Regala oro, incienso y mirra cada día
Los Magos de Oriente decidieron emprender un viaje largo para hallar al Rey de los Judíos, llevaron consigo regalos valiosos, este artículo te invita a dárselos también tú.
Marta Martínez Aguirre
Lo imagino reír mientras juega, con los cabellos húmedos y yendo de un lado al otro mientras María hornea pan y José clava unas maderas. Ha pasado quizás un año y el niño del pesebre está rozagante, pleno.
En esta escena llena de humildad Dios nos susurra que los milagros son posibles y que su amor sigue penetrando nuestros miedos. Dios sigue actuando en su misterio, en la fragilidad de un niño de un año Dios llena las sombras de su resplandor eterno.
El día de Reyes nos permite penetrar en el corazón mismo del hecho cristiano: Dios revela a su Hijo a todos los pueblos, simbolizados en los Magos que vienen del Oriente. Jesús no es sólo el Mesías de Israel, es la Luz de todas las multitudes. Este es un día de gozo y de luz, representada en una estrella errante, que se posa sobre el lugar mismo donde la Luz del Mundo resplandece.
Es casi inadmisible aceptar la Navidad sin entender esta historia donde Cristo se revela y manifiesta. De la oscuridad del pesebre, se pasa a la luz de la estrella, que permite ver con claridad que Dios se revela. Es ese el motivo por el cual los Magos, al «ver al niño con María su Madre, postrándose, lo adoraron» (Mateo 2:11).
No hay otra respuesta a la revelación de Dios: arrodillarse y adorar.
Es que Cristo no es un profeta más, es la Luz del Mundo. El camino, la verdad y la vida. Es la Misericordia que se encarna en la vulnerabilidad de un niño, que sacude y da miedo a un poderoso como Herodes y le dice quién es el Rey de Reyes.
Esta historia es reflejo de que sólo conoces a Dios en el encuentro con Él y, viceversa. Te encuentras con Dios cuando eres capaz de abrir tus cofres y dejar que vea tus tesoros más preciados. Te invito a darle tus tres tesoros:
El oro de la pureza y la santidad
Si bien el oro desde la época del Tabernáculo simboliza dignidad, realeza, y autoridad, debido a su condición de metal puro, es símbolo de lo no corrupto y de lo santo. Escoge entonces darle a Cristo estos atributos, con actos que te acerquen a Él y te permitan llenar tu vida de su Espíritu. Cuida de tu cuerpo, tu lenguaje, no profanes tu pensamiento, escoge ver, leer o hacer aquellas cosas que purifican y santifican tu vida cotidiana.
El incienso de tus oraciones,
“Jehová, a ti he clamado; apresúrate a mí; escucha mi voz cuando te invocare. Suba mi oración delante de ti como el incienso…” (Salmos 141:1-2). El incienso era una sustancia aromática que se quemaba en el Tabernáculo de Moisés y en el Templo de Salomón sobre el altar de oro. Su uso era sagrado y su precio era muy costoso, se obtenía de árboles de Arabia y África (Jeremías 6:20; Cantares 3:6). Se quemaba en el santuario cada día y cada noche como ofrenda agradable al Señor. Decídete darle este regalo a tu Salvador, cada día y cada noche entrega tus oraciones y deja que el perfume de tu corazón volcado a Él llegue hasta su Santa Presencia.
La mirra de tus tristezas y angustias
La mirra es una resina aromática que exuda la Commiphora myrrha, este árbol crece al noreste de África, en Arabia y Turquía. Parece que su resina era muy amarga y era usada para elaborar perfumes y ungüentos en especial para embalsamar a los muertos. Lo interesante es que se extrae del tronco largo de este árbol al golpearlo para que excrete un fluido amarillo que se recoge en forma de lágrimas. Si pensamos en el sufrimiento de Cristo en la Cruz y en el Getsemaní podemos ver el simbolismo, vinculado a su sufrir. La navidad es solo el inicio de la historia, y no tiene realmente significado ni trascendencia sin otro momento; “la muerte en la cruz del Calvario”. Este es un regalo que puedes darle, al tener una actitud de humildad y sujeción ante las pruebas y las aflicciones. La mirra de tus angustias serán el reflejo de que estás dispuesta a darlo todo por seguirle. Decídete a dar muerte a todo aquello que te haga daño, y aférrate a la esperanza.
Visita Belén con los Magos para encontrarte con Cristo y hacerle tu mejor regalo. Ofrece el oro de tu vida santificada; el incienso, del buen olor de una vida de oración y la mirra del sacrificio y de la valentía que exige la vida cristiana.
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