Por esta razón tus hijos no siempre desean seguirte
¿Presentas el "buen comportamiento" como algo agradable?, ¿te enfadas constantemente?. Tus niños necesitan una guía amorosa, ¿se las das?
Marilú Ochoa Méndez
Les pides que no peleen, pero a la hora de la cena, le gritas a tu marido frente a ellos. Haces desplantes a tu madre frente a tus hijos, y mientes en su cara (y a veces usándolos como pretexto).
Pero te asustas cuando al pelear entre sí, tus hijos se hacen un rasguño. Te molestas cuando tu hijo, insolente, te contesta con ironía a una petición (ya olvidaste que tú respondiste a tu esposo de la misma manera horas antes).
Te ha pasado, te has dado cuenta, pero la vida corre vertiginosamente, y aunque por las noches te prometes cambiar, dejas caer la cabeza embotada en tu almohada, para levantarte al amanecer y volver a correr, muchas veces sin rumbo ni dirección, dando trompicones.
Es que -tú lo sabes- no sirve de nada que procures su alimentación balanceada si su alma, cada día, se hiere con acciones incorrectas que repites consuetidunariamente.
Imperfección nunca es resignación
Han sido varias las veces que me atrapo pensando que mis hijos merecen una mejor madre que yo. Me he atorado, porque esa idea es destructiva, no constructiva. Sí, no siempre soy la madre amorosa que me he propuesto, no siempre los escucho, ni les hablo con el cuidado que debería. Sin embargo, no soy su madre porque lo merezca, sino porque ha sido un regalo gigante de Dios.
Entonces, hundirme en mis fallas personales no consigue nada bueno ni para mi familia ni para mí. La solución será empeñarme en enderezar las situaciones problemáticas, procurar mi serenidad y mi avance progresivo para superar mis fallas, defectos y heridas personales.
Estoy segura que tú te encuentras en mi misma situación. ¿Por qué lo se? Porque somos personas imperfectas, llenas de sueños y anhelos, que reiniciamos cada día a pesar de las caídas. El amor por nuestra familia nos impulsa a buscar mas y mejores maneras de maternar y guiar a nuestra familia.
A continuación, me gustaría explorar algunos de los errores mas comunes a la hora de guiar a nuestra familia, para potenciar nuestra labor y afinar nuestras estrategias, logrando avanzar al procurar que cada hogar sea una comunidad de verdadero amor y crecimiento.
Tus hijos no te siguen porque criticas todo el tiempo
Mandar implica involucrar al subordinado. En este caso, nuestros hijos. Involucrar no significa considerar que nuestros niños son robot que debemos adiestrar, de forma que al apretar un botón, gritar o amenazar, los movilicemos.
Si deseamos criar hijos buenos que amen y busquen lo que les beneficie profundamente, nuestro primer paso es convencerlos amorosamente. Este convencimiento inicia en primer lugar mostrándoles la belleza del fin que pretendemos para ellos.
Decía María Montessori que inculcáramos en nuestros hijos bellas y buenas ideas de comportamiento, y que poco a poco ellos crecerán comprendiéndolas.
¿Propones a tus hijos los cambios y mejoras en su vida de una manera positiva?, ¿valoras sus esfuerzos?, ¿reconoces sus cualidades?, ¿comentas de manera positiva los retos, presentándoles atractivamente la cualidad a conseguir?
Si tenemos una exigencia seca y desconsiderada con nuestros pequeños, los desmoralizaremos antes de que inicien y se enamoren de la posibilidad de vivir una vida buena.
No presentas lo “bueno” de una buena manera
A veces, ladro. En vez de dialogar con mis hijos, dejo que el coraje o frustración se me suban a la cabeza, y salen a borbotones los reclamos ininteligibles de mi boca. Esto no construye nada, solo lesiona mi relación con los miembros de mi familia. Luego, les propongo hablar, pero -ante mi anterior comportamiento- parece que las palabras no son la mejor opción, ¿y si mamá vuelve a perder los estribos?
Una sabia amiga me decía: “si tú lavas los trastes con la cara larga, les demuestras que te molesta servirles, hazlo con amor”. Procuro recordar sus palabras siempre que me canso y quiero correr, cuando me abruman mis labores de madre y esposa.
Lavar trastes, implica que tienes la bendición de tener una mesa con insumos en la que compartes alimentos para los tuyos. Barrer, implica que tienes un piso donde tu familia puede encontrarse y convivir, recoger juguetes significa que tus nenes tuvieron tiempo para idear un mundo imaginario que enriqueció su tarde. Cambiemos el “chip”, procuremos presentar de manera agradable, interesante y atractiva lo “bueno”, de manera que se les antoje ordenar, limpiar, escuchar y atender nuestras indicaciones.
No estás segura, o no te la crees
En ocasiones me cuesta poner límites a mis pequeños. Un hijo mío, muy sabio y preciso con las palabras (en ese momento tenía 10 años), me dio la pista para poder vencer ese talón de Aquiles mío. Te cuento.
Estábamos cocinando un pastel él, yo y mi otro niño de tres años. Ellos tenían ya los ingredientes servidos en platos pequeños y los integraban al tazón en el momento en que yo les indicaba. No me tembló la mano ni la voz. Yo estaba segura de que no podían agregar la leche hasta que el harina y la manteca se mezclaran bien. Mi voz fue segura, mis indicaciones claras. Les expliqué claramente, y detuve a mi hijo mas chico cuando no quería atenderme.
Entonces, volteó mi observador de ojos grandes y me dice: “Mamá, qué claro hablas cuando sabes guiarnos”. Debo confesarte que me desarmó la agudeza de su observación. A sus diez años, reflejó con gran tino que tengo el potencial dentro, solo necesito convencimiento para guiar mejor a los míos.
Este ejemplo lo vierto en este texto para animarte. Si sabes qué deseas propiciar en los tuyos, ¡puedes sembrarlo! Solo debes estar segura, y creértelo.
Ánimo, esta labor es agotadora pero profundamente satisfactoria. Verás cómo el amor, la atención plena, la dedicación, el buen trato y la consistencia tuya como autoridad, generarán frutos abundantes y preciosos en tu familia. ¡Tú puedes!, no desistas, que el la vida plena y sana de los tuyos está en tus manos.