No sientas culpa, a veces está bien alejarnos de la gente que nos hace daño
A veces es necesario por tu bien, pero también por el bien de aquel que daña, para que comprenda que en la vida hay que saber amarse a uno mismo para poder amar a los demás.
Fernanda Gonzalez Casafús
Le das vuelta al asunto, pero la incomodidad roza tus fibras más íntimas. Quieres comportarte como el ser más paciente y bondadoso del mundo con esa persona que te hizo daño y continúa haciéndolo. Pero la pregunta es: ¿cómo continuar sin destruirnos?
Soy de las personas que pongo la mejilla más de una vez, pero he llegado a un punto en mi vida en el que me cuestiono: ¿Es necesario que mis pedazos rotos sirvan para reconstruir a los demás? Y ahí me doy cuenta que solo puedo servirle al otro si yo estoy completamente entera.
Perdonar es un camino de ida
Cuando alguien nos hace daño en forma reiterada es habitual que elijamos alejarnos, o que al menos pongamos un freno consciente al maltrato. Otras veces, no es fácil apartar a esa persona de nuestra vida, pero sí podemos siempre optar por entender su comportamiento, analizarlo y brindarnos la mejor opción que es perdonar a ese ser de enredados sentimientos que solo sabe lastimar con sus palabras y sus actos.
Y tú me dirás “Perdono, pero no olvido”. Sí, es cierto que es difícil olvidar todo el daño que nos ha hecho una persona. Y aquí se presentan dos cuestiones: ¿Perdono y sigo dejando que me utilicen como saco de sus desperdicios?, ¿O disculpo a esa persona, aunque poniendo un freno real y tangible a sus comportamientos?
El perdón siempre es un camino de ida. Quien sabe perdonar no guarda más rencor en su corazón y entiende que la persona que hiere y lastima lo hace porque sus sentimientos lo atormentan y lo desbordan. Quien perdona ya no está enojado, pero ello no significa que siga aprobando el daño y la ofensa.
Yo elijo a aquellos que construyen mi vida
Por muchos años soporté tener cerca a una persona que siempre tenía comportamientos humillantes y ofensivos para mi familia. Sostuvimos en el tiempo a una persona que tenía brotes de ira, que amenazaba (llegó a amenazarme de forma directa y personal), y cuyas amenazas también muchas veces eran indirectas jactándose de los turbios vínculos que manejaba, algo de lo cual se regodeaba.
No puedo mencionar por qué tuve que soportar durante muchos años esta situación, porque sería exponer al desnudo detalles demasiado finos que sería peligroso alegar. Pero sí puedo decir que hice mis esfuerzos más grandes para sostener este vínculo el mayor tiempo posible.
Pero luego, al formar mi familia, mis hijos pasaron a ser el motor de mi vida. Y descubrí que tenía la misión de aportar a su vida los buenos valores, las buenas costumbres y sobre todo las buenas relaciones. Comencé a darme cuenta que necesitaba rodearme de gente que construya y edifique mi vida, y no que la destruya.
Elegir el camino correcto es una gran decisión
A veces simplemente las piezas no encajan. Tú vas por un camino y el otro va por el otro. Tomas un atajo, corres, y te esfuerzas por seguirlo. Pero un día notas cómo tus valores morales van diametralmente opuestos al otro y es entonces cuando comienzas a alejarte. Al principio sientes culpa, pero luego te sientes liviano, pues estás escuchando la voz de tu interior.
Jesús nos enseña a perdonar, a soportar las cargas y a cargar la cruz. Y muchas veces lo hacemos, pero eso no significa que nos dejemos destruir poco a poco o que expongamos a nuestra familia a la desidia del otro. Jesús nos alienta a luchar por una causa, a perdonar a nuestros hermanos, y a amarlos; y muchas veces amar a los demás significa poner ese freno necesario que lo “desencaja” y lo ayuda a replantear su comportamiento.
No dejes que intoxiquen tu vida
La gente que intoxica tu vida es aquella que solo habla de ella misma, que nunca te pregunta por tus intereses, tus preocupaciones, ni mucho menos se ofrece en tender una mano (o que si lo hacen, es para demostrar su poder). Aquellos que solo saben destruir con sus críticas y que se burlan de tu escala de valores en la vida.
Si te sientes incómodo con la presencia de esa persona que te hace daño, si sientes que son mala influencia para tus hijos y para tu familia, estás haciendo bien en impedir que tú y los tuyos se vean afectados.
Elige rodearte de aquellos que te edifican, que suman. Rodéate de aquellos de sonrisa sincera, de abrazos fraternales y de palabras cariñosas. La ironía, el descaro y la humillación no son alicientes para sostener una relación que va diezmando tu energía.
La paciencia y el amor son armas poderosas
He contado hasta diez. He tenido escozor en todo el cuerpo antes de ir a la casa de esa persona. Me ha dolido el estómago, y hasta muchas veces he temido por mi vida. Exponer ahora a mis hijos a ello sería una tremenda locura.
La paciencia y el amor como herramientas en la vida son armas poderosas con las que podemos avanzar. La paciencia nos invita a poner a prueba nuestros más profundos sentimientos y el amor, de la mano, nos proporciona esa satisfacción personal de no sucumbir a los embates de nuestros humanos impulsos.
Elige la paciencia, para soportar con calma las agresiones (a veces encubiertas) de aquellas personas que no tienen otra cosa para dar.
Pero soporta con amor, para comprender que es tanto el peso que llevan que necesitan aligerar su carga, aunque elijan hacerlo de forma errónea.
No sientas culpa. A veces, está bien alejarnos de aquellas personas que nos hacen daño una y otra vez. Muéstrales que existe el camino del amor, de las palabras edificantes y reconfortantes. Muéstrale que eliges los buenos valores, esos que nos humanizan, que nos hacen crecer y que nos invitan a rodearnos de gente y cosas positivas.
Elige perdonar, siempre amándote. Porque si te amas de verdad no dejarás que el otro siga haciéndote daño, brindándole a su vez un valioso instrumento de aprendizaje para la vida de aquel que aún no sabe amar sin herir.