No censures tus emociones, y aprende a aceptar los cambios
Danitza Covarrubias
¿Qué tan a menudo nos quejamos de la lluvia? En su mayoría deseamos días soleados para salir a pasear o hacer nuestros pendientes. La lluvia en general dificulta las tareas porque no deseamos mojarnos. En ocasiones nos provoca deseos de quedarnos en casa. Por esto y otros motivos no deseamos la lluvia. Sin embargo, la lluvia riega los árboles, limpia la ciudad, humedece y cambia el clima. Despeja el cielo y le permite volver a ser azul. Y los biólogos podrán hablar más de las bondades de la lluvia.
Y ¿Por qué hablo de la lluvia? ¿Qué tanto se asemeja un día lluvioso con tener un día triste o gris? ¿Qué tanto nos resistimos, como a los días de lluvia, a los días de tristeza y dolor? ¿Cuántas veces le huimos a este estado emocional porque no queremos los ojos hinchados, no podemos darnos el lujo de quedarnos en casa, y no queremos sentir lo que sentimos cuando lloramos?
Sin embargo, el llanto, en nuestros días grises, es tan necesario como la lluvia.
La función del llanto
El llanto despresuriza un estado emocional que se desborda. Suele tener un efecto de catarsis donde libera a la persona de emociones que han estado aprisionadas por un tiempo determinado. Libera el alma de manera que la pone otra vez en disposición para sentir nuevas alegrías.
Otra de las funciones del llanto tiene que ver como un elemento de convivencia social. Es decir, poder llorar con otro genera una vinculación que a través de la empatía acerca a dos personas en relación. Generalmente las personas lloran con quienes sienten confianza como para hacerlo, lo cual refuerza relaciones. Sin embargo, no es para crear relaciones nuevas, pues puede también generar rechazo, por lo que en lo habitual hay una sensación de vergüenza cuando el llanto surge entre desconocidos.
No censures tus emociones
La nueva tendencia a buscar la felicidad, a ser positivos, a buscar objetivos pueden traducirse como una censura a este tipo de emociones. Es importante reconocer que cada emoción es importante, puesto que tienen una función.
Estudios reportan que hay una tendencia a medicar o a diagnosticar como trastorno una respuesta natural de llanto ante un evento. Es importante elegir a los profesionales con cuidado, para no terminar cayendo en las manos de alguien que termine por buscar como remedio sólo una pastilla que evite sentir aquello que es difícil.
Una explicación similar fisiológica
Existe un trastorno de insensibilidad congénita en la que deja de haber sensibilidad al dolor físico. Esto pudiera llevar a la muerte, puesto que no podría atenderse ante una alteración en el organismo.
De manera similar perder los espacios de expresar el dolor, o los días que son particularmente difíciles por estrés o otros factores, podría llevar a desarrollar trastornos. O lo que es aún más común, dificulta las relaciones interpersonales, puesto que expresamos lo que nos sucede, aunque la mayoría de las veces no sabemos ni detectar, mucho menos nombrar, lo que nos sucede.
Aceptar los cambios, de eso se trata
La vida está hecha de muchos sabores, colores, texturas, es infinitamente variada y variable. Por lo tanto, pretender tener solo días buenos, o solo estados emocionales positivos sería como dejar la alimentación sólo a platillos limitados. Poder aprender a afrontar la variabilidad de emociones y procesarlas es fundamental. Y es necesario aprender a hacerlo tanto de manera individual como en compañía con personas allegadas.
Enseñar a los hijos poder gestionar estas emociones suele ser difícil, sobre todo por que con ellos especialmente se nos remueven emociones propias. Esta es una de las razones principales por las que no toleramos escuchar a los niños llorar, ni enojarse, ni tener miedo. Nos recuerda a aquellos momentos de vulnerabilidad personal en la infancia que, por esta misma característica cultural de evitar las emociones comúnmente llamadas negativas, seguro deja recuerdos que son desagradables y que nos resistimos a tocar cuando hay un niño cerca removiendo, con sus emociones, las propias.
Llamemos a las emociones por su nombre
Cuando nos dejan a cuidar algún sobrino, el niño puede comenzar a llorar al ver que los padres se retiran. Solemos darle algún dulce o invitarle a ver alguna película, o jugar para distraerse y evitar la sensación que le genera llanto. ¿Qué pasaría si en lugar de ésto les abrazamos y nombramos su emoción?
¿Qué sucedería si los acompañamos? Lo más seguro es que ellos mismo podrían expresar cuando estén listos para tener otra actividad. Sin embargo, no siempre lo permitimos. No siempre les dejamos vivir y procesar sus emociones. Es por eso que cuando nos convertimos en adultos tampoco sabemos hacerlo.
Para poder integrar las propias vivencias es necesario un trabajo personal. Ahí será donde revisemos nuestra historias. Será un recurso de gran utilidad cuando acompañemos a los niños en el momento de una emoción difícil.
Y también será un gran recurso de vida para procesar las propias emociones en esos días en los que pareciera estar nublado, lluvioso, y gris en el corazón.