejar de tomar decisiones, nos guste o no, es también una decisión, que implica que sean otros los que decidan lo que sigue en nuestras vidas, y ante el milagro maravilloso que es vivir, nos merecemos un final mejor, uno que escribamos nosotros mismos.