“¿Por qué a mí?” no es una pregunta que debas hacer a Dios, sino a ti mismo

No porque las cosas no te salgan como has planeado Dios ha dejado de amarte, al contrario. Para que lo ratifiques, por favor lee este artículo.

Erika Otero Romero

Cuesta mucho aceptar que aquello por lo que has luchado con todas tus fuerzas no salga cómo lo has esperado. Todos, todos en absoluto hemos tenido que pasar por esa situación. Quizás esta sea una de las razones por las cuales algunas personas ponen en duda la existencia de ese ser superior a quien tantos de nosotros llamamos Dios.

A mí me ha ocurrido -más veces de las que he deseado- que después de mucho esforzarme, todo lo construido con esfuerzo termina por derrumbarse ante mis ojos. En esas ocasiones he perdido la calma y exclamado al cielo con angustia: “¡¿Por qué a mí, Dios mío?!”.

Así es, la fe tambalea, te sientes decepcionada de ti y te preguntas una y mil veces cuál es la razón por la que nada te sale como deseas. Te parece que a los demás todo les sale bien y a ti nunca te resulta nada, y peor aún, buscas respuestas y no las encuentras.

Si te ha pasado ten por seguro que hay una razón, un por qué, y en las siguientes líneas te explicaré de manera breve qué es lo que ocurre:

Un problema real: tu sistema de creencias

Sí, aunque no lo creas, cuando las cosas no salen como has esperado y los esfuerzos por lo que has luchado no son suficientes, no es “culpa” de Dios o de tu falta de entrega, tampoco se debe a que no lo merezcas. El problema radica en el sistema de creencias con el que te han criado.

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Ese sistema de creencias errado te ha “dicho” que si actúas de manera correcta, sin cometer faltas graves; que si ayudas a tu prójimo en estado de sufrir y las cosas cada día irán mucho mejor de lo que esperas.

De esa manera descubrirás que todos los eventos de la vida son buenos para ti, incluso aquellos que resultan frustrantes, ya que son buenos porque te ayudan a ser humilde, a aceptar que no todo depende únicamente de ti y de tus fuerzas, sino que debes confiar en Dios y en que todo lo que te ocurre tiene un motivo que siempre será lo mejor, aunque de entrada no lo percibas de esa manera.

Pon todas tus elecciones en manos de Dios

Para que te sea más sencillo aceptar el resultado de tus elecciones, pon en las manos de Dios tus decisiones, de este modo todo sucederá como debe ser desde un principio y no tendrás frustraciones. Así estarás confiando en Él por entero y tendrás la seguridad de que sea el resultado que sea que se dé, va a ser en tu provecho.

Por último, sé siempre humilde al emprender tus propósitos para que puedas aprender la lección que debas interiorizar, y agradecido cuando las cosas se den como tanto esperabas; de eso se trata todo esto: de ser humilde y agradecido.

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Erika Otero Romero

Psicóloga con experiencia en trabajo con comunidades, niños y adolescentes en riesgo.