No reprendas más allá de tu capacidad de curar
A menudo, donde hubo un inmenso amor inicial, con el tiempo se pasa a un desamor total, al grado que sólo quedan reproches y resentimientos. Conoce un técnica sencilla para cubrir las faltas, con amor.
Marta Martínez Aguirre
Otra vez te tocó dormir en el sillón de la sala. Sabes muy dentro de ti, que no hay aire acondicionado que te haga sentir tanto abrigo como sus brazos. Y aun así, ya no sabes cómo decírselo. Antes de la boda, ambos usaban frases llenas de delicadeza y ternura. Durante la luna de miel alrededor de ustedes sólo se escuchaban frases llenas de pasión y consideración del uno para con el otro.
Cada frase en ese entonces reflejaba el deseo de estar juntos y tener un proyecto de vida común. Cada una de ellas, resaltaba un atributo real que te hacía sentir en plenitud y tenías deseos de devolver aspectos similares a tu cónyuge. Ahora que han pasado los años, están tiradas por todos lados las listas de frases hirientes y de atributos negativos, con impuestos incluidos.
Las cosas que te irritan y te sacan de tus casillas están remarcadas con colores flúos en tus labios a primera hora de la mañana. Cerca del mediodía, no queda nada delicado que puedas expresar y al llegar la noche sólo corre la sangre hirviendo en tus venas. Y empiezas a decirte: “Para qué me casé con esta persona”, “Por qué dejé pasar tantas oportunidades”.
Notas adhesivas para cubrir la falta de amor
Si sigues devolviendo mal por mal, dolor por dolor, injuria por injuria, y te dejas seducir por el eslogan de esta sociedad contemporánea: “Si no te hace feliz, deséchalo en la volqueta más cercana”, con esta persona y con otras miles, tendrás los mismos resultados. No tengo más remedio que decirte algunas verdades, después de todo, no soy tu madre consentidora y no estoy escribiendo para rascarte la espalda. Te aseguro que si haces este ejercicio en dos pasos, encontrarás que hay muchas cosas aún que te impulsan para rescatar tu matrimonio:
1. Expulsa los reproches
Tómate unas horas libres y reúne unos cuantos papeles adhesivos, de todos los colores. En cada uno escribe TODAS las debilidades de tu cónyugue: sus frases humillantes, sus sermones y no olvides resaltar en colores fuertes sus mejores errores. Siente como la rabia y la frustración se apodera de tu vida. Respira hondo, recorre con tus manos cada uno de los papeles adhesivos, y adhiere encima de ellos, TODAS Y CADA UNA de tus contestaciones. Nada de trampas, la honestidad es el elemento clave de este ejercicio. Te aseguro que la mayoría de las parejas que hacen esto, lloran y empiezan a sentir que la vida se les está yendo entre reproches y frases que emponzoñan el amor con comentarios irónicos, mientras el sufrimiento se apoltrona en la almohada.
2. Revive los motivos de tu amor
Luego de secarte las lágrimas y descubrir que las emociones y el egoísmo le han ganado al afecto, en tu corazón que aún anhela, decídete a ir derribando cada una de esas acciones que destruyen matrimonios, con acciones que lo restauren. No vale nada material: tendrás que bucear en tus afectos y descubrir nuevamente el sabor del néctar en tu garganta. Plantéate cada día reconocer algo que está bien hecho, un detalle que te conmueve, un gesto que aún te rememora el apasionamiento y el deseo.
Entonces, ponte una fecha límite, y toma otra libreta de papeles adhesivos. Escribe ahora notas que cubran cada gesto de desamor, con una virtud, un cambio de actitud, un motivo para seguir amándole. No tienes idea de las ganas y el entusiasmo que va a emanar cuando en vez de un reclamo o frase hiriente, tu pareja encuentre un gesto de paciencia y amor que lo cubra. Adhiere cada día dos o tres papeles adhesivos a los anteriores. “Inútil de primera”, puede ser sustituido por “Voy a darte una mano”; “Se cree que la plata sale de los árboles”, puede ser reemplazado por “Administración en pareja”; “No tiene nada atractivo”, quizás pueda ser sustituido por “Aún me apasionan sus caricias”.
No digas “estas boberías no me sirven de nada, lo que quiero es pedirle el divorcio”, porque entonces le legarás a tus hijos el don de la amargura. Tu conyugue todavía tienes sueños y deseos que te incluyen, aún hay talentos y habilidades que quedaron sepultados bajo los escombros de los insultos mutuos. Esto no es mágico, ni sencillo: implica renunciar al hábito de ver lo negativo y al lenguaje denigrante, cubrir lo negativo simplemente con el mismo amor que te llevó a dar el sí, el día que renunciaste a tu soledad.