No importa cuán dura sea la vida, ¡nunca te rindas!
No te rindas, aún estás a tiempo de alcanzar y comenzar de nuevo, aceptar tus sombras, enterrar tus miedos...
Fernanda Gonzalez Casafús
Alguien que conozco muy de cerca está pasando por un momento terrible. Siente su vida caer, sus ánimos no lo acompañan y percibe la vida como arena escurridiza entre las manos. Está desahuciado y nada lo alienta. Me destroza ver a esta persona así; sin embargo, no siempre mis palabras ayudan.
No es fácil ver en positivo cuando la vida te da unas cuantas sacudidas. Para muchas personas, la vida misma es como esa imagen del burro que corre detrás de la zanahoria y nunca la alcanza. A pesar de ello, en muchas ocasiones, muchos de nosotros preferimos relamer nuestras heridas, darnos palmaditas en la espalda y decir “pobre de mí”. Sí, es una excusa un tanto más fácil de sobrellevar que hacerse cargo de los obstáculos mismos de la vida y salir a la cancha a dar vuelta el marcador.
“Muchos de los fracasos en la vida suceden porque la gente no se da cuenta lo cerca que están de tener éxito cuando se rinden”.
Thomas Edison
Tomar aire y sigue adelante. De eso se trata. Y tal vez en este punto me digas, “Ajá, pero ¿cómo?”. ¿Cómo hacerlo cuando las deudas aprietan, el fracaso nos invade, el luto nos destroza, el miedo nos paraliza y el desamor nos deprime?
La respuesta puede estar muy cerca. ¿Conoces la fábula del burro que cae al pozo? El animal había caído en un profundo hueco y no podía salir. Un campesino pasó por allí, y luego de ver que no podía ayudar al asno, decidió echarle tierra pues consideraba que estaba ya viejo y era hora de enterrarlo allí mismo, dejándolo morir. Sin embargo, con cada palada de tierra, el burro se sacudía, la tierra se acumulaba bajo sus patas, y este subía un poco más.
El campesino seguía echando tierra en el pozo para tapar y enterrar al animal. Pero a medida que se sacudía la tierra, el burro estaba cada vez más cerca de la superficie, hasta que finalmente pudo ser libre y se fue trotando. Una situación que parecía oscura y caótica se tornó en un giro milagroso. Si el burro se hubiese rendido antes de tiempo, no hubiera vivido; sin embargo, nunca bajó los brazos y siguió luchando hasta salir vencedor.
¿Te dejas cubrir de tierra o te sacudes?
Muchas veces en nuestra vida nos encontramos ante situaciones como las del asno de esta fábula. Pero no siempre sabemos sacudirnos el polvo y usarlo a nuestro favor. Y más de una vez nos dejamos enterrar. Y con ello, nuestras esperanzas.
El trabajo de introspección es meramente individual, pero no debemos olvidar que tenemos muchas personas a nuestro alrededor que quieren vernos bien y nos apuntalan a mantenernos firmes y en pie. Salir adelante cuando nos sentimos que ya no podemos más no es fácil, y en muchas ocasiones sentimos que ninguna palabra sirve, que la angustia nos anuda las palabras y que la desesperanza nos inmoviliza.
Aún así, hay algo que tienes: VIDA. Y mientras haya vida, habrá oportunidades. Por ello, jamás debemos bajar los brazos ante nuestros sueños, así como ante aquellas adversidades que doblegan nuestras capacidades hasta el punto de debilitar la voluntad y nublar la razón. Siempre hay algo más que podamos hacer para virar el timón y cambiar el curso de nuestra vida hacia algo bueno.
La vida es como andar en bicicleta
Sí, así es… La vida es como andar en bicicleta: debes mantener el equilibrio para salir adelante. Cuando perdemos la confianza en nosotros mismos o en las propias circunstancias que nos rodean es cuando perdemos el equilibrio y caemos.
Cuando ello sucede, es cuando debemos volver al eje. Buscar el foco, centrarnos, para luego volver a ponernos en movimiento de forma armoniosa. Para ello, hay ciertas actitudes y hábitos cotidianos que podemos poner en práctica para no dejarnos llevar por un espiral negativo de emociones.
Céntrate en aquello que deseas
Tenemos la costumbre de mirar aquello que no tenemos y en quejarnos por todo lo que nos falta hacer o conseguir. Si nos centramos en aquello que sí tenemos y en todo ello que podemos hacer para lograr nuestros objetivos, el foco cambia considerablemente.
Deja de llevarte por los mandatos
Los mandatos sociales, familiares, culturales y dogmáticos muchas veces condicionan nuestra forma de actuar y movernos en este gran juego de la vida. Romper con ellos a veces es necesario para seguir adelante y poder alcanzar nuestros sueños. Tal vez tu padre y tu abuelo te querían médico como ellos, pero tú has elegido otro camino que te hace feliz, y no puedes bajar los brazos ante ello.
Piensa en un bebé cuando aprende a caminar
No conozco ningún niño que esté aprendiendo a caminar y que nunca más se haya levantado después de caer. Los bebés caen una y otra vez y saben que es parte del aprendizaje. Piensa como bebé cada vez que caigas, y verás que volverás a levantarte tantas veces sea necesario.
Actúa en consecuencia
¡Deja de refugiarte en los lamentos! Date tu tiempo de llorar, de enojarte y de reflexionar sobre tus preocupaciones. Pero ahora seca tus lágrimas, alza la frente y sigue adelante. No hay otra forma de hacerlo.
No cargues con culpa
La culpa puede hacer estragos en la vida de una persona. Ella es hermana del miedo y pueden socavar nuestro raciocinio y nuestras emociones. Amígate con todo aquello de lo que te arrepientes, pero no dejes que te perturbe. La vida sigue, y estás aquí y ahora para vivirla.
Es momento de aprender a no bajar los brazos, a animarse a más, a sacar provecho de las adversidades (y sobre todo a aprender de ellas) y a hacer eje en aquello que nos motiva a ser mejores personas. Porque, no importa cuán dura sea la vida… ¡nunca te rindas!