Pon tu vida en manos de Dios, y sucederán milagros

Para cambiar tu vida no debes más que confiar en Dios.

Erika Patricia Otero

Como muchas de las cosas buenas de la vida, lo que me ocurrió hace poco fue pura casualidad.

Sin mucho que hacer el domingo por la noche, comencé a buscar por Netflix algo para ver. No soy muy dada a ver dramas o producciones que impliquen drama; sin embargo, un título me llamó la atención, una película que su título me sugería un tema de guerra, su nombre “Cuarto de guerra”.

Fue así que, sin mucho ánimo y cansada de tanto buscar, la deje andar. Mi sorpresa es que era una película cristiana, género que tampoco me gusta debido a lo que implica: personas sufriendo. No tengo problemas con la espiritualidad, me gusta el tema; aun así, por lo general, al drama y la espiritualidad siempre los une una línea muy delgada.

No es que carezca de empatía; por el contrario, mi nivel de empatía es tan alto, que saber que un ser sufre me desarma por completo y drena todo mi buen ánimo, por eso evito el drama y sufrimiento tanto como me sea posible.

Pues bueno, el punto es que dejé seguir la película. Para mi sorpresa, de a poco me fue atrapando. La disfruté como hacía mucho no lo hacía. La razón por la cual la amé fue por la enseñanza: permitir que sea Dios quien luche nuestras batallas.

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No era así de simple, explicaban el proceso de confiar en Dios a través de la historia de un matrimonio que se estaba viniendo abajo. Mostraban la lucha de la esposa por salvar a su familia gracias a las enseñanzas de una anciana muy graciosa e interesante.

La película me recordó algo importante

Lo que me ocurrió con la película, no fue que me dejara una enseñanza. Debo admitir que el conocimiento de confiar en Dios ya lo tenía interiorizado. El asunto es que siempre tuve conflictos con mi fe. Confiar en Dios o en las personas es lo que más me cuesta; sin embargo, estoy cansada de luchar mis guerras yo sola, y reconozco que necesito ayuda.

Eso fue lo que me recordó la película: que es bueno, que es NECESARIO confiar y aprender a dejar en las manos de Dios nuestros problemas.

Qué me ocurrió y qué hice

Al terminar la película me sentí impulsada a orar. Para hacerlo seguí la enseñanza que en la película la mujer anciana le enseñó a la madre de familia.

Ya señalé antes que el nombre de la película es “Cuarto de guerra”, pues bien, recibe este nombre porque la mujer anciana oraba en un closet que adecuó para esta labor en particular.

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Yo estoy lejos de contar con tanto espacio en mi vida, pero decidí que iba a poner todo de mi parte para confiar en Dios más que antes, más que siempre.

Terminada la película, lo que hice fue pensar mucho en cómo debía hacerlo. Quizás ese sea uno de los más grandes errores al acercarse a Dios: pensar.

El acercamiento a Dios

Querer acercarse a Dios debe ser un acto espontáneo impulsado por la necesidad de querer conocerle, querer entregar y confiar. Bueno, eso fue lo que hice.

Esa noche después de apagar el televisor, tomar mis medicinas y respirar profundo para tener la valentía de buscarlo, me arrodillé frente a mi escritorio, agaché mi cabeza, junté mis manos y me dejé ir en palabras.

Hablé de tantas cosas; de mis miedos, mis problemas de salud y dinero, de mi soledad perpetua. Luego, le pedí guía y ayuda, pero sobre todas las cosas le dije que ponía en sus manos todas y cada una de las cosas que le había expuesto.

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Le pedí que me ayudara a confiar, que era lo que más deseaba. También supliqué su compañía para poder enfrentarme a mis demonios y a todas las dificultades de la vida. Luego, solo me restó agradecer todas las cosas que me otorga a diario.

Luego de terminar mi oración fui al patio y mire al cielo. Recuerdo que en voz alta le dije: “Dejo en tus manos todos mis problemas, ayúdame a confiar”, y entré a dormir.

Los resultados de mi petición

Tenía que realizarme varios procedimientos dentales que no solo iban a ser muy costosos, sino dolorosos. Después de la angustia inicial por no saber de dónde sacaría el dinero para pagar, opté por decir “las cosas serán como deban ser” y no de otra manera, y así fue.

El primer procedimiento iba a ser el más doloroso de todos, y debido a una mala experiencia médica, le tenía verdadero terror a los odontólogos. Pese a eso, di con una excelente especialista y el procedimiento fue por completo indoloro.

Admito que por todo el camino me fui orando y pidiendo que el procedimiento no doliera, y así ocurrió. Con franqueza me sentí muy aliviada, y de una forma u otra sentí que mis oraciones habían sido escuchadas. Dos días después debía regresar para una revisión y una reconstrucción de muela, y de nuevo todo salió bien.

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Luego de todo eso, me quedaba el hecho de hallar la manera de pagar mi deuda. Pues bien, el día que fui a mi última cita médica, me encontré con la noticia de que un familiar sería quien asumiría mi deuda y yo quedaba eximida de la responsabilidad financiera.

Es un verdadero alivio porque no estoy pasando por una situación económica solvente, y esa gran ayuda es de verdad una de las tantas bendiciones que estoy recibiendo.

Con honestidad, siento que mis oraciones fueron escuchadas y están siendo atendidas; yo no tengo palabras para agradecer. Ahora, solo me queda seguir confiando.

Por último solo me queda hacer dos cosas: primero, te recomiendo la película; y segundo, espero que te motive a creer y confiar en Dios y dejar que sea Él quien luche tus batallas. No es difícil, pero tienes que mostrar interés en hacer tu parte. 

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Erika Patricia Otero

Psicóloga con experiencia en trabajo con comunidades, niños y adolescentes en riesgo.