No hay que juzgar sin conocer
El objetivo es hacer conciencia de cómo solemos juzgar, lo fácil que resulta hacerlo y la forma en que nos molestamos porque lo hagan con uno mismo. Por lo que propongo tres cosas que se pueden llevar a cabo en nosotros mismos para ser
Erika Gaytán
El presentador de un programa de tv, quiso hacer un experimento con un indigente que pedía dinero en la calle; le dio 100 dólares y lo siguió. Esta persona se dirigió a una tienda, después de unos minutos salió con una bolsa. El presentador con cierto desanimo confirmaba su sospecha, cito: “Si le das dinero a la gente, lo va a malgastar en drogas o alcohol”. Aún así, continuó siguiéndolo junto a su camarógrafo. Llegaron a un parque en donde el indigente se puso a repartir platos de comida entre las personas que se encontraban ahí. El animador, apenado, se dirigió a él y le expresó sus disculpas por haber pensado mal de él y le confesó su experimento, que se convirtió al final en una enseñanza para él. Este sin expresar ningún tipo de molestia aceptó sus disculpas y le contó cómo después de haber tenido todo, en un instante se quedó sin nada. El chico se sintió más avergonzado y aceptó su error de prejuzgar a las personas. La historia no terminó ahí, el conductor del programa lo presento al público y detonó la reflexión de muchas personas, al grado de que se le abrió una cuenta a nuestro protagonista, en la cual se juntó varios dólares para que siguiera haciendo su labor.
Conmovedora historia, ¿no les parece? Mientras veía el video, aparte de hacérseme un nudo en la garganta, me hizo recordar las veces que la gente piensa lo mismo de los mendigos: “no le doy porque se lo va gastar en drogas o alcohol”. Lo que me hizo preguntarme: ¿de verdad se preocupan que no malgasten su dinero o más bien es un pretexto para no desprenderse de unos cuantos pesos? No dudo que mucha gente lo malgaste, pero ¿serán todos iguales?
Otro de los comentarios comunes es: “está joven, fuerte, debería de ponerse a trabajar, en lugar de esperar que le caiga dinero del cielo”. Sin embargo, ¿sabemos el por qué están tirados en la calle?, ¿será muy cómodo limosnear?, ¿tiene familia?, ¿le jugó una mala pasada la vida? o de verdad solo lo hace por gusto y flojera ¡Imposible saberlo!
Entonces, ¿por qué juzgamos? ¿Quién o qué nos da derecho de hacerlo? No obstante, cuando se trata de que nos juzguen a nosotros ya no nos gusta. “Qué le importa”, “que se preocupe de sus propias cosas”, “¿en qué le afecta?”, “cuando me mantenga, que se meta, antes no”…y así muchas, muchas frases, que no solo se aplica con extraños, sino con la misma familia.
Y en cuántas ocasiones te han juzgado sin saber que tienes alguna preocupación o un problema que provoca tu distracción, tu humor para convivir con las personas, tu rostro cansado, tu cuerpo escuálido, etc.
¿Te imaginas que en lugar de criticar o juzgar te brindaran apoyo cuando lo necesitaras? ¡Qué diferente sería! Pero para que los otros cambien, debemos hacerlo también nosotros, así que te propongo lo siguiente:
{foto 1}
1. Silencio
Si ves alguna situación en la que creas “requieren de tu percepción” sin pedírtela, guarda silencio y respeta. Piensa que al no tener el contexto de la situación, no puedes ni debes opinar, ni siquiera para ti mismo.
2. Valora
Si de verdad se trata de una persona que estimas, exprésale tu interés sincero para apoyarlo y ponte a su disposición; si así lo desea, te compartirá su problema.
3. Ayuda
Si está dentro de tus posibilidades, socorre a la gente, de lo contrario mejor no te ofrezcas siquiera. Ayudar no siempre es tan sencillo, así que si no sabes escuchar, dar un consejo o cualquier otra cosa, mejor ni lo intentes.
Por ahí se dice mucho” trata a la gente, como quieres que te traten a ti y a los tuyos”, así que si evitas juzgar sin saber, puede hacerte una persona excepcional y fuera de lo común; al mismo tiempo, el trato de los demás hacia a ti y los tuyos, será diferente.