Primero yo, y luego los demás
Cuando alguien viene a ti en busca de ayuda, lo hace porque sabe que en ese momento tú te encuentras en una condición más favorable que él, de modo que procura siempre mantenerte bien tu mismo para poder ayudar a otros.
Paola López Martínez
Hace poco más de un año recibí la oportunidad de abrir mi propio consultorio. Siempre consideré que mis dones eran saber escuchar y dar buen consejo. Ingresé a la facultad de psicología, me gradué con un buen promedio, y aunque no logré conseguir empleo de inmediato seguí en la búsqueda del conocimiento. Quería mostrarle al mundo que estaba preparada, que había memorizado varias teorías y sabía con qué tipo de patrones coincidía cada una, pero parecía no haber oportunidad. Después de dos años de búsqueda me estanqué, y justo ahí llegó mi verdadera oportunidad: buscaban a una joven que tuviera paciencia y don de servir a los demás. Yo era la indicada, estaba segura.
Desde hace año y medio soy voluntaria en una fundación que ayuda a personas de escasos recursos, la mayoría de ellas con historias que te parten el corazón y por las cuales quisieras desprenderte de todo lo que posees y ponerlo en sus manos. En ocasiones, mis compañeras y yo hemos sido las únicas voces de esperanza que esas personas han escuchado en mucho tiempo. Debo confesar que mis sentimientos y emociones se han desarrollado intensamente desde esos días; muchas veces he tenido ganas de llorar, he vivenciado también su dolor y enojo, he compartido sus alegría y sus triunfos. Y he caído en la cuenta de que para ser psicólogo, médico o para desempeñar cualquier otra labor que involucre el trato directo con las personas, las teorías sirven, sí, mas no lo son todo. Al servir necesitas dar lo mejor de ti, abrir tu corazón; requieres paz, sabiduría, decisión, voluntad, paciencia y mucho amor. Si algo he aprendido en mi labor como voluntaria social y terapeuta es que, antes de brindar ayuda de calidad, primero necesito depurar toda mi toxicidad física y emocional. Mi mente cambió el día en que puse manos a la obra para estar en excelentes condiciones y volcar todo lo que soy en beneficio de los que vienen a mí en busca de ayuda.
Te invito a que valores la maravillosa oportunidad que tienes al servir a los demás, estoy segura de que lo haces si eres madre o padre, es decir, tienes una familia a la cual servir. Tu familia debe ser tu prioridad, será ella siempre tu mayor beneficiario; después, puedes incluir tu trabajo, tu labor social o tu servicio en la iglesia. Te invito a que hagas un balance, tal vez esta sea la mejor oportunidad para descubrir si tu servicio es de calidad. Revisa cómo andan tus niveles de:
1. Satisfacción
Pregúntate si te gusta hacer lo que haces, si lo disfrutas, si lo contagias, si lo haces con amor y precisión. Y si mientras lo haces te vienen momentos memorables a tu mente y sonríes, perfecto, haz nacido para ello, deléitate, no hay nada más hermoso que disfrutar lo que haces y hacerlo con toda dedicación. Sin satisfacción no hay acciones de calidad.
2. Felicidad
Busca siempre estar feliz. Haz todo aquello que te hace reír, bailar, relajarte. Evita las discusiones, el estrés y las malas compañías. No podrás hacer mucho por alguien si estás enojado o preocupado.
3. Paz interior
Cuando sirves necesitas tener paz, buena conciencia moral, saber que siempre has buscado hacer lo correcto, lo pulcro, la buena organización y administración. Sé siempre cabal, defensor de tus ideas y tardo para los juicios; sé íntegro, cordial y buen amigo.
4. Experiencia
La buena memoria y un coeficiente intelectual superior no bastan, requieres sabiduría, esa que solo se adquiere con la experiencia, con el trato y con la empatía. Necesitas ser el mejor entendiendo a las personas, sus motivos, razones y situaciones. Dar testimonio de tus logros y caídas te hace sabio, comparte lo que te ha dejado aprendizaje y lo que te ha hecho ganarte el papel o rol que desempeñas.
5. Cree en ti
Siéntete privilegiado y honrado de servir a los demás. Llénate de orgullo al saber que no solo compartes tu tiempo, sino que das tu amor y lo mejor que tienes a alguien que lo necesita. Estoy segura de que si algún día no lo hicieras, nadie más lo haría de la misma forma e intensidad como tú. Eres único al entregarte, no habrá nadie más; de modo que, ¡felicidades, colega!
Cuando alguien viene a ti en busca de ayuda, lo hace porque sabe que en ese momento tú te encuentras en una condición más favorable que él; así que procura siempre mantenerte bien para ti mismo, así harás mucho más por los demás. Si ellos regresan a ti, una vez más, sabrás que tienes algo especial; disfrútalo y no te lo guardes, compártelo.